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domingo, 31 de enero de 2010

Cambio en 'Dos distracciones'


Acabo de cambiar este párrafo:

La incer­ti­dum­bre no es una mera falta de saber sobre el futuro: es una falta de saber sobre un futuro que nos importa; es la tensión entre el desen­la­ce o la conti­nua­ción que desea­mos que suceda y el desenla­ce o la conti­nua­ción que no sabemos cómo será (ya sea porque no preexis­ta a su suce­so –imposi­bi­li­dad exis­ten­cial– o porque preexis­ta, como en un “está escrito”, pero no sepa­mos leer su lengua­je –imposi­bi­li­dad cogni­ti­va–).

por este:

La incer­ti­dum­bre es sufrir una falta de saber, no meramente tenerla; es la tensión entre el desen­la­ce o la conti­nua­ción que desea­mos que suceda y el desenla­ce o la conti­nua­ción que no sabemos cómo será (ya sea porque no preexis­ta a su suce­so –imposi­bi­li­dad exis­ten­cial– o porque preexis­ta, como en un “está escrito”, pero no sepa­mos leer su lengua­je –imposi­bi­li­dad cogni­ti­va–).

sábado, 30 de enero de 2010

Dos paréntesis en 'Dos distracciones'


Acabo de hacerle dos agregados al ensayo. El primero, el paréntesis de esta frase:

El efecto de todo deseo, cuando lo tiene, es una modi­fi­ca­ción del curso de las cosas, para suscitar una o para evitar otra (se puede desear realizar, evitar, revertir o revocar algo, según sea algo futuro, presente o pasado).

El segundo, el paréntesis de esta otra frase:

No se procura ni se desea lo mismo que se sabe o cree, sino aquello que no (o que se sabe o cree que no): lo que falta, no lo que hay.

viernes, 29 de enero de 2010

Rearmado y agregado en 'Escaladas'


El mismo día (y un rato antes) que publiqué "Dos distracciones", dividí en dos partes, 1 y 2, "Escaladas" y agregué como parte 2 el epígrafe del episodio "El aguijón", de Futurama, incluí el que hasta entonces era el último párrafo ("La velocidad del vuelo... despertar de la pesadilla") y agregué el segundo párrafo (al día siguiente le agregué al primer párrafo de 2 la primera oración: "Por supuesto, no es lo mismo esperar 15 días..."):

Por supuesto, no es lo mismo esperar 15 días que recordarlos recién cumplidos. La velocidad del vuelo de las horas o los días de una situa­ción es pro­por­cio­nal a la intensidad de nues­tros deseos de per­ma­ne­cer ahí (velocidad alta: “Se me pasó volan­do; ¿ya termi­na­mos?”) o de salir (baja: “Se me hizo de goma; ¿toda­vía segui­mos?”); de recibir o de evitar la conti­nua­ción de esa his­to­ria; de no aban­do­nar ni per­der el sueño o de des­per­tar de la pesa­di­lla.

Cuanto más intensa es la pesadilla, más tarde sentiremos que sa­li­mos de ella. Una intensidad igual pero placentera habría he­cho que los 15 años de una agonía le parecieran a Fry 15 segundos (si pueden com­bi­nar­se así, no debe haber peor desen­la­ce de un pla­cer ni mejor conti­nua­ción de una agonía). En todo caso, no sería una exageración mayor que la otra, además de pre­fe­ri­ble.

Extensión en 'Tiempo, deseo y saber'


Acabo de agregarle esta continuación a "Tiempo, deseo y saber", casi sin modificar del archivo original "De temores, miedos, esperanzas y placeres 22.odt":

Escena 4.

El que se limita a saber, se limita a observar el mundo. El que además desea participa del mundo, para hacerlo –en el frag­men­to que le importa– como puede ser y desea que sea. El que fantasea contra lo que sabe o cree, ya casi no observa y todavía casi no participa: se abstrae y concen­tra en el simu­la­cro de otro mundo.
El gasto que ocasiona la tarea adicional de mantener ese simula­cro es una energía emocional que puede alimentar el creci­mien­to de ciertas obse­sio­nes, de ciertos rasgos de amor impo­si­ble. (No sólo ponemos energía en lo que idola­tra­mos; también puede que idola­tre­mos aquello en lo que pone­mos ener­gía.)

Escena 5.

De una experiencia muy intensa (placen­te­ra o dis­pla­cen­te­ra), tanto la evo­ca­ción como el retorno invo­lun­ta­rio a la escena me reedi­tan el trance de una incer­ti­dum­bre, el momen­to en que algo que no podía mensu­rar me sobre­ve­nía, para mi bien o para mi mal; no me sitúan ni antes ni después, sino durante la expe­rien­cia de que algo se gesta sin que me sea posible presu­pues­tar energías para asimi­lar­lo. La parálisis a que me somete esa incapaci­dad transito­ria de estima­ción se parece a la pará­li­sis de la duda: no puedo hacer nada porque no sé qué hacer; quedo reducido a una pasivi­dad anhe­lan­te o resis­ten­te, pero siem­pre expec­tan­te.
Según la disipación de la incer­ti­dum­bre vaya con­tra­rian­do –temo– o hala­gan­do –espero– mis deseos, sentiré dolor o placer. En el placer, soy sosteni­da o incre­men­tal­men­te sorpren­di­do e intriga­do; en el dolor, sostenida o incre­men­tal­men­te de­cep­cio­na­do y desinte­re­sa­do. (En la his­to­ria de amor ideal, cada uno es soste­ni­da o incremen­tal­men­te sor­pren­di­do e intrigado por el otro, o sea, no deja de conocer ni de ser cono­ci­do –si no es recí­pro­co, la histo­ria es de fasci­na­ción, que es la mitad soli­ta­ria de un amor.)

Escena 6.

El temor, como la inercia, es una resis­ten­cia al cam­bio de situa­ción (un re­plie­gue, una concen­tra­ción de fuerzas). El deseo, al revés de la inercia, es una resis­ten­cia a la perma­nen­cia de la situa­ción (un des­plie­gue de fuerzas, una expan­sión). La regla de cada uno se traduce en la asocia­ción anóma­la del otro, como el anverso y el reverso de una misma emoción: el temor a cambiar de situa­ción y el deseo de permane­cer en ella, por un lado, y el deseo de cambiar de situa­ción y el temor a perma­ne­cer en ella, por el otro. Son la primera y la segunda línea de combate contra la frustra­ción provo­ca­da por el cambio y la perma­nen­cia indesea­dos, respec­ti­va­men­te, con los que la otredad se nos opone.

miércoles, 20 de enero de 2010

Restauración del final de 'Escaladas'

Acabo de agregar el párrafo final de "Escaladas" (casi idéntico al que en su momento excluí, cuando copié el ensayo para pegarlo en el editor de Blogger):

La velocidad del vuelo de las horas o los días de una situa­ción es pro­por­cio­nal a la intensidad de nues­tros deseos de per­ma­ne­cer ahí (alta: “Se me pasó volan­do; ¿ya termi­na­mos?”) o de salir (baja: “Se me hizo de goma; ¿toda­vía segui­mos?”); de recibir o de evitar la conti­nua­ción de esa his­to­ria; de no aban­do­nar ni per­der el sueño o de des­per­tar de la pesa­di­lla.