Le cambié el título al ensayo que publiqué el 15 de mayo y le agregué lo que desde hoy es su segunda parte (así como el título de la primera). Antes el ensayo se llamaba “La chica, el bajo y el cuadro”; ahora, “De pérdidas y ausencias”. Hasta recién se veía así:
—Hablemos de “La chica que esperaba era infinita / como el bajo que perdí” (Charly, “Curitas”).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~El tamaño los conecta. La chica que venía y el bajo que se fue son infinitos en direcciones opuestas. Hay una expectativa (futuro) y una nostalgia (pasado).
—HABÍA una expectativa.
~¿Y yo que dije?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—HAY.
~Bueno, un presente de otra época.
—En el de ahora, la voz cantante evoca (una expectativa pasada) y añora (lo que una pérdida se llevó).
~Ese bajo es un paraíso perdido; la chica, uno prometido.
—Pero uno ahora sigue perdido y el otro ya no está prometido.
~Sí, pero eso no quita que una infinitud suceda (o haya sucedido) mirando al futuro (durante una espera) y la otra mirando al pasado (durante un duelo). El puente entre la chica y el bajo es la infinitud, no cuándo sucede.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Ok, me convenciste. Hablemos de las dos hipálages.
~Infinitos no son la chica y el bajo, sino sus ausencias: la ausencia infinita de la chica esperada y la ausencia infinita del bajo perdido. La chica acapara todas las posibilidades de llegada; el bajo, todas las de regreso.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Y el cuadro de Jorge Larco, todas las de estadía.
~¿?
—En “The unending gift” (Borges), el cuadro que prometió Larco pasó, con su muerte, de esperado a perdido. Pero «en la promesa hay algo inmortal» y el vacío se llenó con otra infinitud: la tela «ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma».
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~Otra ausencia infinita.
—¿O una presencia virtual, libre de ocupar «un lugar prefijado», infinita a fuerza de ser plenipotencial? Borges hizo de una promesa incumplible un regalo infinito y celebra que no cese. A otras ausencias las hace infinitas un deseo de que cesen (ellas y la espera y la pérdida).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
Ahora se ve así:
1. Cuatro días antes
—Hablemos de “La chica que esperaba era infinita / como el bajo que perdí” (Charly, “Curitas”).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~El tamaño los conecta. La chica que venía y el bajo que se fue son infinitos en direcciones opuestas. Hay una expectativa (futuro) y una nostalgia (pasado).
—HABÍA una expectativa.
~¿Y yo que dije?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—HAY.
~Bueno, un presente de otra época.
—En el de ahora, la voz cantante evoca (una expectativa pasada) y añora (lo que una pérdida se llevó).
~Ese bajo es un paraíso perdido; la chica, uno prometido.
—Pero uno ahora sigue perdido y el otro ya no está prometido.
~Sí, pero eso no quita que una infinitud suceda (o haya sucedido) mirando al futuro (durante una espera) y la otra mirando al pasado (durante un duelo). El puente entre la chica y el bajo es la infinitud, no cuándo sucede.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Ok, me convenciste. Hablemos de las dos hipálages.
~Infinitos no son la chica y el bajo, sino sus ausencias: la ausencia infinita de la chica esperada y la ausencia infinita del bajo perdido. La chica acapara todas las posibilidades de llegada; el bajo, todas las de regreso.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Y el cuadro de Jorge Larco, todas las de estadía.
~¿?
—En “The unending gift” (Borges), el cuadro que prometió Larco pasó, con su muerte, de esperado a perdido. Pero «en la promesa hay algo inmortal» y el vacío se llenó con otra infinitud: la tela «ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma».
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~Otra ausencia infinita.
—¿O una presencia virtual, libre de ocupar «un lugar prefijado», infinita a fuerza de ser plenipotencial? Borges hizo de una promesa incumplible un regalo infinito y celebra que no cese. A otras ausencias las hace infinitas un deseo de que cesen (ellas y la espera y la pérdida).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
2. Siete días después
~El deseo como inflador. Si el bajo no fuera añorado y la chica no fuera esperada, sus ausencias no serían infinitas.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—Son como las paralelas: se juntan en el infinito.
~Junto a esa común magnitud escalar hay una vectorial. Y ahí se diferencian apuntando en el tiempo.
—Complejo.
~El futuro está abierto: el deseo de que cesara la espera todavía era cumplible. El pasado está cerrado, es irrevocable: el deseo de que cese la pérdida viene incumplible de fábrica. Una ausencia es reversible y la otra es irreversible.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—La espera es reversible; la pérdida, no.
~Si una pérdida no es irreversible, no es pérdida. Las de salud o plata, por caso, no se viven como pérdidas; en su horizonte hay una recuperación, no un vacío. Pero las pérdidas de la juventud (vejez), del yo (deterioro cognitivo severo) y de la vida (muerte) son irreversibles.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—La muerte no tiene edad, como la vejez y el deterioro cognitivo severo que a veces la acompaña. Su orden en la lista es libre.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~Su presencia en cualquier lista final de pérdidas es inevitable.
—A veces es la única, la muy prematura.
~Las ordené según las está cursando mi madre.
—😔
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~La muerte puede ser propia (no sufriré su irreversibilidad) o de un ser querido (sí la sufriré). Un ser querido puede ser un bajo, como el que perdió Charly, o un padre, como el que perdí hace 7 días.
—Mi pésame.
~Gracias.
—La muerte es una ausencia irreversible.
~La única. pic.twitter.com/viLHP5j7Xl
—Las otras son reversibles, cierto.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~Al año ya estamos jugando a las ausencias reversibles:
—“¿Dónde está el nene? ¡Áca taa!”.
~En nuestro primer juego ya estamos conjurando el final de juego. Para vivir nos entrenamos viendo volver lo que se fue, algo que con lo muerto no pasa. pic.twitter.com/VDyOfuOZBV