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lunes, 30 de noviembre de 2009

Foto en 'Esto no es un blog'


Le agregué el link a la foto "Buenos Aires, República Argentina" al paréntesis:

(“bitácoras”, se los intentó llamar por acá, sin éxito, contra el breve aunque inglés “blogs”).
Usé por primera vez target="_blank" en un link. En general, prefiero que la apertura en una nueva ventana o pestaña sea una opción, no una obligación. Pero con un texto sometido al contraer/expandir, y encima de la sidebar, creo que esta vez se justifica.


domingo, 29 de noviembre de 2009

Antes y ahora de 'Lo vano y el derrumbe'


Cambios menores. Antes de la sesión que acaba de terminar, el ensayo se veía así:

Recién subido, X mantiene una indignada discusión con el chofer del colectivo, mientras espera sacar el boleto o ya habiéndolo sacado. De pronto, se entera de que toda esa tensión, malestar y nervio es (ha sido) en vano, que el botín por el cual peleaba –un viaje a Liniers– no existía, era falso: ese ramal del 86 doblaba en Laguna, sin llegar a Liniers.
Creo que fue el golpe asestado por la vanidad de tanta tensión e indig­na­ción reprimida y des­bor­dan­te lo que le hizo pasar a X de la resistencia y la beli­ge­ran­cia al derrum­be abrupto. En su bronca ya había dolor, su voz ya era casi llorosa. Odiaba intensa­men­te a un rival que lo hos­ti­ga­ba por un botín que ya sabía inexis­ten­te.
De golpe tener razón dejó de ser para X un medio para obtener un fin (viajar a Liniers) y se convirtió en un objetivo vano: tuviera o no X razón en sus argumen­tos sobre el maltrato del chofer (como creo que tenía), el colectivo no iba a Liniers. Con un deseo en el lugar equivocado, la frustración es inevitable; se hace más em­pi­na­da cuanta más energía se haya invertido durante ese error.

Pero por mala que ya nos parezca, la suerte exacta de X debe medirse también por todo lo mala que podría haber sido y no fue.
Por un lado, para empezar, la escala involucrada fue re­la­ti­va­men­te pequeña, por lo que el desencanto sufrido se pagó con malhu­mor o angustia, pero no con la vida. Si la tentativa súbitamente revelada vana por un conocimiento o creencia recién adquiridos no fuera la de llegar a Liniers en ese colectivo, sino la de hacer socialista al mundo, y no tuviera una antigüedad de 15 cuadras sino de 74 años, el de­rrum­be podría llevar a reversiones ideo­ló­gi­cas des­pe­cha­das o, en el peor estrago personal, a vacíos de sentido de efectos suicidas (como los que se tragaron a muchos militantes del co­mu­nis­mo bruscamente amputados de ese deseo, so­bre­vi­vien­tes ab­sur­dos –se sentirían– de lo que había dado sentido a sus vidas).*
Por otro lado, aunque inagradecible, el episodio ahorró algunos agravantes: en una noche templada y sin lluvia, el co­lec­ti­vo dejó a X en camino a Liniers, a unos 20 metros de la parada del 86 que lo llevaría. Esos 20 metros de ironía o descortesía pueden exacerbar con facilidad el malestar acu­mu­la­do; pero el detalle fue ínfi­ma­men­te molesto, si lo com­pa­ra­mos con las suertes más frecuentes en los descensos que improvisan via­je­ros extraviados o deso­rien­ta­dos. El episodio o su remate podrían haber sido peores, si la anécdota hubiera estado dispuesta a cargar las tintas en el mal trago de X, como suele pasar en el género trágico. Por ejemplo, esas podrían haber sido sus últimas monedas, si encima pagó el boleto antes de enterarse; o el co­lec­ti­vo podría haberlo dejado a 5 ó 10 cuadras de la parada, si ya hubiera tomado el desvío del ramal; o podría haberlo dejado en una parada del 86, pero 15 cuadras de pelea vana para atrás, si (en el último colmo) X se lo hubiera tomado en el sentido equi­vo­ca­do.

