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martes, 23 de febrero de 2010

Reforma menor en 'Dos distracciones'


Antes:

A esos pisos debo sumar­les los que llevo filma­dos y restarle el resul­ta­do a 18, si quiero prever la llegada para poder disponer mi cuerpo al cambio de inercia de esa deten­ción, como hacemos normal­men­te cuando vamos miran­do en el tablero por qué piso vamos.
Entonces: o bien tengo la incerti­dum­bre de ese número a sumar de pisos no regis­tra­dos entre el último mos­tra­do por el tablero y el primero filmado, o bien tengo una certi­dum­bre, que puede o no estar equi­vo­ca­da. Si tengo una incerti­dum­bre, puedo creer que el próxi­mo piso puede ser el úl­timo, aunque vaya ya por la tercera o incluso cuarta des­men­ti­da y renova­ción de expecta­ti­vas, que no es un gasto menor de energías. O puedo resig­nar­me a proce­sar el cambio de inercia tarde, una vez produ­ci­do, gas­tan­do mucha ener­gía en el breve tiempo de una urgen­cia (la energía contenida y liberada por un shock, que a esa escala es poco ruidoso).
La incer­ti­dum­bre es sufrir una falta de saber, no meramente tenerla; es la tensión entre el desen­la­ce o la conti­nua­ción que desea­mos que suceda y el desenla­ce o la conti­nua­ción que no sabemos cómo será (ya sea porque no preexis­ta a su suce­so –imposi­bi­li­dad exis­ten­cial– o porque preexis­ta, como en un “está escrito”, pero no sepa­mos leer su lengua­je –imposi­bi­li­dad cogni­ti­va–).

Menos indiscriminadas son las expec­ta­ti­vas de una certi­dum­bre, aunque no por eso infali­bles.

Ahora:

A esos pisos debo sumar­les los que llevo filma­dos y restarle el resul­ta­do a 18, si quiero prever la llegada para poder disponer mi cuerpo al cambio de inercia de esa deten­ción, como hacemos normal­men­te cuando vamos miran­do en el tablero por qué piso vamos.
La incer­ti­dum­bre es sufrir una falta de saber, no meramente tenerla; es la tensión entre el desen­la­ce o la conti­nua­ción que desea­mos que suceda y el desenla­ce o la conti­nua­ción que no sabemos cómo será (ya sea porque no preexis­ta a su suce­so –imposi­bi­li­dad exis­ten­cial– o porque preexis­ta, como en un “está escrito”, pero no sepa­mos leer su lengua­je –imposi­bi­li­dad cogni­ti­va–). Si quiero saber y no sé cuál es ese número a sumar de pisos no regis­tra­dos entre el último mos­tra­do por el tablero y el primero filmado, puedo creer que el próxi­mo piso puede ser el úl­timo, aunque vaya ya por la tercera o incluso cuarta des­men­ti­da y renova­ción de expecta­ti­vas, que no es un gasto menor de energías. O puedo resig­nar­me a proce­sar el cambio de inercia tarde, una vez produ­ci­do, gas­tan­do mucha ener­gía en el breve tiempo de una urgen­cia (la energía contenida y liberada por un shock, que a esa escala es poco ruidoso).

Menos indiscriminadas son las expec­ta­ti­vas de una certi­dum­bre, aunque no por eso infali­bles.


domingo, 7 de febrero de 2010

Hang in there 001 (1.0.0)


Antes de empezar la sesión de esta madrugada (la primera directamente sobre la entrada del blog), al final de la sesión en que publiqué (a eso de las 22:40 de ayer, cuando salí para lo de Mariano), el ensayo decía esto:

Las variaciones en pugna

En el proceso de esa pulida habrán competi­do dos o más versiones de la sen­ten­cia, antes de que una o pocas preva­le­cie­ran (o sea, antes de que fueran trans­mi­ti­das de genera­ción en gene­ra­ción mejor que las otras). Salvan­do las distan­cias, algo similar ocurre tal vez con el afiche del gato y el objetivo de resistir, de aguantar ahí.
Es extraño que las va­ria­cio­nes de una idea puedan dialogar o, al menos, enca­de­nar­se:
–Mantente ahí, baby.
–Señor, ayúdame a mante­ner­me aquí.
En el primer afiche se le habla a un gato, al que se le da un consejo y un aliento; en el segundo, habla el gato, que dirige una plegaria. El giro pivotea sobre los apelativos: se pasa de uno informal y cari­ño­sa­men­te cercano a uno ritual y respe­tuo­sa­men­te dis­tan­cia­do, forjado en la metá­fo­ra del siervo y su amo.
Al margen de que ahora convivan las dos variantes, ¿habremos pasado de la incitación y el aliento al que resiste a la plegaria del que resiste, o al revés? ¿No está más solo el que le dirige un ruego al poder supremo que goza de su fe –lo que es un recurso de último instancia– que el que escucha una voz afectuosa que lo apoya y le da ánimo? ¿Cuál de las dos situaciones ya estaba cuando apareció la otra? Aunque la coexistencia las mantenga en un empate, ¿cuál desafió y cuál fue desafiada? ¿La novedad fue esa humildad suplicante, esa dependencia entregada, o fue ese apoyo y confianza hacia las propias fuerzas del gato?

