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jueves, 23 de mayo de 2013

El silencio de las sirenas 004 (2.0.0)


En la mañana del martes 21 agregué la sección 4.1 del ensayo, además de hacerle algunas modificaciones al final de la parte 4. Ese final de ensayo se veía así:

¿Qué chances tiene de lograrlo? Si Ulises sabe que las sirenas no cantan, el fingir que no lo sabe puede engañarlas a ellas, pero no a su silencio. Debe salir de ahí cuanto antes, si es que eso es posible. En el peor de los casos, Ulises mantiene un pie en el saber letal (escucha el silencio) y otro en la actuación que lo niega (simula no escucharlo). En el mejor de los casos, saca el primer pie lo más rápido posible, con la esperanza de que el silencio tarde en surtir efecto y él pueda completar antes su paso de fuga. Porque si el silencio de las sirenas –como cabe suponer– produce un estrago instantáneo o inmediato, conocerlo y salvarse sería algo «inconcebible para la mente humana».
Ahora el final se ve así:
¿Qué chances tiene de lograrlo? O, en todo caso, ¿qué implica que lo haya logrado, como sabemos que pasa? Si Ulises sabe que las sirenas no cantan, el fingir que no lo sabe puede engañarlas a ellas, pero no a su silencio. Debe salir de ahí cuanto antes, si es que eso es posible. En el peor de los casos, Ulises mantiene un pie en el saber letal (escucha el silencio) y otro en la actuación que lo niega (simula no escucharlo). En el mejor de los casos, saca el primer pie lo más rápido posible, con la esperanza de que el silencio tarde en surtir efecto y él pueda completar antes su paso de fuga. Porque si el silencio de las sirenas produce un estrago instantáneo o inmediato, conocerlo y salvarse sería algo «inconcebible para la mente humana». Como Ulises, a pesar de conocerlo, se salva, quiere decir que la acción del silencio no es instantánea ni es, por lo tanto, máximo su poderío.

4.1

A riesgo de ser aun más reiterativo, hagamos otra toma de la cuestión. Planteémosla en términos de las relaciones de fuerza que hay entre las armas que se usan de un lado y otro del duelo en cada una de sus dos versiones convergentes.
Las sirenas disponen de dos poderes de atracción letales, uno mayor que el otro. Cuánto mayor, es una diferencia que se manifiesta en las dos comparaciones entre ellos: según la primera, el silencio es «un arma mucho más terrible que el canto»; según la segunda, más allá del invicto que conservan los dos poderes de las sirenas, «es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio».
A este poder mayor se enfrentó Ulises munido de trucos pensados para enfrentar al menor, ante el cual de todos modos habrían resultado insuficientes (la cera no podría haber detenido el canto, que «lo traspasaba todo», ni las cadenas la pasión que genera el canto, que «habría hecho saltar prisiones más fuertes»). Pero por inadecuadas o por frágiles que fueran estas armas, el hecho es que Ulises venció y se salvó. ¿Cómo? Kafka da dos respuestas posibles.
En la primera, Ulises vence sin desmentir ni disminuir el poder relativo del silencio, que por enorme que sea si no es registrado no puede hacer valer su fuerza. Oír el silencio es saber que las sirenas no están cantando. Ulises no lo oye: cree que las sirenas están cantando pero que él no las oye gracias a sus tapones de cera. En este enredo, a Ulises lo salva desconocer (malinterpretar) qué enfrenta y de qué se salva.
En la segunda respuesta, si Ulises vence es porque esa arma agregada que es su poder de engaño, máximo como es, es lo suficientemente fuerte como para neutralizar y revertir la atracción que ejerce el silencio de las sirenas. Ulises logra engañarse a sí mismo fingiendo –hasta creérselo– que las sirenas cantan del otro lado de su protección. Se salva del silencio porque a pesar de oírlo logra borrarlo de su memoria y de su conciencia antes de que la atracción resulte irresistible y le malogre la reacción. Su poder de engaño fue tal que le permitió revocar a tiempo su comprensión y percepción –su registro– del silencio de las sirenas (silencio al cual un poderío máximo le garantizaría un efecto instantáneo y, por lo tanto, irreversible –incluso para un máximo poderío de engaño, que no podría no llegar tarde).

En la sección 1 hice otro cambio, menor: el agregado de un paréntesis al final del cuarto párrafo. Antes decía esto:

El primer poderío hace inútiles los tapones de cera; el segundo, el reaseguro de las cadenas.
Ahora dice esto:
El primer poderío hace inútiles los tapones de cera; el segundo, el reaseguro de las cadenas (reaseguro –retaguardia– que es síntoma de alguna falta de confianza en los tapones, que están en la primera línea de combate, en la vanguardia de la resistencia).

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