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lunes, 28 de febrero de 2011

Espejos predictivos 001 (1.0.0)


Le acabo de hacer agregados importantes al ensayo: la actual sección 1, con los epígrafes referidos a Dorian Gray. Hasta ahora el ensayo era esto:


Los Simpsons, “Última salida a Springfield” (T4 E17).


        «Se trata de un espejo que refleja no sólo la imagen actual de la persona sino también su probable apariencia en el futuro. Es un sofisticado sistema, desarrollado en Francia por Sophia Antipolis del Laboratorio Tecnológico de Accenture. Es una especie de televisor de pantalla plana, conectado a un equipo de cámaras, a un procesador de imágenes y a un software. El objetivo del sistema es el de mostrarle a la persona cómo va a ser su aspecto corporal en un lapso de cinco años. De este modo, aspira a reflejar los efectos a corto plazo de no llevar hábitos de vida saludables

        De la nota titulada “Crean un espejo que muestra el envejecimiento”, del diario Clarín del 6 de febrero de 2005.

1.

Llamar “espejo” a ese flamante artilugio pronosticador es dar por probada su eficacia, prueba que no se ofrece en el artículo (y que, de haber existido, habría sido la noticia, con la obligada ilustración de dos imágenes idénticas separadas por un lustro conservador). Veamos qué requisitos debería sortear esa prueba.

2.

Ya que ese “espejo” del futuro es la pantalla de una computadora, además de “reflejar” bien podría memorizar por fecha cada predicción sobre X, lo que incluye la batería de datos que se usó (estado de salud de ese momento, dieta, hábitos de vida, etc.), el análisis de esos datos y la imagen resultante con una proyección a 5 años. Y como quien puede lo más puede lo menos, la máquina guardaría también junto con esos mismos datos una imagen del actual X, para algo más que para ahorrarnos un espejo colgado.
Antes de hablar de para qué más, hagamos algunas cuentas simples. ¿Cuántas oportunidades tendremos de comparar la imagen actual con la del pronóstico de 5 años atrás a lo largo de una década? En una década hay 6 distancias de 5 años: por ejemplo, 80-85, 81-86, 82-87, 83-88, 84-89, 85-90. Si medimos las distancias por meses en lugar de años, pasan a ser 6×12= 72 en diez años (son listables: el 1º lustro, de enero del 80 a enero del 85; el 12º, de diciembre del 80 a diciembre del 85; el 13º, de enero del 81 a enero del 86; etc.). Y si las medimos por días, hay 6×365 = 2.190 distancias de un lustro (obviando, como hice, los tres 29 de febrero de esa década, la 1º distancia va del 1 de enero del 80 al 1 de enero del 85; la 365º, del 31 de diciembre del 80 al 31 de diciembre del 85; la 366º, del 1 de enero del 81 al 1 de enero del 86; etc.).
Supongamos, como es razonable, que la computadora haga un registro y una predicción por día. En tal caso, en una década dispondremos de 2.190 posibles pares de imágenes para comparar. De éstos, sólo serán comparables a los efectos de evaluar la puntería de las predicciones los pares cuyas imágenes sean los extremos de un lustro ininterrumpido con el mismo estilo de vida. Lo digo de nuevo: sólo si, pasados 5 años, la dieta y los hábitos de X no han cambiado, el registro que la computadora hace en ese momento es comparable con la predicción que hizo 5 años atrás.
Imaginemos que cuando eso ocurre la pantalla se divide en dos: a la izquierda, el registro que hace de punto de referencia; a la derecha, la predicción en su hora de la verdad. Si las imágenes difieren, la predicción erró, por mucho o por poco; si no, acertó (o sea, si no, no). En el primer caso, para mejorar la puntería habrá que revisar el universo de datos que se eligen y los análisis que se hacen de ellos. En el segundo, con una serie de aciertos previsibles (no fortuitos, no suertudos) las predicciones se hacen casi tan confiables como un espejo (rasgo tan o más conspicuo que el de reflejar).

3.

Este espejo de 5 años adelante viene a asociarse al de ahora. Si en vez de eso viniera a reemplazarlo, perdería su utilidad disuasoria en al menos una clase de comparaciones, a la que pertenece la que venimos imaginando. Imaginemos el caso.
X el agorafóbico hace 5 años que en su casa se quedó sin espejos genuinos, esos objetos de óptica que nos reflejan sin demora. El único que le queda es uno de aquellos metafóricos espejos de nuestro futuro, una ingeniería electrónica que recaba datos, los analiza y hace diagnósticos y proyecciones para pronosticarnos con un retrato hipotético cómo nos veremos si seguimos con ese estilo de vida. Hace 5 años que X, en definitiva, no sabe cómo es cada vez, sino sólo cómo va a ser en 5 años.
Si sus decisiones sobre seguir o no con ese estilo de vida dependieran exclusivamente de comparaciones de este tipo, X no podría tomar ninguna bien fundada: en esas condiciones no puede saber cuán diferente a ahora se ve el que será si sigue así. Pero nada impide que uno también pueda tomar esa decisión comparando la imagen pronosticada ahora, con un estilo de vida, con la pronosticada algún tiempo atrás, con otro estilo, para ver si el cambio produjo una predicción más halagadora o menos. X seguiría sin saber cómo es, pero conservaría la posibilidad de saber qué le conviene hacer.