Lo heroico y lo glorioso

La expectativa inmediata no es de mejoría si el consejo y el ruego son de resis­ten­cia, donde el objetivo es conservar la posición. Colgar de una soga no es tenerla fácil. Cuanto mayor es la des­ven­ta­ja para evitar empeorar, más heroica es esa lucha y sus logros, aun en caso de que aspirar a frustrar un cambio (estar a la defensiva) sea o parezca menos meritorio que aspirar a generar uno (tener la iniciativa). Lo heroico se forma en esa distancia entre los medios y los fines, entre la posibilidad deseada y la impro­ba­bi­li­dad que la aleja. El héroe de una épica es el que consuma la hazaña de zanjar esa brecha, o más precisamente cierto tipo de brecha.
Es cierto que el fin de evitar un estado o una situación no deseados puede estar a la misma y titánica distancia del medio adecuado que el fin de conquistar un estado o una situación deseados. Pero la empatía con alguien que procura zafar de un peligro en el que no nos gustaría estar es mayor a la que sentimos por alguien de iguales mere­ci­mien­tos que intenta incre­men­tar en igual propor­ción su suerte ya buena. Sobrepo­ner­se a una desven­ta­ja entre grande y enorme es heroico, sea o no glorioso; conquis­tar (lim­pia­men­te) una ventaja igual de lejana es sólo glorioso, salvo que –por ejemplo– se lo haya hecho en un plazo entre impro­ba­ble e im­pro­ba­bi­lí­si­mo, lo que le daría alguna heroi­ci­dad hazañosa a la ob­ten­ción de esa gloria.
A cierta altura, la difi­cul­tad es una ilusión irre­sis­ti­ble de imposi­bi­li­dad, y enton­ces el héroe pasa por vence­dor de un impo­si­ble. Como sea, lo suyo es convertir la altura de la dificultad que ame­na­za aniqui­lar­lo en la del altar que lo exalta e inmorta­li­za (si­quie­ra por el instante y como proyec­ción de la intensi­dad de su triunfo).


Ahora, al final de esta primera sesión sobre el blog, dice esto:

Las variaciones en pugna

En el proceso de esa pulida (que está al servi­cio de una escul­pi­da) habrán competi­do dos o más versiones de la sen­ten­cia, antes de que una o pocas preva­le­cie­ran (o sea, antes de que fueran trans­mi­ti­das de genera­ción en gene­ra­ción mejor que las otras). Salvan­do las distan­cias, algo similar ocurre tal vez con el afiche del gato y el objetivo de resistir, de aguantar ahí.
Es extraño que las va­ria­cio­nes de una idea puedan dialogar o, al menos, enca­de­nar­se:
–Hang in there, baby!
–Lord, help me hang in there.
En el primer poster se le habla a un gato, al que se le da un consejo y un aliento; en el segundo, habla el gato, que dirige una plegaria. El giro pivotea sobre los apelativos: se pasa de uno informal y cari­ño­sa­men­te cercano a uno ritual y respe­tuo­sa­men­te dis­tan­cia­do, forjado en la metá­fo­ra del siervo y su amo.
Al margen de que ahora convivan las dos variantes, ¿habremos pasado del aliento al que resiste a la plegaria del que resiste, o al revés? Y si en un futuro la variante más antigua desaparece, deja de transmitirse, ¿habremos pasado de una resistencia más espe­ran­za­da a una menos, o al revés? ¿No está más solo el que le dirige un ruego al poder supremo que goza de su fe –lo que es un recurso de última ins­tan­cia– que el que escucha una voz afectuosa que lo apoya y le da ánimo? ¿Cuál de las dos situaciones ya estaba cuando apareció la otra? Aunque la coexistencia las mantenga en un empate, ¿cuál desafió y cuál fue desafiada? ¿La novedad fue esa humildad supli­can­te, esa dependencia entregada, o fue ese apoyo y con­fian­za hacia las propias fuerzas del gato? Como verdad de Perogrullo, la próxima novedad en la historia de la sentencia esculpida por generaciones va a ser o el olvido de ambas variantes o el de una de ellas o la introducción de una tercera.