Ahora se ve así:

Recién subido, X mantiene una indignada discusión con el chofer del colectivo, mientras espera sacar el boleto o ya habiéndolo sacado. De pronto, se entera de que toda esa tensión, malestar y nervio es (ha sido) en vano, que el botín por el cual peleaba –un viaje a Liniers– no existía y nunca había estado en juego: ese ramal del 86 doblaba en Laguna, sin llegar a Liniers.
Creo que fue el golpe asestado por la vanidad de tanta tensión e indig­na­ción reprimida y des­bor­dan­te lo que le hizo pasar a X de la resistencia y la beli­ge­ran­cia al derrum­be abrupto. En su bronca ya había dolor, su voz ya era casi llorosa. Odiaba intensa­men­te a un rival que lo hos­ti­ga­ba por un botín que ya sabía inexis­ten­te.
De golpe, tener razón dejó de ser para X un medio o una escala de viaje para alcanzar un fin y se convirtió en un objetivo vano: tuviera o no X razón en sus argumen­tos sobre el maltrato del chofer (como creo que tenía), el colectivo no iba a Liniers. Con un deseo en el lugar equivocado, la frustración es inevitable; se hace más em­pi­na­da cuanta más energía se haya invertido durante ese error.

Pero por mala que ya nos parezca, la suerte exacta de X debe medirse también por todo lo mala que podría haber sido y no fue.
Por un lado, para empezar, la escala involucrada fue re­la­ti­va­men­te pequeña, por lo que el desencanto sufrido se pagó con malhu­mor o angustia, pero no con la vida. Si la tentativa súbitamente revelada vana por un conocimiento o creencia recién adquiridos no fuera la de llegar a Liniers en ese colectivo, sino la de hacer socialista al mundo, y no tuviera una antigüedad de 15 cuadras sino de 74 años, el de­rrum­be podría llevar a reversiones ideo­ló­gi­cas des­pe­cha­das o, en el peor estrago personal, a vacíos de sentido a veces abismales, suicidas (como los que en su momento se tragaron a muchos militantes del co­mu­nis­mo bruscamente am­pu­ta­dos de ese deseo, so­bre­vi­vien­tes ab­sur­dos –se sentirían– de lo que había dado sentido a sus vidas).*
Por otro lado, aunque inagradecible, el episodio ahorró algunos agravantes: en una noche templada y sin lluvia, el co­lec­ti­vo dejó a X en camino a Liniers, unos 30 metros antes de la siguiente pa­ra­da del 86. Esos 30 metros de ironía o descortesía pueden exa­cer­bar con facilidad el malestar acu­mu­la­do; pero el detalle fue ínfi­ma­men­te molesto, si lo com­pa­ra­mos con las suertes más fre­cuen­tes en los descensos que improvisan via­je­ros extraviados o deso­rien­ta­dos. El episodio o su remate podrían haber sido peores, si la anécdota hubiera estado dispuesta a regodearse en el mal trago de X, como suele pasar en el género trágico. Por ejemplo, esas po­drían haber sido sus últimas monedas, si encima pagó el boleto antes de enterarse; o el co­lec­ti­vo podría haberlo dejado a 5 ó 10 cuadras de una parada útil, si ya hubiera tomado el desvío del ramal; o podría haberlo arrimado a una parada, pero 15 cuadras de pelea vana para atrás, si (en el último colmo) X se lo hubiera tomado en el sentido equi­vo­ca­do.
En el párrafo incrustado (donde hay "*") no hice cambios.


miércoles, 25 de noviembre de 2009

Depuraciones en 'Esto no es un blog'


Volví a retocar 'Esto no es un blog'. Esta vez los principales cambios fueron supresiones.
La versión anterior era esta:

Por lo tanto, esto no está en un blog.
La acrobacia dialéctica tiene la apariencia de razón alocada de su emulada “Esto no es una pipa”. Pero no pasa de ser una autonegación más matizante que contradictoria: una maniobra de diferenciación típica, pero aplicada a lo menos esperado, lo mismo, la imagen de lo que es un blog en un blog, que es (simplificando) el mismo blog.
La pirueta apenas alcanza para introducir que este no es un blog... de los más comunes, de los que tienen rituales y funciones de medio de difusión (e intercambio) de opiniones, experiencias o comentarios personales. En Zambullidas no se hace público nada de eso, sino ensayos con concepciones y ejecuciones similares, en los que el juego es razonar y argumentar, no opinar (ni informar ni expresar).
Fuera del chiste paradójico, nada habilita para decir que esto no es un blog en absoluto, ni que es algo original, único en su tipo. Se suma sin ruido a esa clase de blogs cuyas entradas no tienen correlatividades temporales, como sí ocurre en los diarios personales que empezaron siendo estos sitios (“bitácoras”, se los intentó llamar por acá, sin éxito, contra el breve aunque inglés “blogs”). Por su formato de blog, Zambullidas es tan cronológico como los libretones en los que escribo a mano, encabezando cada “entrada” con fecha y hora, y a veces también con circunstancias (dónde, en medio de qué situación, en qué estado, en vinculación con qué o en referencia a qué, etc.). Pero acá las entradas pueden ser leídas en cualquier orden cronológico o en ninguno, sin que cambie cuánto se las entiende; eso no pasaría con las entradas de un diario.
Por estas diferencias de a qué y cómo se juega, Zambullidas, como otros blogs, es una obra en formato blog, más que un blog (a diferencia de otros, es una –cuasi– obra completa en construcción, un proyecto que andando va siendo obra).

Más descarnadamente, esto es un objeto web interactivo, de acceso gratuito y amigable, con una dimensión textual, otra hipertextual, otra auditiva, otra visual, otra audiovisual, otra gráfica, y las combinaciones que se ensayen.
No desdeño el objeto manual, pero la pila de impresos encuadernada que hace un libro sólo retendría la dimensión textual, con capacidad de indicaciones vinculantes, la dimensión gráfica del diseño y la visual de las ilustraciones. Torpemente se podría agregar (más que integrar) la dimensión auditiva, e incluso la audiovisual, con CDs o DVDs adjuntos al libro.
Pero un objeto con esas posibilidades de variedad y de complejidad de integración de signos, en red con otros objetos y abierto a la interacción con cualquier navegante, es más bien un espécimen de uno o dos hábitats: una terminal multimedia de la red (una notebook, una PC o un celular, por ejemplo) o un libro electrónico, pero con conexión a la red, capacidad de actualización de contenidos, posibilidad de ingreso de datos y reproducción multimedia (o sea, otra vez una terminal). En definitiva, se trata de una creatura de Internet, se la acceda desde donde se la acceda. Incluso un DVD o CD ROM sería todavía un soporte insuficiente, porque ahí la obra estaría detenida y limitada, clausurada en el tiempo (ya no se la modifica, no se la actualiza) y en el espacio (no crece ni decrece; no ocupará más ni menos de lo que ocupe en el DVD o CD cerrado). Sería una instantánea de Zambullidas lo que obtendríamos con esa copia.


La versión actual es esta:

Por lo tanto, esto no está en un blog.
La pirueta dialéctica tiene la apariencia de razón alocada de su emulada “Esto no es una pipa”. Pero apenas alcanza para introducir que este no es un blog... de los más comunes, de los que tienen rituales y funciones de medio de difusión (e intercambio) de opiniones, experiencias o comentarios personales. Acá no se hace público nada de eso, sino ensayos con concepciones y ejecuciones similares, en los que el juego es razonar y argumentar, no opinar (ni informar ni expresar).
Zambullidas se suma sin ruido a esa clase de blogs cuyas entradas no tienen correlatividades temporales, como sí ocurre en los diarios personales que empezaron siendo estos sitios (“bitácoras”, se los intentó llamar por acá, sin éxito, contra el breve aunque inglés “blogs”). Por su formato de blog, Zambullidas es tan cronológico como los libretones en los que escribo a mano, encabezando cada “entrada” con fecha y hora, y a veces también con circunstancias (dónde, en medio de qué situación, en qué estado, en vinculación con qué o en referencia a qué, etc.). Pero acá las entradas pueden ser leídas en cualquier orden cronológico o en ninguno, sin que cambie cuánto se las entiende; eso no pasaría con las entradas de un diario.
Por estas diferencias de a qué y cómo se juega, Zambullidas, como otros blogs, es una obra en formato blog, más que un blog (y a diferencia de otros, es una –cuasi– obra completa en construcción, un proyecto que andando va siendo obra).

