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martes, 31 de mayo de 2011

Biblioteca 001 (0.0.0)


Acabo de colgar la Biblioteca, arriba del Índice general. Por ahora tiene los tres primeros libros: El juego del sentido, Ilusiones intelectivas y Deseo y saber.

sábado, 28 de mayo de 2011

Murmullo 002 (0.1.1)


Antes decía esto al comienzo de la sección 3 del ensayo:
Fuera de ese nivel que aprenden escuchando el del volumen del murmullo, las charlas aportan su ruido al conjunto de manera independiente, no coordinada. Pero a veces no lo parece, porque tiene lugar un momento en el que la información que se infiere de esa escucha es que el volumen está bajando (cuanto más rápido suceda, más burlados podrán verse nuestros reflejos de adaptación). Ahí las charlas descoordinadas se encadenan, se escuchan y responden acomodando el volumen de la voz a la baja...

Ahora dice esto, con el agregado del caso, a modo de ejemplo, del que nació la idea de este ensayo:
Fuera de ese nivel que aprenden escuchando el del volumen del murmullo, las charlas aportan su ruido al conjunto de manera independiente, no coordinada. Pero a veces no lo parece, porque tiene lugar un momento en el que la información que se infiere de esa escucha es que el volumen está bajando (por ejemplo, cuando en una de esas olas decrecientes corre el rumor sin voz de que está haciendo su ingreso a la pequeña sala el músico que va a tocar, al que estuvimos esperando envueltos en un murmullo pujante de charlas –superado el rumor, cae la alarma y el murmullo vuelve a crecer desde el silencio convocado en vano). Cuanto más rápido suceda, más burlados podrán verse nuestros reflejos de adaptación, gaffe conspicua del Chavo del 8.
A la velocidad que sea, ahí las charlas descoordinadas se encadenan, se escuchan y responden acomodando el volumen de la voz a la baja...

A este párrafo le agregué una larga frase entre paréntesis al final:
...y finalmente el retorno sonoro con un fade-in, que parece la reversa del otro. (Esa suavidad para instalarse, primero, y para retirarse, después, no la tiene el silencio de voces robadas que aparece en el interior de una charla, rodeada o no de murmullo, y al que viene a poner fin la frase que lo explica: “Pasó un ángel”, termina diciendo alguien y se reanuda la conversación.)


PD del 13-6-2011, 2:46 a.m.: Acabo de quitarle desde "termina..." hasta "...conversación". Lo releí después de mucho de sólo verlo y me resultó redundante esa parte.

El agravante 001 (1.0.0)


Acabo de hacer de lo que había del ensayo su parte 1 y de agregarle su parte 2.

jueves, 26 de mayo de 2011

“Escena 3 Toma 1” 001 (0.0.1)


Acabo de agregarle su actual última frase al ensayo:
Este “Toma 2” tampoco dirá nada sobre si existirá o no un “Escena 4”, pero, a diferencia de “Toma 1”, tampoco dirá que, en caso de existir, no pueda ser en el próximo título: puede, como puede no haber ya ningún título o puede haber un “Escena 3. Toma 3” o un “Escena 4” o un “Escena 4. Toma 1”.

domingo, 22 de mayo de 2011

Lecciones de ajedrez 005 (1.1.2)


Acabo de agregar la oración entre paréntesis del final de este párrafo del ensayo:
Resumamos. Así como había protegido a lo largo de toda su vida a su hijo, Iadava ha protegido la pieza vicaria a lo largo de toda la partida. Llegado a ese punto, el segundo sacrificio lo instruye sobre el primero: haciéndoselo comprender se lo hace aceptar y el dolor cobra sentido y disminuye o cesa. (La victoria se vuelve menos pírrica, aun con el mismo e irrevocable costo.)


jueves, 19 de mayo de 2011

Murmullo 001 (0.1.0)


Si no fuera por lo de "objeto transicional" del final, los cambios que le hice ayer al ensayo serían menores.
Antes decía esto:


Voy a intentar llegar rápido al punto. Hay charlas que se tienen en ambientes silenciosos y otras que no. Entre las que no, el ruido de fondo puede ser de tránsito, vías, máquinas, etc., o puede estar hecho de voces (por ejemplo, de otras charlas circundantes), o de un tipo de ruido más que del otro o igual, si hay de ambos. Voy a divagar sobre ese ruido de fondo humano que es el murmullo.
Cada cultura define en qué ámbitos y situaciones acepta que haya murmullo y en cuáles no. También hay límites físicos: en un ascensor puede llegar a haber una superposición de charlas paralelas, pero difícilmente charlas que se confundan en un murmullo. En ámbitos de viajes es ocasional, como el murmullo de escolares en un subte o un colectivo.
Somos conscientes del murmullo que genera la suma de nuestras conversaciones independientes, como las que suenan en las mesas de un bar. La prueba de que oímos ese murmullo es que así es como conocemos el volumen en el que podemos participar sin llamar la atención, incomodar o escandalizar. Para participar de un murmullo sin merecer la censura pública debemos evitar lo que para ese ambiente sonoro es gritar o vociferar.
El provecho es recíproco, como el de una simbiosis: el murmullo protege la privacidad de las charlas que la cercanía de las mesas en un bar no protege. Las charlas gradúan su volumen: desde el secreteo o el cuchicheo de un bar vacío y silencioso hasta la voz alta que se necesita para hacerse oír en un boliche o en un restaurante con mucho rebote. En todos los casos, es el volumen suficiente para taparlas y hacerlas ininteligibles a una mesa de distancia, por caso (a igual sonido ambiente, a menor distancia entre parejas o grupos de conversadores menor es el volumen necesario). Es decir: las mismas charlas generan el ruido suficiente para que a esa distancia los charleros puedan no prestarse atención o, si se prestan, pueda no entenderse de qué hablan los otros.

Fuera de ese nivel que aprenden escuchando el del volumen del murmullo, las charlas aportan su ruido al conjunto de manera independiente, no coordinada. Pero a veces no lo parece, porque tiene lugar un momento en el que la información que se infiere de esa escucha es que el volumen está bajando (cuanto más rápido suceda, más burlados podrán verse nuestros reflejos de adaptación). Ahí las charlas descoordinadas se encadenan, se escuchan y responden acomodando el volumen de la voz a la baja, sobreactuando que no sobresalen del rumor promedio. Hay un fade-out, un silencio de inflexión (no muy largo pero sí notorio, excepcional) y el retorno sonoro con un fade-in que parece la reversa del otro.
Esta gradación simétrica de la curva con tangente silenciosa sucede, insisto, sin que intervenga ninguna voluntad de coordinación, ningún director ni plan. Que cada uno vaya acomodando su volumen, ya sea para arriba o para abajo, en relación con el del murmullo no es una acción coordinada; es más bien una reacción en cadena (o en red), que dibuja la curva de un languidecer, un inexistir y un resurgir del ruido social.


Ahora dice esto:


1.

Voy a intentar llegar rápido al punto. Hay charlas que se tienen en ambientes silenciosos y otras que no. Entre las que no, el ruido de fondo puede ser de tránsito, vías, máquinas, etc., o puede estar hecho de voces (por ejemplo, de otras charlas circundantes), o de un tipo de ruido más que del otro o igual, si hay de ambos. Voy a divagar sobre ese ruido de fondo humano que es el murmullo.
Cada cultura define en qué ámbitos y situaciones acepta que haya murmullo y en cuáles no. También hay límites físicos: en un ascensor puede llegar a haber una superposición de charlas paralelas, pero difícilmente charlas que se confundan en un murmullo. En ámbitos de viajes es ocasional, como el murmullo de escolares en un subte o un colectivo.

2.

Aunque sea en segundo plano, tenemos presente el murmullo que genera la suma de nuestras conversaciones independientes, como las que suenan en las mesas de un bar. La prueba es que así es como conocemos el volumen en el que podemos participar; además de hacernos oír, debemos evitar lo que para ese ambiente sonoro es gritar o vociferar.
El provecho es recíproco, como el de una simbiosis: el murmullo protege la privacidad de las charlas que la cercanía de las mesas en un bar no protege. Las charlas gradúan su volumen: desde el secreteo o el cuchicheo de un bar vacío y silencioso hasta la voz alta que se necesita para hacerse oír en un boliche o en un restaurante con mucho rebote. En todos los casos, es el volumen suficiente para taparlas y hacerlas ininteligibles a una mesa de distancia, por caso (a igual sonido ambiente, a menor distancia entre parejas o grupos de conversadores menor es el volumen necesario). Es decir: las mismas charlas generan el ruido suficiente para que a esa distancia los charleros puedan no prestarse atención o, si se prestan, pueda no entenderse de qué hablan los otros.