Lo heroico y lo glorioso

La expectativa inmediata no es de mejoría si el consejo y el ruego son de resis­ten­cia, donde el objetivo es conservar la posición o el estado hasta superar el asedio. Colgar de una soga no es tenerla fácil ya a la corta, con inminencia. Mucho más lento es el tiempo que se toma la persistencia del agua para vencer la casi pareja resistencia de la roca y esculpirla. Cuanto menor sea esa desi­gual­dad, mayor será la duración de la pulseada (que en el límite y el absurdo de esa disminución, en la igualdad entre la persistencia del asedio y la resistencia del asediado, se hace infinita, se eterniza con la perpetuación de ese equi­li­brio resistente y persistente a la vez).
En plazos más breves, con eventos más urgentes, cuanto mayor es la des­ven­ta­ja para evitar empeorar, más heroica es esa lucha y sus logros (aun en caso de que aspirar a frustrar un cambio –estar a la defensiva– sea o parezca menos meritorio que aspirar a generar uno –tener la iniciativa–). Lo heroico se forma en esa distancia entre los medios y los fines, entre la posibilidad deseada y la im­pro­ba­bi­li­dad que la aleja contrarreloj. El héroe de una épica es el que consuma la hazaña de zanjar esa brecha, o más pre­ci­sa­men­te cier­to tipo de brecha.
Es cierto que el fin de evitar un estado o una situación no deseados puede estar a la misma y titánica distancia del medio adecuado que el fin de conquistar un estado o una situación deseados. Pero la empatía con alguien que procura zafar de un peligro en el que no nos gustaría estar es mayor a la que sentimos por alguien de iguales mere­ci­mien­tos que intenta incre­men­tar en igual propor­ción su suerte ya buena. Sobrepo­ner­se a una desven­ta­ja entre gran­de y enorme es heroico, sea o no glorioso; conquis­tar lim­pia­men­te una ventaja igual de lejana es sólo glorioso (salvo que –por ejemplo– se lo haya hecho en un plazo entre impro­ba­ble e im­pro­ba­bi­lí­si­mo, lo que le daría alguna heroi­ci­dad hazañosa a la ob­ten­ción de esa gloria).
A cierta altura, la difi­cul­tad es una ilusión irre­sis­ti­ble de imposi­bi­li­dad, y enton­ces el héroe pasa por vence­dor de un impo­si­ble. Como sea, lo suyo es convertir la altura de la dificultad que ame­na­za aniqui­lar­lo en la del altar que lo exalta e inmorta­li­za (si­quie­ra por el instante y como proyec­ción de la intensi­dad de su triun­fo).
Las leyendas al pie de los epígrafes también cambiaron. La primera tenía alineación derecha y decía:
Los Simpsons, episodio 164 (4F08), “El turbio y oscuro mundo de Marge Simpson”

La segunda solamente decía "Detalle", con el link a la foto completa y sin redimensionar. La idea fue homogeneizar el diseño de esas leyendas con una doble sangría fija, para que la última disimule su doble condición de referencia a su epígrafe (el video de la roca en el río Los Alisos, de Tafí del Valle) y de epígrafe literario nuevo.

PD 7:56 am: Acabo de reingresar para cambiar un párrafo:

Como verdad de Perogrullo, la próxima novedad en la historia de la sentencia esculpida por generaciones, si no termina ahí, va a ser el desuso y olvido de una de las dos variantes o la introducción de una tercera.

PD 8:37 am: Volví a reingresar para agregarle una continuación y una foto al paréntesis de esta frase:
En plazos más breves, con eventos más urgentes, cuanto mayor es la des­ven­ta­ja para evitar empeorar, más heroica es esa lucha y sus logros (aun en caso de que aspirar a frustrar un cambio –estar a la defensiva– sea o parezca menos meritorio que aspirar a generar uno –tener la iniciativa–, espe­cial­men­te en con­di­cio­nes incó­mo­das).

martes, 2 de febrero de 2010

Un agregado y un retoque en 'Dos distracciones'

Agregué esto:

Lo que puede pasar va de lo que tiene sentido a lo que tiene alguna probabilidad de pasar, de ínfima a abrumadora. Apretar PB estando en PB ni siquiera alcanza ese piso de posibilidad.

Y cambié esto:

En la con­fluen­cia de ambas partes, desear lo que se sabe o se cree que va a suceder, que sucede o que ha sucedido, tiene tanto sentido como validez tiene en un ascensor el desear ir al piso en el que ya estamos.

por esto:

En la con­fluen­cia de ambas partes, desear lo que se sabe o se cree que va a suceder, que sucede o que ha sucedido, tiene tanto sentido como en un ascensor el desear ir al piso en el que ya estamos.