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domingo, 20 de marzo de 2011

Ranas arboricolas 002 (1.0.1)


Cambios menores en el ensayo, algunos casi medios (no llegaron a ser un cambio de idea, pero fueron reformulaciones no menores).
Antes decía:
Por lo demás, son los mismos roles que, con otros y diversos propósitos (si obviamos el chiste del famoso error de imprenta), tienen el lobo –que busca y no es buscado, salvo por fuera del trío–, Caperucita roja –que busca y es buscada– y su abuela –que es buscada por los dos, a diferencia del macho cantor y de Kimmy–. Y a diferencia de lo que ocurre en el relato documental sobre las ranas arborícolas, en las dos fábulas humanas el desenlace es el mismo: bajo la forma general del triunfo del bien sobre el mal, fracaso del acechante (un literal tercero excluído) y éxito de la expedición peligrosa.

Ahora dice:
Por lo demás, son los mismos roles que, con otros y diversos propósitos (si obviamos el chiste del famoso error de imprenta), tienen el lobo –que busca y no es buscado, salvo por fuera del trío–, Caperucita roja –que busca y es buscada– y su abuela –que es buscada por los otros dos, a diferencia del macho cantor y de Kimmy–. Uno es el juego surtido de resultados que tienen esas relaciones en el documental sobre las ranas arborícolas, y otro es el juego inexorable que tienen en las dos fábulas humanas. Los duelos dobles de Caperucita roja y de Michael llegan al mismo desenlace impulsados por una misma moral de aventuras: en nombre del triunfo del bien sobre el mal, fracaso del acechante (un literal tercero excluído) y éxito de la expedición peligrosa.

Antes decía:
De acuerdo con esas necesidades, la elegida debe ser la más querida de las dos, la amada, no la mejor estratega ni la que demuestre querer más al elector (sea voluntad, amor o ambos). El de Michael es un acto de gracia, no una premiación. Él no es un jurado que debe sopesar méritos y fundamentar su elección. El único premio que Michael otorga es un premio consuelo, cuando le agradece a la rechazada y recién perdonada Jules el halago implicado en su tentativa de suplantar a Kimmy, la elegida.

Ahora dice:
De acuerdo con esas necesidades, la elegida debe ser la más querida de las dos, la amada, no la mejor estratega ni la que demuestre querer más al elector (sea voluntad, amor o ambos). Michael no elige arbitrando entre quienes se lo disputan, aun cuando su elección acabe consagrando a una y frustrando a la otra. En ese sentido, lo suyo es un acto de gracia, no una premiación. El único premio que Michael otorga es un premio consuelo, cuando le agradece a la rechazada y recién perdonada Jules el halago implicado en su tentativa de suplantar a Kimmy, la elegida.

Antes decía:
Por muy Julia Roberts que sea (y por mucho que Michael la justifique y que también el James Bond de George la pretenda compensar), Jules no puede burlar esta justicia amorosa; no sería edificante. Para serlo, primero se arrepiente, se confiesa, es perdonada y comprendida con gratitud, para finalmente ir a ocupar su lugar en el sabio diseño, lo que en términos de una historia se suele traducir como que cumplió con su destino: “Hice lo que vine a hacer”, termina diciendo Jules durante los bailes de la boda que había querido impedir. La fórmula usada (orgullosa y provocativamente tautológica) la había recibido de su consejero George y ahora se la devolvía, aprendida en carne propia. Lección cumplida.

Ahora dice:
Por muy Julia Roberts que sea, Jules no puede burlar esta justicia amorosa; no sería edificante. Para serlo, primero se arrepiente, se confiesa, es perdonada y comprendida con gratitud, para finalmente ir a ocupar su lugar en el sabio diseño, consolada ahora por el James Bond de George. En términos de una historia, ese ubicarse donde debía equivale a que Jules cumplió con su destino: “Hice lo que vine a hacer”, termina diciendo durante los bailes de la boda que había querido impedir. La fórmula usada (orgullosa y provocativamente tautológica) la había recibido de su consejero George y ahora se la devolvía, aprendida en carne propia. Lección cumplida.


sábado, 19 de marzo de 2011

Ranas arborícolas 001 (1.0.0)


Hice varios cambios en el ensayo, sobre todo agregados. Copio los principales (si están dentro de una frase que ya existía, los pongo en negritas):

Puede que las parejas ideales no sean suficientes o tan necesarias, si la especie se vale también de las otras (¿en menor, en igual o en mayor medida?).

Como se ve, la distribución de papeles entre los dos géneros es la inversa en “La boda de mi mejor amigo”, que a su vez es una modificación del reparto que en esas situaciones más se da en nuestra cultura de cazadores machos y presas hembras (reparto que le habría dado a la película un protagonista acechante masculino y el título “La boda de mi mejor amiga”).
Por lo demás, son los mismos roles que, con otros y diversos propósitos (si obviamos el chiste del famoso error de imprenta), tienen el lobo –que busca y no es buscado, salvo por fuera del trío–, Caperucita roja –que busca y es buscada– y su abuela –que es buscada por los dos, a diferencia del macho cantor y de Kimmy–. Y a diferencia de lo que ocurre en el relato documental sobre las ranas arborícolas, en las dos fábulas humanas el desenlace es el mismo: bajo la forma general del triunfo del bien sobre el mal, fracaso del acechante (un literal tercero excluído) y éxito de la expedición peligrosa. (En las fábulas de desencuentro que escribe Kafka, lo que frustra la reunión deseada no es la acción de un villano lateral, sino la de un diseño, burocrático o territorial.)

