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lunes, 16 de abril de 2012

Dos espejismos 002 (0.1.1)


Acabo de agregar el párrafo que sigue a la cita en la nota del asterisco de...
La tercera muestra las vicisitudes del juego de distinguirlas.*
En la escena del lago, Humbert Humbert cuenta por qué en un juego similar con su esposa estaría perdido:
Charlotte, que no advirtió la falsedad de todas las convenciones cotidianas y normas de conducta, de todos los alimentos y los libros y las personas que prefería, era capaz de distinguir en seguida una entonación falsa en cuanto dijera yo para tratar de retener a Lo. Era como un músico que es un individuo vulgar y odioso en la vida corriente, desprovisto de tacto y gusto, pero que oye una nota falsa con destreza diabólica.” (71)

El juego es similar y no idéntico por una diferencia de distancias y, por lo tanto, también de perspectivas: distinguir voces y ruidos de fuentes lejanas es un zoom out; un zoom in, la «destreza diabólica» de «distinguir en seguida una entonación falsa» en la voz de un interlocutor (así de cerca).

domingo, 15 de abril de 2012

Dos espejismos 001 (0.1.0)


Hice cambios en el último párrafo de la sección 1. Hasta recién decía esto:
En un pasaje hay un “sí” remoto a una invitación. En el otro está el saber de una futura Lolita que se aleja irreversiblemente de la que Humbert Humbert ama y de él. Otras lejanías actúan en los dos sets acústicos de la serie.

Ahora dice así:
En un pasaje hay un remotísimo “sí” a una invitación reiterada (una insistencia que no acorta distancia, cuyo fracaso dura lo que se tarda en aceptar que es “no”). En el otro está el saber de una futura Lolita que se aleja irreversiblemente de la que Humbert Humbert ama y de él.
Otras lejanías actúan en los dos sets acústicos de la serie. Y esta vez no serán metafóricas, sino largas distancias físicas, ejemplos de nociones espaciales que pueden darnos lo que escuchamos y/o lo que vemos, por nombrar sólo dos sentidos.

También cambié el primer párrafo de la sección 2. Antes decía esto:
Empiezo por el segundo recuerdo más recurrente de los dos más sensibles al oído: ...

Ahora dice esto:
Breve introducción al segundo recuerdo más recurrente de los dos más sensibles al oído. Camino al lago donde tiene lugar la escena, la señora Humbert ha revelado su plan de enviar a su hija Dolores Haze directamente del campamento de verano donde está a un internado lejano. Humbert Humbert ha resuelto que «la solución natural era eliminar a la señora Humbert». La primera oportunidad la ve inmediatamente, cuando están nadando solos y a la vista sólo hay dos posibles testigos, que están «bastante cerca para presenciar un accidente y bastante lejos para no observar un crimen». Son «el hombre de ley y el hombre de agua», y el primer espejismo audiovisual de la serie los tiene de protagonistas.

También le agregué "y un delay entre ambos" a la frase que terminaba "La del segundo es de un sonido único con su fuente aún divisable", en el segundo párrafo.
Agregué también la nota que se abre cliqueando en el asterisco del final de esta frase:
La tercera muestra las vicisitudes del juego de distinguirlas.*
En la escena del lago, Herbert Herbert cuenta por qué en un juego similar con su esposa estaría perdido:
Charlotte, que no advirtió la falsedad de todas las convenciones cotidianas y normas de conducta, de todos los alimentos y los libros y las personas que prefería, era capaz de distinguir en seguida una entonación falsa en cuanto dijera yo para tratar de retener a Lo. Era como un músico que es un individuo vulgar y odioso en la vida corriente, desprovisto de tacto y gusto, pero que oye una nota falsa con destreza diabólica.” (71)


lunes, 9 de abril de 2012

Ante las interpretaciones 014 (4.0.0)


Agregué mucho texto. Este es el más largo:

Quienes ven esa condición como suficiente no ven necesaria una salida del encierro en esa posibilidad tan irrefutable (punto a favor) como indemostrable (punto en contra), de la que hacen una defensa mediovasista. La necesidad de salir de la suma cero de una conjetura inatravesable es epistemológica: mejor sumar un saber a la cadena (o red) que empantanarse en una creencia (o sea, en la confianza concedida a una de esas conjeturas). Y esa salida, hasta donde entiendo, requiere un movimiento fractal de metalectura y reflexión: leerse leyendo, hacer la lectura de una lectura, proceder sobre el resultado de la aplicación anterior del procedimiento. Es un movimiento similar al que induce a rechazar las premisas de un razonamiento si conducen a una contradicción. La diferencia es temática: en lugar de operarse una reducción al absurdo se opera una reducción a la inutilidad epistemológica (que no implica la literaria: por ejemplo, una lectura así del Martín Fierro, en vez de pretender ser un saber sobre el poema, sirve a su reescritura –una continuación– en el cuento “El fin”, de Borges).
Lo que se lleva esta nueva pasada de la navaja de Ockham son las interpretaciones, si convenimos entenderlas como indecidibles asignaciones de sentido y/o de valor de verdad, que «no admiten la menor réplica y no causan la menor convicción» (para significar lo incomprobable, el segundo término de esta elegancia borgeana es impreciso: imaginaciones y conjeturas así bien pueden –y suelen– tener el efecto placebo de causar convicción, lo que es algo netamente subjetivo). Y si nos abstenemos de hacer esas atribuciones de verdades ocultas y/o de sentidos profundos o trascendentes, nos quedan las implicaciones a partir de un dato (“En esta fecha no hubo empates. Por lo tanto, en todos los partidos tenemos goles”, abrió “Fútbol de Primera” Marcelo Araujo una vez) y los cableados entre datos según una afinidad de rasgos o circunstancias o roles o cualquier cosa que pueda presentar un patrón (un juego de relaciones diacrónicas, un desarrollo) o un diseño (un juego de relaciones sincrónicas, un mapa de roles o circunstancias o rasgos, etc.). Ya puestos ahí, nos restaría ver si esas inferencias y conexiones son válidas o aceptables (si juegan limpio, si no son falacias, si no son precipitadas o antojadizas, etc.; en definitiva, como diría K y aceptaría el capellán, si están bien fundamentadas).
En la «fundamentación» de la «opinión aventurada» de que el guardián es «el engañado», el sacerdote expone inferencias sobre tres tristes tópicos que componen el asunto: el guardián se engaña respecto de su lugar de pertenencia («De todo esto se infiere que no sabe nada acerca del aspecto y el significado del interior, y se encuentra engañado al respecto»), respecto de su relación con el otro («Pero también se encuentra engañado acerca del hombre del campo, pues él se encuentra subordinado a este hombre, y no lo sabe») y respecto de su trabajo («...de acuerdo con esa opinión, el guardián se encuentra en un engaño mucho mayor en lo que respecta a su servicio»). «Eso está bien fundamentado», aprueba K cuando el sacerdote termina.
Otros podrían no pensar igual de todas las inferencias que participan en la fundamentación. Podrían objetar, por ejemplo, los argumentos por los que «muchos están de acuerdo en que no podrá cerrar la puerta» el guardián, en el engaño sobre su servicio. ¿Por qué decir que «la puerta de la ley está abierta, como siempre» equivale a decir «independientemente de la duración de la vida del hombre al que está destinada»? Aunque la acción quede fuera de cuadro, se presume que el guardián cerró la puerta y se fue, como le anunció que haría al hombre de campo.

También agregué el paréntesis de esta frase:
Si lo que dice un escrito es siempre lo que se entiende de lo que dice, si estas son cosas inseparables, entonces las interpretaciones (en la acepción restringida de lecturas de un universo de datos) resultan inevitables...

También agregué las frases que están completas en esta cita:
...como si eso se dijera en el cuento o se pudiera inferir de que no se diga lo contrario. Nuevamente, nada se dice al respecto. Y no habla de que tema entrar el hecho de que no se diga que quiera entrar; bien puede entenderse, sin piruetas interpretativas, que cumple una función al no entrar, no que evita algo temido. Una inexistencia sólo puede ser relevante si...


PD 16:30h: Cambié el último párrafo del agregado extenso. Ahora dice:
Otros podrían no pensar igual de todas las inferencias que participan en la fundamentación. Podrían objetar, por ejemplo, los argumentos por los que «muchos están de acuerdo en que no podrá cerrar la puerta» el guardián, en el engaño sobre su servicio. ¿Por qué el decir que «la puerta de la ley está abierta, como siempre» equivale a decir «independientemente de la duración de la vida del hombre al que está destinada», de donde se deduce que «entonces tampoco el guardián puede cerrarla»? El dato que se lee dado es el anuncio de esa acción; su efectivización es un dato que se presume dado: aunque la acción quede fuera de cuadro, se presume que el guardián cerró la puerta y se fue, como le anunció que haría al moribundo (cuya muerte también es un anuncio, no un hecho, y nos bastaría un poco de suspicacia y voluntad hermenéutica para negar que pueda cumplirse). Si rechazamos esta presunción en virtud de aquellas disquisiciones semánticas sobre el «siempre», tenemos que habilitar nuevas interpretaciones sobre los motivos que pudo tener el guardián para hacer el anuncio:
«Las opiniones divergen sobre si el guardián, al anunciar que va a cerrar la puerta, solo quiere dar una respuesta, o destacar su obligación, o producir arrepentimiento y tristeza en el hombre todavía en el último instante.»

