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lunes, 23 de noviembre de 2009

Agregado en '4 persecuciones 4'


Entre el párrafo de "Ilusión y reversiones" que empieza "Volviendo a las palabras,..." y el que empieza "Una última acotación:..." [PD 17:09: acabo de cambiar ese comienzo por este: "Una últi­ma aco­ta­ción, referida a un fenómeno que no sería posible con palabras de redundancia nula. Entre los ana­gra­mas que no son,..."], hasta recién estuve agregando estos otros:
Igualmente mayoritarias son las recombinaciones no significativas una escala más arriba, en la alianza de palabras en que consiste el sentido de un enunciado (y lo mismo vale para las re­com­bi­na­cio­nes mediatas, como las que hace Bart cuando cambia de lugar letras del cartel de la iglesia, cruzando el límite de las palabras, moviéndose libremente por la frase). Visto a cualquier escala, el sentido es minoritario. Nos lo recuerdan los chistes de la serie “No es lo mismo...”, que hacen “anagramas” chuscos con las n piezas de una expresión seria (recuerdo con dos, como en la reversión del gato montés, y con tres, como en la de un metro de encaje negro). Nos lo recuerda también el entusiasmo sintomático con que se suele festejar que tengan sentido –o así parezca– las dos alianzas de un juego de palabras, aunque no tengan mucho que ver. O el ingenio con que se procura fabricar ese hallazgo. El precio de que todas las tramas que se hicieran con los conceptos de una frase fueran significativas –como lo son las tramas que se hacen con las cifras de un número– sería una redundancia nula, una vulnerabilidad máxima a la mínima alteración o diferencia, como la que padecen los numerales de nuestro sistema posicional de diez signos.
Volviendo otra vez a los límites de la palabra, el valor que las ínfimas diferencias posicionales de letras no tienen, o tienen oca­sio­nal­men­te, lo tienen siempre las de números: no hay reor­de­na­mien­to de un número de dos o más cifras que no dé otro número, cada uno con la misma redundancia cero.
Nunca había escrito directamente en el blog tanto ni tanto tiempo. Igual, creo que prefiero trabajar en un documento aparte (tampoco uso el "Guardar como borrador" que ofrece Blogger).

PD (23-11-2009, 14:50): Cambié lo agregado anoche. Abrí otro párrafo después de "...fabricar ese hallazgo" (a las 16:54 agregué: "(un fetiche recurrente de la superstición intelectual)") y reformulé:
Es la lógica lo que se opone a que todas las combinaciones que se pueden hacer con los conceptos de una frase tengan sentido, además de ser inteligibles (las falacias son el síntoma de esa reacción; cualquier caso de falsa distribución del término medio puede servir de ejemplo). Pero en principio nada imposibilita que en el vocabulario de una lengua toda combinación de un conjunto de letras sea significativa, constituya un anagrama. Sólo hay que advertir que un sistema semejante pagaría el precio de una redundancia nula, una vulnerabilidad máxima a la mínima alteración no deseada (accidental o intencional).
De hecho, ese precio ya lo paga el sistema (precisamente) posicional de diez signos que usamos para identificar cardinalidades; el valor que las ínfimas diferencias posicionales de letras no tienen, o tienen oca­sio­nal­men­te, lo tienen siempre las de números: no hay reor­de­na­mien­to de un número de dos o más cifras que no dé otro número, cada uno con la misma redundancia cero (como sabe cualquiera que tenga un número de teléfono apenas distinto del de una farmacia, por ejemplo; y en general, equivóquese en la posición de un guarismo y ruegue que exista alguna inferencia contextual que pueda recuperarla).


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