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viernes, 14 de junio de 2013

El silencio de las sirenas 011 (3.3.0)


En la madrugada del martes 11 de junio escribí directamente sobre el editor html de Blogger una nota que se abría al hacer click sobre un asterisco colgado de la última frase de la sección 3.1, la que termina con "...él no las oye gracias a sus tapones de cera.*":
Que el Ulises de Kafka espera que las sirenas canten lo inferimos de cómo se prepara. Pero en otro cuento Ulises podría esperar que las sirenas no canten. Si Ulises pudo haber oído algo sobre la ineficacia de sus trucos contra el canto de las sirenas, bien podría haber oído sobre cuánto más terrible es el silencio de las sirenas. Y si esta vez no hiciera oídos sordos a lo oído, Ulises viajaría hacia las sirenas preparado para lo peor, esperando que, en uso de su mejor arma, no canten. ¿Qué trucos hay contra el silencio de las sirenas? Hay uno, el mismo que salva al Ulises de Kafka: no registrarlo (en su caso, por creer que en su lugar hay una melodía enmudecida por la cera). Sólo que en una variante donde Ulises tuviera presente que el arma más temible es el silencio, no tendría mucho sentido que fuera con los oídos tapados, protegido contra el canto que no espera. (La estratagema suplente de hacerse atar al mástil subiría a titular, pero se supone que resultaría tanto más inútil contra la «pasión de los seducidos» cuanto más terrible que el canto sea el silencio que la despierta.) Así que la vía para no registrar el silencio, sabiendo o creyendo Ulises que así lo esperan las sirenas, tiene que ser otra.

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