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domingo, 2 de mayo de 2010

Secciones agregadas a 'Invisibilidades'


Además de intitular todas las secciones que ya tenía el ensayo (la 1. y la 2.), acabo de agregarle dos más, la 2.1 y la 2.1.1:

2.1. Indetectable

      El Primer Lord del Almi­ran­taz­go británi­co, Sir Jonathan Band, y el ministro de Defensa francés, Hervé Morin, trivia­li­za­ron el “percance”. Una síntesis de sus decla­ra­cio­nes sería “final­men­te, nada pasó”. En confe­ren­cia de prensa surgió una pre­gun­ta sobre el tema y Sir Jonathan afirmó –con gesto fasti­dia­do– que el choque no había afec­ta­do a las tri­pu­la­cio­nes, que los sub­ma­ri­nos “sólo habían sufrido rasguños” y que la segu­ri­dad nuclear no había corrido riesgos. Hervé Morin –que días antes sos­tu­vo que “Le Triom­phant” había tropezado con un container– incursionó en compara­cio­nes marinas: “Se trata de una problemá­ti­ca tecnoló­gi­ca extre­ma­da­men­te sim­ple: estos submarinos son indetecta­bles. ¡Ha­cen menos ruido que un cama­rón!” (Le Monde, 17-02-09). No es el caso, ob­vio, de un estallido atómico.

      Juan Gelman, “El Atlántico no alcanza”, en la contratapa del Página/12 del 22-2-09.

El hombre invi­si­ble desper­di­cia­ría una ven­ta­ja enorme para ser inde­tec­ta­ble si cho­ca­se con gente o tirase cosas, si oliese mal o si fuese ruidoso. La gracia de ser invi­si­ble es que es muy útil para lograr ser indetec­ta­ble; mantenerse inodoro, insípido, silencioso y distante son pasos necesarios pero cortos hacia la meta, com­pa­ra­dos con el de mantenerse invisible. Si lo definimos por lo que im­pli­ca, ser indetectable significa que podemos siempre esquivar a los otros y que los otros no pueden esquivarnos si no queremos. Es un combo de atributos que no admite sin riesgo más de un por­ta­dor por zona de influencia y circulación. El encuentro de los dos submarinos ilustra lo peligroso que puede resultar que lo tengan más de uno.
No todo cruce de absolutos es paradójico. Pero en toda paradoja de este tipo hay un cruce de absolutos (de negaciones mutuas de atributos absolutos). Dos competidores infa­li­bles, como el perro de absoluta eficacia y la zorra inatra­pa­ble, se encuentran y pro­du­cen una paradoja, un problema con­cep­tual insoluble; suspenden la deci­sión inte­li­gen­te en un dile­ma con dos callejo­nes sin salida, dos fuerzas con igual derecho a excluirse entre sí. Su situa­ción es impo­si­ble por contra­dic­to­ria, como la del caso her­ma­no de una lanza irre­cha­za­ble que choca contra un escudo im­pe­ne­tra­ble. Pri­mos suyos, dos móviles inde­tec­ta­bles, como esos dos sub­ma­ri­nos, se encuentran y pueden pro­vo­car un desastre nuclear (que “si es evitable no es accidente”). La suerte por la tenue con­se­cuen­cia del encuentro compensa el “azar extraor­di­na­rio” y desfa­vo­ra­ble de que haya tenido lugar, pese a la enormidad de espacio disponible para navegar fuera de un curso de colisión.
¿Cómo definir lo similar y lo distinto de este paren­tes­co? En am­bos casos una incom­pa­ti­bi­li­dad de convivencia entre dos atributos o capacidades (posibilidad, poder o potestad) produce conse­cuen­cias no deseadas e indeseables, unas para la lógica y otras para la vida en la Tierra. El encuentro paradójico tiene consecuencias en lo simbólico, en su entramado lógico, en la producción de simu­la­do­res de interacción con el medio (o sea, de signos cuya trama de relaciones es un compendio de lo que sabe­mos y creemos, que usamos para hacer predicciones útiles sobre la conti­nua­ción del medio, que a su vez usamos para elaborar cursos de acción ven­ta­jo­sos o resistentes). El encuentro catas­tró­fi­co tiene con­se­cuen­cias en la física y la quí­mi­ca de nuestro medio, en cómo quedan ba­ra­ja­dos los átomos que componen la materia visible en una ins­tan­tá­nea del universo posterior a ese encuentro.

2.1.1. Equiparable

En el segundo caso quedan comprometidas las posibilidades de supervivencia del conocedor; en el primero, las condiciones de posi­bi­li­dad de su conocimiento. En la trama afectada del primer caso hay, básica­men­te, relaciones de equiva­len­cia conceptual y ana­lo­gías, que forman líneas y redes de senti­dos parcial o total­men­te coinci­den­tes. Estos agrupa­mien­tos, gracias a los cuales nos aho­rra­mos tener que ir estre­nan­do nuevas cate­go­rías cada vez, son el trabajo más cons­pi­cuo de la inte­li­gen­cia en la especie hu­ma­na. Y es lo que se hace al pensar, ya sea en la ela­bo­ra­ción de saberes o de creencias.
Un último bucle. Estas relaciones, a su vez, son similares a las que se dijo que hacían la matemáti­ca –una parte y una herra­mien­ta de cual­quier simu­la­dor–, cuando fue vista como una co­lec­ción cohe­ren­te de tautologías, de relaciones de igualdad o, me­jor dicho, de co-refe­ren­cia­li­dad (para algunos, construidas; pa­ra otros, descu­bier­tas).
PD de las 6:55 am: Acabo de cambiar el final con una supresión y una sustitución:

Estos agrupa­mien­tos, gracias a los cuales nos aho­rra­mos tener que ir estre­nan­do nuevas cate­go­rías cada vez, son el trabajo más cons­pi­cuo de la inte­li­gen­cia en la especie hu­ma­na.
Una última deriva. Estas relaciones, a su vez, son similares a las que se dijo que hacían a la matemáti­ca –una parte y una herra­mien­ta de cual­quier simu­la­dor–, cuando fue vista como una co­lec­ción cohe­ren­te de tautologías, de relaciones de igualdad o, me­jor dicho, de co-refe­ren­cia­li­dad (para algunos, construidas; pa­ra otros, descu­bier­tas).

PD de las 6:12 pm: Suprimí el último paréntesis.