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lunes, 12 de agosto de 2013

Naturalezas 013 (4.3.0)


Había puesto "Naturalezas" en el libro "Creer y hacer creer" de la Biblioteca; hoy lo cambié a "Duelos".
La sección 3.3 se agrandó y se ensanchó en sus párrafos centrales. Antes decía esto la parte cambiada:
...ella estaría cumpliendo a la vez con el mandato de su naturaleza, con el mandato de su razón de venganza y con el mandato del título de la película.
Beatrix estaría de acuerdo con la afirmación de haber cumplido con los dos últimos mandatos mencionados, no con el primero. No obstante reconocerle a Bill que disfrutó de cada uno de los asesinatos que la llevaron a él, y que realmente nunca creyó que su vida en El Paso pudiera funcionar, no hubo una naturaleza asesina moviendo a la Mamba Negra ni hubo una reacción de renegada vistiendo a la Novia. Lo que hubo fue una decisión de escamotearle su hija al padre para que naciera “con la libertad de hacer lo que quisiera”, porque con él “hubiera nacido en un mundo en el que no tendría esa oportunidad”.
El mitófilo Bill, supliendo información deficiente con suposiciones e imaginación (como suele hacerse), había interpretado la fuga de Beatrix como una huida de su naturaleza, un intento de disfrazarse de lo que no era para encajar en lo que fantaseaba ser. Ahora se entera de que Beatrix resolvió cambiar de vida cuando supo que pasaría de ser “una mujer, tu mujer” a ser madre, es decir, a ser responsable de una libertad ajena, la de la hija propia. Como el destino de asesina que le impondría el padre de igual profesión o naturaleza era aquello de lo cual quería hacerla libre, Beatrix presenta su decisión como la resolución de una disyuntiva entre (el amor por) su hombre y (el amor por) su hija: “Tuve que elegir. La escogí a ella”.
En definitiva, el parteaguas de la maternidad no se da por un llamado de la naturaleza, sino por una reivindicación de la libertad de elegir qué hacer y qué ser, o sea, por un antideterminismo militante. El fragmento referido es este:


La película concluye a la mañana siguiente. Vemos primero a Beatrix, sola, abrazando un peluche tendida en el piso del baño...

Ahora dice esto:
...ella estaría cumpliendo a la vez con el mandato de su naturaleza, con el mandato de su razón de venganza y con el mandato del título de la película.

Beatrix estaría de acuerdo con la afirmación de haber cumplido con los dos últimos mandatos mencionados, no con el primero. La idea de que ella lo abandonó nomás de renegada, en un intento inútil y frustrúgeno de cambiar su naturaleza asesina y “encajar en la colmena”, es la idea que Bill se hace de los hechos antes de conocerlos mejor. La imagen que tiene del asunto habla más de sus preferencias mitológicas, que le dan forma, que de la red de conexiones de los hechos que lo afectan y sus sentidos.
Tan fascinado está Bill con el armado –que cree hallazgo– de ese nuevo caso de su mitología favorita, que dedica las dos preguntas de la “ronda de calentamiento” a insistir con el punto de que a Beatrix la gobierna una naturaleza asesina, en lugar de dejar las especulaciones y preguntarle ahí mismo por qué lo abandonó. La primera pregunta quiere hacer evidente la falsedad endeble del disfraz, vía creencias y expectativas; la segunda, la autenticidad poderosa de la naturaleza, vía disfrutes. El fragmento continúa al del epígrafe:


Es Bill quien malinterpreta a Beatrix: la maternidad con que habría compensado –y justificado– la vida falsa en El Paso no vale por lo “maravillosa”, sino por lo liberadora. Pero eso él lo sabrá recién cuando ella le responda “la pregunta de los 64.000 dólares”, como hace a continuación (salteé el flashback en el que Beatrix lee el test de embarazo inmediatamente antes de recibir la visita de la asesina Karen Kim, que se retira deseándole felicidades):


Repasemos. No obstante reconocerle a Bill que realmente nunca creyó que su vida en El Paso pudiera funcionar y que disfrutó de cada uno de los asesinatos que la llevaron a él, no hubo una naturaleza asesina moviendo a la Mamba Negra ni hubo una reacción de renegada vistiendo a la Novia. Lo que hubo fue una decisión de escamotearle su hija al padre para que naciera “con la libertad de hacer lo que quisiera”, porque con él “hubiera nacido en un mundo en el que no tendría esa oportunidad”.
El mitófilo Bill, supliendo información deficiente con suposiciones e imaginación (como suele hacerse), había interpretado la fuga de Beatrix como una huida de su naturaleza, un intento de disfrazarse de lo que no era para encajar en lo que fantaseaba ser. Ahora se entera de que Beatrix resolvió cambiar de vida cuando supo que pasaría de ser “una mujer, tu mujer” a ser madre, es decir, a ser responsable de una libertad ajena, la de la hija propia. Como el destino de asesina que le impondría el padre de igual profesión o naturaleza era aquello de lo cual quería hacerla libre, Beatrix presenta su decisión como la resolución de una disyuntiva entre (el amor por) su hombre y (el amor por) su hija: “Tuve que elegir. La escogí a ella”.
En definitiva, el parteaguas de la maternidad no se da por un llamado de la naturaleza, sino por una reivindicación de la libertad de elegir qué hacer y qué ser, o sea, por un antideterminismo militante.

La película concluye a la mañana siguiente. Vemos primero a Beatrix, sola, abrazando un peluche tendida en el piso del baño...

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