Más descarnadamente, esto es un objeto web interactivo, de acceso gratuito y amigable, con una dimensión textual, otra hipertextual, otra auditiva, otra visual, otra audiovisual, otra gráfica, y las combinaciones que se ensayen.
No desdeño el objeto manual, pero la pila de impresos encuadernada que hace un libro sólo retendría la dimensión textual, con capacidad de indicaciones vinculantes, la dimensión gráfica del diseño y la visual de las ilustraciones. Torpemente se podría agregar (más que integrar) la dimensión auditiva, e incluso la audiovisual, con CDs o DVDs adjuntos al libro.
Pero un objeto con esas posibilidades de variedad y de complejidad de integración de signos, en red con otros objetos y abierto a la interacción con cualquier navegante, es más bien un espécimen de uno o dos hábitats: una terminal multimedia de la red (una notebook, una PC o un celular, por ejemplo) o un libro electrónico, pero con conexión a la red, capacidad de actualización de contenidos, posibilidad de ingreso de datos y reproducción multimedia (o sea, otra vez una terminal). En definitiva, se trata de una creatura de Internet, se la acceda desde donde se la acceda. Incluso un DVD o CD ROM sería todavía un soporte insuficiente, porque ahí la obra estaría detenida y limitada, clausurada en el tiempo (ya no se la modifica, no se la actualiza) y en el espacio (no crece ni decrece; no ocupará más ni menos de lo que ocupe en el DVD o CD cerrado). Sería una instantánea de Zambullidas lo que obtendríamos con esa copia.

Un libro tiene un momento de publicación y una o más ediciones, a veces modificadas. Una obra digital como Zambullidas, que es un objeto virtual, tiene tantas publicaciones como instancias de edición, ya sea del blog (creación o supresión de entradas, comentarios y temas; diseño del sitio; etc.) o de una de sus entradas (modificación de su contenido, de su título, de sus comentarios, de sus temas o de su diseño).
Para el que escribe, las letras en pantalla, infinitamente más maleables que las impresas, permiten los arrepentimientos que para un libro siempre llegan tarde.
Para el que lee, el nuevo objeto no carga con el estigma de ser comparable a una estatua, porque tiene capacidad de responder y reaccionar, de interactuar y cambiar, de tener una vida (o, al menos, un historial propio de versiones detrás de la única visible, la actual).

Antes y fuera de Zambullidas, uno es el trabajo que hago en los libretones, de anotar ideas a mano alzada o improvisar una redacción en el mero registro mnemotécnico (los trances), y otro el que hago sobre un ensayo trabajado sesión tras sesión en un archivo de texto independiente, que empieza con ideas y argumentos muchas veces traídos de los libretones (las elaboraciones).
A partir de la publicación de un ensayo, Zambullidas se convierte en la superficie de trabajo para las siguientes sesiones (la actividad suele ser intensa en la primera semana y esporádica después, pero la idea es que todo ensayo pueda ser modificado en cualquier momento).
No puedo prever quién leerá Zambullidas. Pero sí preferir algunos de sus rasgos, especialmente uno, que también es un objetivo de mínima: su interés. Idealmente, escribo para alguien que lea los ensayos con una atención igual o mayor a la que tuve al escribirlos. Y es probable que esos dedicandos terminen siendo los únicos lectores interesados en volver (o sea, los únicos lectores). Será que además de profecías hay deseos autocumplidos.

En cada serie cronológica de entradas —en todo el blog o en cualquiera de sus temas o tramas— hay una historia silenciosa de motivos e intereses ocasionales por iniciar o retomar un ensayo en lugar de otro, de preferencias y estrategias de enganches y de maduración, cuelgues impulsivos, estímulos oportunos, es decir, una mezcla de voluntades y azares (como la de una vida de viajes), que le va dando un orden al trabajo de ponerme a pensar y a escribir. Contar esa historia excede los límites del espacio donde se desarrolla; si tuviera algún interés hacerlo, sería tarea para una bitácora de Zambullidas que discurriera en otro blog.