4.

Un espejo común y corriente podría volverse “mágico” en la otra dirección del tiempo sólo con manipular la velocidad de la luz que le trae y le lleva información. Si pudiéramos lentificarla a gusto, podríamos hacer que al mirarnos en un espejo a 1 metro de distancia no estemos viendo el que somos (en rigor, el que éramos hace una ínfima fracción de segundo), sino el que éramos hace 5 años, por ejemplo. De nuevo, no sabríamos cómo somos en el presente; pero esta vez sólo tendríamos de nosotros imágenes antiguas (como las que ostensiblemente tenemos de estrellas y galaxias lejanas con la luz a 299.792.458 m/s).


Ahora es esto:

1.

        «“Sólo dispone de unos pocos años para vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. (...) Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. (...) Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente...” Así describió Oscar Wilde en su única novela, “El Retrato de Dorian Gray”, el temor que incita la vejez en Lord Henry, uno de sus personajes. El libro cuenta la historia de Dorian Gray, que se libra de los estragos de la edad trasladándoselos a un retrato suyo, que envejece por él. Para el escritor irlandés hubiera sido difícil imaginar que 115 años después estaría listo un invento inspirado en esta idea

        De la nota “Crean un espejo que muestra el envejecimiento”, del diario Clarín del 6 de febrero de 2005.


        «Este novedoso producto mostrará, al igual que en la famosa novela de Oscar Wilde “El retrato de Dorian Gray”, cómo envejecerá el rostro de quien se mire en él.»

        De la nota “Crean un espejo que muestra cómo será un rostro al envejecer”, del diario Clarín del 4 de febrero de 2005.

Si un retrato normal pudiera ver, vería cómo el retratado se va diferenciando de él (creciendo, mutando, madurando, envejeciendo, y deseable o indeseablemente, más o menos notorio, más o menos rápido). Dorian Gray un día cambia roles con su retrato y pasa a verlo envejecer, mientras él se queda viviendo en la juventud de ese día.
Con el tiempo, en sus retratos vemos Dorian Gray cada vez más viejos, pero ninguno futuro: no son imágenes predictivas, como dice Clarín el 4 de febrero (seguramente para apurar otro de esos típicos cruces entre imaginaciones literarias visionarias y realizaciones científicas y tecnológicas muy ulteriores). En lugar de eso, esas imágenes pueden ser hipótesis contrafácticas y, en ese caso, el retrato muestra cómo sería su cara ahora, en el presente, si no se hubiera librado de la rueda de cambios. Otra posibilidad, si se quiere dramatizar y conjeturar aún más, es que la imagen pertenezca a un mundo paralelo de efectos sustraídos a este (como un depósito de excepciones) o a una mera bifurcación del jardín de senderos. Pero se trate de un presente paralelo, uno bifurcado o uno hipotético, lo cierto es que no es un futuro lo que ve Dorian Gray en su retrato. Para eso está el invento que el 6 de febrero todavía dicen que inspira.

2.

        «Se trata de un espejo que refleja no sólo la imagen actual de la persona sino también su probable apariencia en el futuro. Es un sofisticado sistema, desarrollado en Francia por Sophia Antipolis del Laboratorio Tecnológico de Accenture. Es una especie de televisor de pantalla plana, conectado a un equipo de cámaras, a un procesador de imágenes y a un software. El objetivo del sistema es el de mostrarle a la persona cómo va a ser su aspecto corporal en un lapso de cinco años. De este modo, aspira a reflejar los efectos a corto plazo de no llevar hábitos de vida saludables. Es un espejo digital destinado a evitar en lo posible los “horribles sufrimientos” de la vejez a los que se refería Wilde.»

        Continuación de la nota “Crean un espejo que muestra el envejecimiento”, del diario Clarín del 6 de febrero de 2005.


Los Simpsons, “Última salida a Springfield” (T4 E17).


Llamar “espejo” a ese flamante artilugio pronosticador es dar por probada su eficacia, prueba que no se ofrece en el artículo (y que, de haber existido, habría sido la noticia, con la obligada ilustración de dos imágenes idénticas separadas por un lustro conservador). Veamos qué requisitos debería sortear esa prueba.

