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sábado, 4 de agosto de 2012

Ante la Ley hay un guardián 004 (2.1.0)


Cambios leves en el que era el último párrafo del ensayo y ahora es el penúltimo, y agregado del que ahora es el último. Antes decía:
No sabemos si él es el primer centinela de ese umbral o si en su momento vino a reemplazar a otro, que tal vez tampoco fue el primero y se jubiló o murió mientras esperaba una visita que sigue sin concretarse. Y tampoco sabemos si este será el último u otro lo reemplazará, por si hace falta decirlo. Se supone que, mientras el destinado viva, sigue siendo posible –ya que no obligatorio– que a uno le toque recibirlo, denegarle hasta nuevo aviso el acceso y, si X muere esperando el cambio de orden, cerrar la puerta e irse.

Ahora dice:
No sabemos si él es el primer centinela de ese umbral o si en su momento vino a relevar a otro, que tal vez tampoco fue el primero y que se jubiló o murió mientras esperaba una visita que sigue sin concretarse. Él sí puede saberlo, según qué haya visto o de qué se haya enterado cuanto tomó posesión del puesto. Pero ni él ni nosotros sabemos si será el último u otro guardián lo reemplazará. Se supone que, mientras el destinado viva, sigue siendo posible –ya que no obligatorio– que a uno le toque recibirlo, denegarle hasta nuevo aviso el acceso y, si X muere esperando el permiso, cerrar la puerta e irse.

Antes que estar a la espera de X, que puede no venir nunca o venir cuando él ya no esté, el guardián está al servicio de la Ley. Luego, no lo rigen temores ni esperanzas, sino un imperativo que comparte con el vigía de otro cuento de Kafka, “De noche”: «Alguien tiene que velar, eso es así. Alguien tiene que estar ahí».

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