Ayer y anteayer continué desarrollándole al ensayo la parte léxico-semántica y le agregué (ayer) la parte morfológica, que acota la necesidad de tener conocimiento de qué significan las palabras para saber cómo se relacionan.
Por simplicidad, y para tener registrada la última versión, copio cómo quedó el ensayo, donde tacho las partes
1. Un juego
En gramática, la morfología estudia las relaciones que establecen entre sí los morfemas de una palabra (que son sus partes significativas). Por ejemplo, en canté hay un morfema llamado raíz (cant-), que da el significado léxico, y hay un morfema que se le acopla, llamado desinencia (-é), y que da la información de persona, tiempo y modo del verbo conjugado (en este caso, 1ª persona del singular del Pretérito Perfecto Simple del Modo Indicativo).
La sintaxis estudia las relaciones que establecen entre sí las palabras de esa supraunidad significativa que es una oración (que no preexiste a esas relaciones, sino que resulta de ellas). Las alianzas se dan a distintos niveles de integración. Ejemplo: en La bataraza puso un huevo, «la» se relaciona con «bataraza» y la alianza «la bataraza» se relaciona con la alianza «puso un huevo», donde a su vez «un» se relaciona con «huevo» y «un huevo» se relaciona con «puso». A esas relaciones se les da el nombre de funciones sintácticas.
Con esa dinámica de alianzas (que también podríamos metaforizar como enlaces químicos), si vemos la sintaxis como un juego podemos decir que tiene dos reglas básicas:
La regla 1 dice cómo pueden ser las piezas del juego; la 2, cómo pueden jugar. Cómo deben jugar es algo que dice el reglamento del juego, porque ambas reglas lo que tienen de básicas lo tienen de triviales. En principio, el reglamento sintáctico se puede reducir a esta interpelación a cada pieza: «Dime qué eres y te diré de qué juegas».1) sus piezas pueden agruparse entre sí y formar nuevas piezas: o sea, hay piezas simples (las palabras) y piezas compuestas (las construcciones, a saber: los grupos de dos o más palabras relacionadas entre sí; la construcción mayor es la oración misma);
2) en razón de esos niveles de integración, cada pieza –simple o compuesta– tiene una sola función y por cada función hay una sola pieza; ejemplos: en Juan duerme, «Juan» no funciona de Sujeto y de Núcleo del Sujeto, sino sólo de Sujeto (de la Oración Simple Bimembre), y «duerme» no funciona de Predicado Verbal y de Núcleo del Predicado Verbal, sino sólo de Predicado Verbal (de la Oración Simple Bimembre); y en Llueve, «llueve» no funciona de Predicado Verbal y de Oración Unimembre (lo que sería un contrasentido), sino sólo de Oración Unimembre.
Moraleja: en los falsos duelos entre una función más general y otra menos, siempre gana la más general.
Notemos que para decirle de qué juega no le pide informar qué significa, sino sólo qué (clase de) pieza es: si es una pieza sustantiva, una adjetiva, una verbal, una adverbial, etc. Dicho de otra manera: en principio, en sintaxis no importa el significado de la pieza en sí (el significado léxico), sino sólo el de la clase a la que pertenece (que puede significar una sustancia, una cualidad, un evento, una circunstancia, etcétera). O eso se pretende.
Para ver fracasar esa pretensión, imaginemos que un reglamento de fútbol multiespecies estipula que sólo un batracio puede jugar de arquero, sólo un pez puede jugar de defensor o de mediocampista, y sólo un cetáceo puede jugar de delantero. Imaginemos ahora que en un partido concreto una ballena juega de mediocampista y nos parece bien; algo así sería que una pieza sustantiva, por su significado léxico, jugara de Circunstancial de Tiempo, por ejemplo, que es algo propio de una pieza adverbial con esa significación (hoy, ahora, ayer).
Más adelante veremos un ejemplo, pero ya podemos notar que la interpelación se complejizó
En La bataraza puso un huevo hay dos sustantivos jugando de sustantivos, ambos en 3ª del singular, pero no sabríamos cuál está concordando en persona y número con el verbo y cuál está meramente coincidiendo (es decir, cuál juega de Sujeto y cuál de Objeto Directo) si no supiéramos sus significados y el del verbo. Que el descarte sea tan inmediato que no nos detengamos en la posibilidad de que un huevo haya puesto (a)* una bataraza no significa que no lo hagamos al elegir la otra posibilidad. Ese descarte y esa elección son lexicalmente semánticos y están en la base de cualquier conexión sintáctica. Una persona puede dar eso por sobreentendido cuando analiza una oración; una calculadora, no.