Notemos que las tres especulaciones barajadas suponen un guardián que conoce la presunta imposibilidad o falsedad de lo anunciado, o sea, que engaña al campesino sin engañarse él mismo. Si «el guardián se encuentra en un engaño mucho mayor en lo que respecta a su servicio» en razón de que no podrá cerrar la puerta «siempre» abierta, entonces al momento de hacer el anuncio debería creer que sí podrá, intentarlo oportunamente y recién ahí descubrir su ingenuidad y desengañarse.

sábado, 7 de abril de 2012

Ante las interpretaciones 013 (3.0.4)


Agregué la nota con cita de Susan Sontag que está al final del párrafo:
Cada operación se promociona como una comprensión mejorada, superior a una literal (grado cero de interpretación y despegue) y a cualquier otra no literal (con algún despegue interpretativo a fundamentar).*
Para historizar el fenómeno, Susan Sontag lo remonta a exégesis religiosas varias, que aceptan renunciar a la literalidad de una palabra consagrada pero (o para) no renunciar a su autoridad, cuya administración detentan o pretenden detentar. Cito de “Contra la interpretación” (en Contra la interpretación y otros ensayos, Seix Barral, Barcelona, 1984, página 18; traducción de Horacio Vázquez Rial):
¿Qué situación pudo dar lugar al curioso proyecto de transformar un texto? La historia nos facilita los materiales para una respuesta. La interpretación apareció por vez primera en la cultura de la antigüedad clásica, cuando el poder y la credibilidad del mito fueron derribados por la concepción «realista» del mundo introducida por la ilustración científica. Una vez planteado el interrogante que acuciaría a la conciencia postmítica –el de la similitud de los símbolos religiosos–, los antiguos textos dejaron de ser aceptables en su forma primitiva. Entonces, se echó mano de la interpretación para reconciliar los antiguos textos con las «modernas» exigencias. Así, los estoicos, a fin de armonizar su concepción de que los dioses debían ser morales, alegorizaron los rudos aspectos de Zeus y su estrepitoso clan de la épica de Homero. Lo que Homero describió en realidad como adulterio de Zeus con Latona, explicaron, era la unión del poder con la sabiduría. En esta misma tónica, Filón de Alejandría interpretó las narraciones históricas literales de la Biblia hebraica como parábolas espirituales. La historia del éxodo desde Egipto, los cuarenta años de errar por el desierto, y la entrada en la tierra de promisión, decía Filón, eran en realidad una alegoría de la emancipación, las tribulaciones y la liberación final del alma individual. Por tanto, la interpretación presupone una discrepancia entre el significado evidente del texto y las exigencias de (posteriores) lectores. Pretende resolver esa discrepancia. Por alguna razón, un texto ha llegado a ser inaceptable; sin embargo, no puede ser desechado. La interpretación es entonces una estrategia radical para conservar un texto antiguo, demasiado precioso para repudiarlo, mediante su refundición. El intérprete, sin llegar a suprimir o reescribir el texto, lo altera. Pero no puede admitir que es eso lo que hace. Pretende no hacer otra cosa que tornarlo inteligible, descubriéndonos su verdadero significado. Por más que alteren el texto, los intérpretes (otro ejemplo notable son las interpretaciones «espirituales» rabínicas y cristianas del indiscutiblemente erótico Cantar de los cantares) siempre sostendrán estar revelando un sentido presente en él.

miércoles, 4 de abril de 2012

Ante las interpretaciones 012 (3.0.3)


Le agregué el epígrafe de Susan Sontag a la Parte II del ensayo. El comienzo de la sección 1 cambió levemente: antes empezaba con "Al relato..."; ahora empieza "Como a la novela que lo incluye, al relato “Ante la ley” no le faltan...".

Identificaciones de simpatizante 001 (0.1.0)


Convertí en punto seguido lo que era el punto final de este paréntesis, que estrena oración y punto final:
(El deseo inverso es –o sólo participa de– el que exterioriza un sentimiento inverso, como pueden ser el de una antipatía, si es de baja o media intensidad, o el de un odio, si es de alta –donde la mayor satisfacción proviene de la “peor humillación” del otro, no de su mejor felicidad–. Y entonces vemos estos sentimientos exhibirse como máximas expresiones de polos opuestos: amar es el máximo comportamiento cooperativo; odiar, el máximo competitivo.)

Con este cambio, reemplacé más adelante "instintivamente colaborativos" por "instintivamente cooperativos".
También agregué los paréntesis que aclaran la diferencia entre "empresas exitosas" y "objetivos cumplidos":
Es una empatía de simpatizante, de hincha de quien nos representa por alguna razón, de aquel con quien nos identificamos de cierto modo. La relación pasa de vertical a horizontal cuando esa simpatía se tiene por un par y se activa por igual ante sus situaciones de riesgo, sus desafíos, con su heroicidad para zafar o resistir, como ante sus iniciativas y empresas exitosas (“¡Qué bueno, le está yendo bien!”) u objetivos cumplidos (“¡Qué bueno, le fue bien!”).

domingo, 1 de abril de 2012

Lo que dice la frase 001 (0.0.1)


Donde antes decía:
Y si éste es el caso, lo que ahí se dice (lo que se revela que ahí se dice) puede complementar o puede desdecir lo que dice la frase.

ahora dice:
Y si éste es el caso, lo que ahí se dice (lo que se le revela al ojo que ahí se dice) puede resolver a qué se refiere ese “acá”, hable o no del asunto.