2.1.

Ya que ese “espejo” del futuro es la pantalla de una computadora, además de “reflejar” bien podría memorizar por fecha cada predicción sobre X, lo que incluye la batería de datos que se usó (estado de salud de ese momento, dieta, hábitos de vida, etc.), el análisis de esos datos y la imagen resultante con una proyección a 5 años. Y como quien puede lo más puede lo menos, la máquina guardaría también junto con esos mismos datos una imagen del actual X, para algo más que para ahorrarnos un espejo colgado.
Antes de hablar de para qué más, hagamos algunas cuentas simples. ¿Cuántas oportunidades tendremos de comparar la imagen actual con la del pronóstico de 5 años atrás a lo largo de una década? En una década hay 6 distancias de 5 años: por ejemplo, 80-85, 81-86, 82-87, 83-88, 84-89, 85-90. Si medimos las distancias por meses en lugar de años, pasan a ser 6×12= 72 en diez años (son listables: el 1º lustro, de enero del 80 a enero del 85; el 12º, de diciembre del 80 a diciembre del 85; el 13º, de enero del 81 a enero del 86; etc.). Y si las medimos por días, hay 6×365 = 2.190 distancias de un lustro (obviando, como hice, los tres 29 de febrero de esa década, la 1º distancia va del 1 de enero del 80 al 1 de enero del 85; la 365º, del 31 de diciembre del 80 al 31 de diciembre del 85; la 366º, del 1 de enero del 81 al 1 de enero del 86; etc.).
Supongamos, como es razonable, que la computadora haga un registro y una predicción por día. En tal caso, en una década dispondremos de 2.190 posibles pares de imágenes para comparar. De éstos, sólo serán comparables a los efectos de evaluar la puntería de las predicciones los pares cuyas imágenes sean los extremos de un lustro ininterrumpido con el mismo estilo de vida. Lo digo de nuevo: sólo si, pasados 5 años, la dieta y los hábitos de X no han cambiado, el registro que la computadora hace en ese momento es comparable con la predicción que hizo 5 años atrás.
Imaginemos que cuando eso ocurre la pantalla se divide en dos: a la izquierda, el registro que hace de punto de referencia; a la derecha, la predicción en su hora de la verdad. Si las imágenes difieren, la predicción erró, por mucho o por poco; si no, acertó (o sea, si no, no). En el primer caso, para mejorar la puntería habrá que revisar el universo de datos que se eligen y los análisis que se hacen de ellos. En el segundo, con una serie de aciertos previsibles (no fortuitos, no suertudos) las predicciones se hacen casi tan confiables como un espejo (rasgo tan o más conspicuo que el de reflejar).

2.2.

Este espejo de 5 años adelante viene a asociarse al de ahora. Si en vez de eso viniera a reemplazarlo, perdería su utilidad disuasoria en al menos una clase de comparaciones, a la que pertenece la que venimos imaginando. Imaginemos el caso.
X el agorafóbico hace 5 años que en su casa se quedó sin espejos genuinos, esos objetos de óptica que nos reflejan sin demora. El único que le queda es uno de aquellos metafóricos espejos de nuestro futuro, una ingeniería electrónica que recaba datos, los analiza y hace diagnósticos y proyecciones para pronosticarnos con un retrato hipotético cómo nos veremos si seguimos con ese estilo de vida. Hace 5 años que X, en definitiva, no sabe cómo es cada vez, sino sólo cómo va a ser en 5 años.
Si sus decisiones sobre seguir o no con ese estilo de vida dependieran exclusivamente de comparaciones de este tipo, X no podría tomar ninguna bien fundada: en esas condiciones no puede saber cuán diferente a ahora se ve el que será si sigue así. Pero nada impide que uno también pueda tomar esa decisión comparando la imagen pronosticada ahora, con un estilo de vida, con la pronosticada algún tiempo atrás, con otro estilo, para ver si el cambio produjo una predicción más halagadora o menos. X seguiría sin saber cómo es, pero conservaría la posibilidad de saber qué le conviene hacer.

3.

Un espejo común y corriente podría volverse “mágico” en la otra dirección del tiempo sólo con manipular la velocidad de la luz que le trae y le lleva información. Si pudiéramos lentificarla a gusto, podríamos hacer que al mirarnos en un espejo a 1 metro de distancia no estemos viendo el que somos (en rigor, el que éramos hace una ínfima fracción de segundo), sino el que éramos hace 5 años, por ejemplo. De nuevo, no sabríamos cómo somos en el presente; pero esta vez sólo tendríamos de nosotros imágenes antiguas (como las que ostensiblemente tenemos de estrellas y galaxias lejanas con la luz a 299.792.458 m/s).