Cambios en 'Esto no es un blog'


En "Esto no es un blog", en la sidebar, después de
(la actividad suele ser intensa en la primera semana y esporádica después, pero la idea es que todo ensayo pueda ser modificado en cualquier momento)

agregué este párrafo, recién escrito:

No puedo prever quién leerá Zambullidas. Pero sí preferir algunos de sus rasgos, especialmente uno, que también es un objetivo de mínima: su interés. Idealmente, escribo para alguien que lea los ensayos con una atención igual o mayor a la que tuve al escribirlos. Y es probable que esos dedicandos terminen siendo los únicos lectores interesados en volver (o sea, los únicos lectores). Será que además de profecías hay deseos autocumplidos.
Un poco antes había agregado a

(a diferencia de otros, es una –cuasi– obra completa en construcción

esta continuación:

, un proyecto que andando va siendo obra).
Y de

Para el que lee, el nuevo objeto no carga con el estigma de ser comparable a una estatua, como un libro, porque tiene capacidad de responder y reaccionar, de interactuar y cambiar, de tener una vida (o, al menos, un historial propio de versiones detrás de la única visible, la actual).

eliminé "como un libro".


Leve cambio en 'Situaciones'


Donde decía:
(No recordará X un día de peor suerte, de la que infiere un sucesor favorecido; piensa: "El que venga después va a tener mejor suerte".)
ahora dice:
(No recordará X un día de peor suerte, de la que infiere con benévola superstición un sucesor favorecido.)

martes, 24 de noviembre de 2009

Video en 'Sobre nombres y diferencias'


Acabo de agregar el video de la Zona Prohibida en la Galaxia del Terror, del episodio "Mis tres soles" (T1E7) de Futurama.
Tengo pendiente agregarle toda una primera parte al ensayo, con fotos de nombres in­vo­lun­ta­ria­men­te alusivos.

Herida absurda 001 (0.0.1)


Acabo de agregarle a la palabra "metamemoria" el link a la captura de pantalla de "Proyecto G" donde se da su definición.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Agregado en '4 persecuciones 4'


Entre el párrafo de "Ilusión y reversiones" que empieza "Volviendo a las palabras,..." y el que empieza "Una última acotación:..." [PD 17:09: acabo de cambiar ese comienzo por este: "Una últi­ma aco­ta­ción, referida a un fenómeno que no sería posible con palabras de redundancia nula. Entre los ana­gra­mas que no son,..."], hasta recién estuve agregando estos otros:
Igualmente mayoritarias son las recombinaciones no significativas una escala más arriba, en la alianza de palabras en que consiste el sentido de un enunciado (y lo mismo vale para las re­com­bi­na­cio­nes mediatas, como las que hace Bart cuando cambia de lugar letras del cartel de la iglesia, cruzando el límite de las palabras, moviéndose libremente por la frase). Visto a cualquier escala, el sentido es minoritario. Nos lo recuerdan los chistes de la serie “No es lo mismo...”, que hacen “anagramas” chuscos con las n piezas de una expresión seria (recuerdo con dos, como en la reversión del gato montés, y con tres, como en la de un metro de encaje negro). Nos lo recuerda también el entusiasmo sintomático con que se suele festejar que tengan sentido –o así parezca– las dos alianzas de un juego de palabras, aunque no tengan mucho que ver. O el ingenio con que se procura fabricar ese hallazgo. El precio de que todas las tramas que se hicieran con los conceptos de una frase fueran significativas –como lo son las tramas que se hacen con las cifras de un número– sería una redundancia nula, una vulnerabilidad máxima a la mínima alteración o diferencia, como la que padecen los numerales de nuestro sistema posicional de diez signos.
Volviendo otra vez a los límites de la palabra, el valor que las ínfimas diferencias posicionales de letras no tienen, o tienen oca­sio­nal­men­te, lo tienen siempre las de números: no hay reor­de­na­mien­to de un número de dos o más cifras que no dé otro número, cada uno con la misma redundancia cero.
Nunca había escrito directamente en el blog tanto ni tanto tiempo. Igual, creo que prefiero trabajar en un documento aparte (tampoco uso el "Guardar como borrador" que ofrece Blogger).