(Porque –no «aunque»– «no hay escasez de pretendientes», las hembras rana y Michael pueden elegir y actuar en consecuencia.)

(Como un símbolo de alianza que repite el de los anillos, una canción –su canción con Michael, mito amoroso por el que había creído tener más derechos a él que Kimmy– es el regalo de boda que Jules le termina haciendo a la pareja, hasta que encuentren su propia nuestra canción.)

(podría tatuarse un Res non verba, si verbalizarlo no fuera quisquillosamente contradictorio)

viernes, 18 de marzo de 2011

Por ejemplo, X 001 (0.1.0)


Ayer a la tarde, con la publicación de “Secuencias y sobreentendidos”, inauguré la serie Diálogos. Fue “Diálogo I”, hasta que encontré otro ensayo encabezado por un diálogo breve, “Por ejemplo, X”, que pasó a subtitularse “Diálogo I” por su necesariamente mayor antigüedad.
El cuerpo del ensayo no lo modifiqué. Solamente modifiqué el diálogo, para adaptarlo a los dialogantes de la foto que elegí y subí después de haber subido la de “Secuencias y sobreentendidos”. El anterior diálogo, que no estaba en posición de epígrafe sino como un primer párrafo del ensayo, separado del resto con un doble interlineado, era éste:
–Había X personas.
–¿Cuántas, por ejemplo?
–35, ponele.


jueves, 3 de marzo de 2011

De ventajas y demoras vitales 002 (0.2.0)


Acabo de agregarle el que ha quedado como último párrafo del ensayo:
Por exageración, para mayor impacto, la frase del baño y afines pretenden que la intensidad del dramatismo extendido sea tan alta como la del concentrado (a lograr esa ilusión o esa sensación aspira, creo, el ingenio metafórico). De tan desgastante, tal vez sea inverosímil soportar toda una vida esa intensidad dramática, pero no el decirlo y hacerlo sentir, creer o imaginar, al menos por un rato (nunca como entonces su poder de distracción y de convicción es mayor).

martes, 1 de marzo de 2011

De ventajas y demoras vitales 001 (0.1.0)


Hice cambios entre menores y medios en la sección 1. Antes decía esto:

Describamos el episodio del que vamos a recortar un período casi completo.
En la cara interna de la puerta de ese lugar sagrado / donde acude tanta gente (de ambos géneros, pero en un 90% mujeres en este caso), alguien introduce una incitación con un aforismo. La extrae como lo que se sigue de un retrato o definición de la vida en relación con la muerte (y/o al revés): “La muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja... ¡Vivila!”. A esta frase apunta una flecha, que nos dice que en su origen hay, si no una respuesta, un comentario referido a eso, un aporte (que en este caso no es polémico, tal vez a fuerza de ser poco atinente). Luego de unas consideraciones sobre el infinito terrícolamente incompletable, la escribiente cambia de tema: exclama su proclama anoréxica y se auto-arenga para declarar una militancia que en el esfuerzo por ser orgullosa al menos alcanza a ser no vergonzosa. La militancia de ese trastorno es amonestada desde una segunda flecha, donde se practica una mezcla de agravio y diagnóstico, del que se desafía a estar también orgullosa a la injuriada. Dos respuestas más provoca la reivindicación anoréxica, y por fuera, antes o después, Marta se contenta con dejar testimonio de su paso por ahí.
Bien, de todo esto aislemos el aforismo, sin la exhortación que lo remata. Comparémoslo con otras piezas del mismo género.


Ahora dice esto y así:

En la cara interna de la puerta de ese lugar sagrado / donde acude tanta gente (de ambos géneros, pero en un 90% mujeres en este caso), alguien introduce una incitación con un aforismo. La extrae como lo que se sigue de un retrato o definición de la vida en relación con la muerte (y/o al revés): “La muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja... ¡¡Vivila!!”.
A esta frase apunta una flecha, que nos dice que en su origen hay, si no una respuesta, un comentario referido a eso, un aporte. A algo tan abarcador como la vida y la muerte se le contesta con algo aún más abarcador, como para no quedar cortos: la Tierra mortal, el infinito, lo incompletable. Una vez cumplido el esfuerzo filosófico de cortesía, la escribiente cambia de tema: exclama su proclama anoréxica y se auto-arenga para declarar su militancia, que en el esmero por ser orgullosa al menos alcanza a ser no vergonzosa. (Si estuviera orgullosa no habría hecho un cambio de tema: habría presentado lo suyo como un ejemplo de la vida vivida que se llama a tener, un testimonio de ese llamado atendido –es probable que hasta para ella eso fuera algo difícil de creer.)
La militancia de este trastorno es amonestada desde una segunda flecha, con un agravio y un desafío a expandir el orgullo. Dos respuestas más provoca la reivindicación anoréxica, y por fuera, antes o después, Marta se contenta con dejar testimonio de su paso por ahí.
Bien, de todo esto aislemos el aforismo, sin la exhortación que lo remata. Comparémoslo con otras piezas del mismo género.