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viernes, 17 de agosto de 2012

Entusiasmos IV 001 (1.0.0)


Tuve problemas técnicos anteayer con el ensayo, por lo que la versión que publiqué era muy provisoria. No logré insertar tres galerías de imágenes (las capturas de pantalla de "Women of Music") con slideshow, como la de "Orificios". Así que en vez de eso primero me resigné a hacer tres videos mudos (del que sólo colgué el primero) y después se me ocurrió hacer un solo video con separadores para cada cita y la improvisación en piano que en su momento titulé "Abandono de la espera".
También agregué unos párrafos que estaba escribiendo en el editor HTML de "Entusiasmos I", hasta que desembocaron en referencias directas a lo que dice Catherine Manoukian en este "Entusiasmos IV". Lo de Keith Jarrett quedará seguramente para el próximo aniversario de Zambullidas.
Esto era lo que había hasta recién y desde que a la tarde de ayer corregí la precariedad de la noche anterior (ni siquiera pude publicar una versión con imágenes ahí donde se anunciaban, donde después puse el video mudo que ahora elimino):

No se trata de que te suceda algo ni de que hagas algo, sino de que lo experimentes, ya sea que te suceda o que lo hagas. Experimentarlo significa que registres esa interacción con el medio y que la metabolices simbólicamente: que le des un sentido y un valor (en definitiva, alguna significancia). Cada experiencia es única en razón de que es una mezcla única de cuánto, cómo y qué se habla ahí de lo que se experimenta (o sea, de la interacción) y cuánto, cómo y qué del que experimenta (o sea, de su metabolismo simbólico).
La intensidad de esos registros es escalable: desde el grado cero del gorila inadvertido o del color rojo para un ciego de nacimiento, hasta grados tan altos como los de un orgasmo, un éxtasis o un trance. De estas alturas habla Catherine Manoukian en el documental Women of Music:


Una inmersión lúcida y una confianza ciega en “lo que está sucediendo” y en su sentido (que no es lo mismo que en sus resultados, ya sean logros o éxitos) son las dos entregas de sí y presencias plenas –en tiempo y forma– que a Manoukian le hacen asimilar estos trances a los religiosos.


Ahora se ve así, algo mejor pero igual de provisorio:

Catherine Manoukian en “Women of Music”


1.

Mínima o medianamente, si participamos de una cultura debemos involucrarnos y comprometernos en proyectos para hacer uso de los conocimientos y habilidades acumulados de generación en generación. Debemos creer en esos proyectos: debemos creer en el sentido de esos proyectos, y para eso necesitamos motivos para actuar. Esa motivación es el sentido, sea que pensemos que la vida tiene uno o que no pero que soporta el que uno le dé (como “el papel aguanta lo que le pongan”, como decía mi abuela Akiska). Mínima o medianamente, debo tener una aceptación casi contractual del hecho (insisto: sea independiente o sea derivado de mis necesidades, deseos e intervenciones) de que tiene sentido lo que hago, de que vale la pena hacerlo en lugar de no hacer nada (opción de mínima, precisamente).
Por debajo de ese mínimo está la apatía; por arriba de esa media, la pasión. La acción de un entusiasmado es incompatible con un descreído, un escéptico del sentido, como ser feliz es incompatible con ser apático.

2.

No se trata de que te suceda algo ni de que hagas algo, sino de que lo experimentes, ya sea que te suceda o que lo hagas. Experimentarlo significa que registres esa interacción con el medio y que la metabolices simbólicamente: que le des un sentido y un valor (en definitiva, alguna significancia). Cada experiencia es única en razón de que es una mezcla única de cuánto, cómo y qué se habla ahí de lo que se experimenta (o sea, de la interacción) y cuánto, cómo y qué del que experimenta (o sea, de su metabolismo simbólico).
La intensidad de esos registros es escalable: desde el grado cero del gorila inadvertido o del color rojo para un ciego de nacimiento, hasta grados tan altos como los de un orgasmo, un éxtasis o un trance. De estas alturas habla Catherine Manoukian.

Una inmersión lúcida y una confianza ciega en “lo que está sucediendo” y en su sentido (que no es lo mismo que en sus resultados, ya sean logros o éxitos) son las dos entregas de sí y presencias plenas –en tiempo y forma– que a Manoukian le hacen asimilar estos trances a los religiosos.


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