PD (23-11-2009, 14:50): Cambié lo agregado anoche. Abrí otro párrafo después de "...fabricar ese hallazgo" (a las 16:54 agregué: "(un fetiche recurrente de la superstición intelectual)") y reformulé:
Es la lógica lo que se opone a que todas las combinaciones que se pueden hacer con los conceptos de una frase tengan sentido, además de ser inteligibles (las falacias son el síntoma de esa reacción; cualquier caso de falsa distribución del término medio puede servir de ejemplo). Pero en principio nada imposibilita que en el vocabulario de una lengua toda combinación de un conjunto de letras sea significativa, constituya un anagrama. Sólo hay que advertir que un sistema semejante pagaría el precio de una redundancia nula, una vulnerabilidad máxima a la mínima alteración no deseada (accidental o intencional).
De hecho, ese precio ya lo paga el sistema (precisamente) posicional de diez signos que usamos para identificar cardinalidades; el valor que las ínfimas diferencias posicionales de letras no tienen, o tienen oca­sio­nal­men­te, lo tienen siempre las de números: no hay reor­de­na­mien­to de un número de dos o más cifras que no dé otro número, cada uno con la misma redundancia cero (como sabe cualquiera que tenga un número de teléfono apenas distinto del de una farmacia, por ejemplo; y en general, equivóquese en la posición de un guarismo y ruegue que exista alguna inferencia contextual que pueda recuperarla).


domingo, 22 de noviembre de 2009

Cambio menor en '4 persecuciones 4'


Donde decía:
Por ejemplo, es tauto­ló­gi­ca hasta la invisi­bi­li­dad la rever­sión de un núme­ro capicúa; en la secuen­cia de la si­guien­te imagen (una captu­ra de panta­lla del progra­ma “Altera­dos por π, II”, de Adrián Paenza), a medida que avan­za­mos en las mul­ti­pli­ca­cio­nes, se van alar­gan­do el ascenso y el descen­so simé­tri­cos de cada capicúa (el triángulo equilá­te­ro que va trazando la progre­sión así dispues­ta parece una gráfica del proce­so, con un lado ascen­den­te y otro descen­den­te, intercep­ta­dos por la base –o sea, de incre­men­tos em­pa­re­ja­dos):
ahora dice:
Por ejemplo, es tauto­ló­gi­ca hasta la invisi­bi­li­dad la rever­sión de un núme­ro capicúa; en la secuen­cia de la si­guien­te imagen (una captu­ra de panta­lla del progra­ma “Altera­dos por π, II”, de Adrián Paenza), a medida que avan­za­mos en las mul­ti­pli­ca­cio­nes, se van alar­gan­do el ascenso y el descen­so simé­tri­cos de cada capicúa (el triángulo equilá­te­ro que va trazando la progre­sión así dispues­ta parece una gráfica del proce­so, con un lado “ascen­den­te” y otro “descen­den­te”):


martes, 17 de noviembre de 2009

Cambios en '4 persecuciones' y agregado de 'Distribución de los comentarios'


Ayer de madrugada agregué "Distribución de los comentarios" (el código lo copié y adapté de acá). Antes, agregué en "4 persecuciones 4" lo de Saratoga/agotarás y le cambié los títulos a las dos "La parada en el colectivo": la primera, "la piedra libre en el escondite" y la segunda, "la clave revelada en un mensaje en clave".

sábado, 14 de noviembre de 2009

Cambios en la Z de firma y en '4 persecuciones 4'


Acabo de cambiar la firma de la presentación, que era la Z de rayos, por la primera Z que marca en acción el Zorro (en una pared de la celda del cuartel, de donde libera a Nacho Torres).
Antes, reemplacé la palabra "ORURO" por la foto del cartel de Oruro entre el 1250 y el 1300 (lo había hecho ayer, pero se cortó la luz sin que hubiera guardado el cambio; además, esta vez preferí la foto centrada, no la que deja ver la esquina). Agregué la última frase de "La parada en el colectivo I", visualmente la anterior al video del hamster. Agregué ese título y el otro, "La parada en el colectivo II" (asterisco y nueva incrustación, esta vez de tres capturas de pantalla, que hice ayer).