¿La concordancia de persona y número es una explicitación morfológica de la conexión sintáctica sujeto-predicado o es su regla de activación (si concuerda, es el sujeto)? ¿Es constatativa o es performativa? El verbo castellano cambia su forma (flexiona: se conjuga) para explicitar o establecer esa conexión. En la otra punta del puente, más transformers son los pronombres personales que pueden hacer de Sujeto Expreso: yo, vos o tú, él, ella, nosotros/as, ustedes o vosotros/as, ellos/as.
Si una calculadora tuviera la habilidad morfológica de distinguir persona y número de cada pieza verbal y de cada pieza sustantiva, la necesidad de una habilidad léxico-semántica se limitaría a los casos coincidentes (como el de «bataraza», «huevo», «puso»), que igual son un montón. Veamos uno de los otros casos.
En Yo adivino el parpadeo de las luces, sabiendo que el verbo está en 1ª del singular la calculadora ya podría descartar que «el parpadeo de las luces» (3ª singular) juegue de Sujeto. No necesitaría saber qué dicen esas piezas que se presentan bajo esas formas para saber cómo se relacionan. Hacer abstracción de lo semántico es el sueño húmedo de las máquinas.
2. Un cálculo
Dejemos por el momento el juego y pasemos a ver la sintaxis como un cálculo, que es otra metáfora que puede cuadrarle. Una calculadora aritmética tiene botones “semánticos” (los dígitos del 0 al 9) y botones operacionales (los básicos son los de suma, resta, multiplicación y división). Análogamente, la calculadora sintáctica tendrá como botones semánticos clases de palabras (como sustantivo, adjetivo, verbo, etc.) y tendrá como botones operacionales las cuatro relaciones básicas que pienso que existen, a saber:
-
1) Predicación: A predica algo sobre B.
2) Modificación: A modifica a B.
3) Subordinación: A subordina a B.
4) Coordinación: A coordina a B con C.
Para no seguir hablando en el aire, veamos el boceto que hice de la calculadora sintáctica:
Las cuatro relaciones sintácticas básicas son transitivas y ninguna es recíproca. Por ejemplo, en la construcción sustantiva montaña alta, «alta» modifica a «montaña», pero «montaña» no modifica a «alta»: sólo es modificada por «alta». Ergo, cada relación básica tiene una versión activa y otra pasiva (izquierda y derecha de cada botón operacional, respectivamente). Así,
Como se ve, las operaciones relacionan piezas semánticas. Siguiendo una distinción que viene de la lógica medieval, hay cuatro clases categoremáticas (representan sentidos referenciales: sustancias y cualidades de sustancias, eventos y cualidades de eventos, para decirlo rápido) y dos sincategoremáticas (una preposición o una conjunción no tienen referencia externa: representan relaciones, lo que las ubica a mitad de camino entre los otros botones semánticos y los botones operacionales –por eso los distinguí con otro color y otro tamaño, pero en el área semántica).
Por ese display tienen que poder pasar todas las funciones sintácticas que hay. En el cuadro que sigue las voy a ir desplegando sobre una misma oración. Las únicas que veo que no están son las funciones de Predicado Nominal (El arroz, la base de toda comida china) y Predicado Adverbial (El dólar, en alza). Son fáciles de calcular:
La utilidad de esta calculadora sintáctica no es práctica; es pedagógica: sirve para visualizar y comprender que la sintaxis es un cálculo, donde cuatro operaciones conectan seis tipos de pieza y a cada conexión la llamamos función sintáctica.
Y no es práctica porque corre por nuestra cuenta la decisión de qué se conecta con qué y cómo, en base a saber qué significan las palabras en danza; por ejemplo, la decisión de conectar «la bataraza» con «puso un huevo» en una relación de predicación, de la que es el Sujeto, y de conectar «un huevo» con «puso» en una relación de modificación (es su Objeto Directo).
De las posibles conexiones entre esos dos sustantivos y ese verbo, sin conocer qué significan no tenés una razón para inclinarte por uno de los dos pares de conexiones, o sea, para interpretar, que acá supone quedarte con una conexión por sustantivo y descartar el resto por absurdo, descabellado, disparatado y/o simplemente impropio (un mix de eso sería apostar por «un huevo» como Sujeto de «puso» y «la bataraza» como Objeto Directo). Seas persona o calculadora, sin saber qué dicen esas palabras no podés saber de qué juegan, cómo se relacionan (ni, por lo tanto, qué suprasentido emerge de sus interacciones, que es el sentido del enunciado).