3.

Fuera de ese nivel que aprenden escuchando el del volumen del murmullo, las charlas aportan su ruido al conjunto de manera independiente, no coordinada. Pero a veces no lo parece, porque tiene lugar un momento en el que la información que se infiere de esa escucha es que el volumen está bajando (cuanto más rápido suceda, más burlados podrán verse nuestros reflejos de adaptación). Ahí las charlas descoordinadas se encadenan, se escuchan y responden acomodando el volumen de la voz a la baja, sobreactuando que no sobresalen del rumor promedio (nueva prueba de que lo escuchamos). Es como si (nuestra inmersión en) el murmullo siguiera un ciclo: primero hay un fade-out, luego un silencio de inflexión (no muy largo pero sí notorio, excepcional) y finalmente el retorno sonoro con un fade-in, que parece la reversa del otro.
A pesar de este comportamiento de entidad, la gradación simétrica de la curva con tangente silenciosa sucede, insisto, sin que intervenga ninguna voluntad, ningún director ni plan. No es una acción coordinada el que cada uno vaya acomodando su volumen en relación con el del murmullo, ya sea para arriba (para no quedar tapados) o para abajo (para no quedar evidenciados); es más bien una reacción en cadena (o en red), que dibuja la curva de ese objeto transicional colectivo que es el ruido social, el murmullo que nos abandona, se hace extrañar y vuelve a envolvernos.


PD del 20-5-2011, 1:44 a.m.: Las supresiones del primer párrafo de la sección 2 y el link del último de la 3, en la palabra "entidad", las hice recién.

martes, 3 de mayo de 2011

Lecciones de ajedrez 004 (1.1.1)


Antes decía:
La recompensa que el rey pretendía imponerle al inventor saldaba una deuda y cerraba una relación. La gratitud del nombramiento a quien anuló una deuda insaldable abre una relación: establece un acompañamiento permanente entre rey y primer visir, que es la contracara virtuosa de un vínculo perpetuo de acreedor-deudor (no en oro ni en otra suntuosidad, sino en insignificantes granos de trigo, para mayor humillación). En el intercambio, el beneficio es alto para ambos: extracción de...

Ahora dice:

La recompensa que el rey pretendía imponerle al inventor saldaba una deuda y cerraba una relación. La gratitud del nombramiento a quien anuló una deuda insaldable abre una relación: establece un acompañamiento permanente entre rey y primer visir. Ahí desembocan después de la anulación desinteresada de un vínculo de acreedor-deudor, llevado a un paroxismo de desigualdad y duración (la eternidad de un moroso incobrable). El diseño de la progresión duplicante, cuyo total Iadava estimó en un puñado de granos (que no llegaría «ni para distraer durante algunos días el hambre del último paria de mi reino»), logra por sí solo un efecto tal que Sessa puede darse el lujo de hacerse acreedor de 18.446.744.073.709.551.615 insignificantes granos de trigo, en lugar de monedas de oro o alguna otra suntuosidad, sin que cambie lo impagable que es, sin que merme el poder sobre el incauto, que acá es un rey.
En el intercambio, el beneficio es alto para ambos: extracción de...

lunes, 2 de mayo de 2011

Dos hallazgos 001 (0.1.0)


Le cambié el título al ensayo: nació “Verdades inverosímiles”, pasó a “Dos hallazgos (o uno en dos tiempos)”. Le agregué el asterisco y la nota al comienzo del ensayo, con el "1" de la sección. En el final del antepenúltimo párrafo agregué esta frase:
La evidencia, en nuestro caso, recién llega con el segundo hallazgo; antes, ni siquiera hay por qué creer que existe.

En el comienzo del último párrafo agregué una oración:
La obviedad burlada deja ver cuáles son las distinciones que excepcionalmente vale la pena hacer.