Como es obvio (pero no menos decepcionante), esta calculadora no es un analizador; no le tirás una oración y te la devuelve analizada. Lo único que podés hacer es preguntarle cómo se llama la función que conecta así esto con eso y leer la respuesta en el display. Y para hacerlo necesitás las habilidades sintácticas de seleccionar bien el así de la conexión y de reconocer el esto y el eso conectados. Ya hay que saber algo de sintaxis para usar esta calculadora, pero enseñar a usarla es enseñar sintaxis.
En todo caso, lo que me interesa es que cualquier enlace entre las piezas del juego puede formalizarse, es decir, identificarse con una fórmula, una secuencia de pulsaciones. Toda conexión sintáctica tiene una y sólo una fórmula (o una por interpretación, si puede interpretarse de más de una manera).* No a la inversa: una fórmula puede corresponder a más de una conexión, como muestran las enumeraciones de la columna Función.
Algunas serán conexiones del mismo tipo, como las de un Atributo (juega un adjetivo) y un Determinante (juega un artículo) en «la presidenta saliente»; ambos son modificadores de un sustantivo y caben, en esta simplificación, en la fórmula ADJ + Ma + SUS. Entre los modificadores de un verbo puede haber más distancia. Por ejemplo, pulsar SUS + Ma + VER puede dar como resultado un Objeto Directo sin “a” («las cuentas»), un Objeto Indirecto cumplido por un pronombre objetivo («le»), o un Circunstancial («el lunes»).
Llegamos al ejemplo pendiente de una pieza sustantiva jugando adverbialmente: «el lunes» es la circunstancia temporal –el cuándo– de la acción de María de dejar limpias las cuentas del club. Con saber sólo que es una construcción sustantiva, y no qué significa, no podríamos saber que es el cuándo de esa acción, ni siquiera por descarte (descartar que sea su quién o su qué, que ya están asignados, no conduce sí o sí a que sea su cuándo). Una inteligencia artificial podría simular saberlo de un modo indistinguible a como mi inteligencia humana parece saberlo; mi calculadora sintáctica, no.
La misma pieza compuesta (y con el mismo significado léxico) en otra oración puede funcionar nominalmente; por ejemplo, como Sujeto de El lunes es el primer día laboral de la semana. Y seguiríamos entendiéndolo como Sujeto en la variante anómala *El lunes Juan es el primer día laboral de la semana gracias a conocer su significado y el de las otras palabras, lo que a la vez nos permitiría descartar como Sujeto a «Juan», que ahí no tiene nada que hacer (salvo que lo pongamos entre comas para volverlo un vocativo).
Por último, pero no menos importante: no toda secuencia de pulsaciones es válida; el display de esta calculadora sintáctica, al igual que el de la otra, puede mostrar ERROR como resultado. Por ejemplo, la secuencia SUS + Ma + ADJ (una pieza sustantiva modificando a una pieza adjetiva) da error, como las otras recíprocas (SUS + Pa + VER; VER + Ma + SUS; VER + Ma + ADV; etc.). Otros errores no son conexiones recíprocas a las que se usan, sino meros disparates; por ejemplo, ADJ + Ma + PRE (una pieza adjetiva modificando a una preposición); o CON + Sa + ADV; o VER + Ca + VER; etc. De lógica inversa o ilógicas, en
Si jugáramos al azar con los diez botones de la calculadora, la inmensa mayoría de los resultados serían ERROR. Análogamente, la combinatoria ciega de 25 elementos (22 letras, el espacio, la coma y el punto) que llena los libros del cuento “La Biblioteca de Babel”, de Borges, hace que la inmensa mayoría sean libros sin frases ni palabras en ningún idioma (como el libro que contiene la secuencia «MCV» de principio a fin).
Otro ejemplo: nadie esperaría leer la oración La bataraza puso un huevo en el desparramo de una sopa de letras que cayó al suelo. Escribir la frase es tomar un atajo a ella, que el azar nos depararía sí o sí recién después de muchísimos años y sopas volcadas.
Al definir –gramática mediante– qué se puede hacer y qué no, qué tiene sentido y qué no, una lengua es un archipiélago de jugadas legítimas rodeado por un océano de jugadas ilegítimas. En eso es como cualquier otro juego (incluido el de la aritmética).