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viernes, 1 de julio de 2016

Bilocaciones ansiosas 002 (1.0.0)



Acabo de modificar lo que escribí ayer y de expandirlo. Ahora la parte 6 dice esto:


6. Fulano y yo

Quiso una casualidad anticipada que en un micro a Mendoza, recién salidos de la mini terminal de Liniers, yo le dijera de pronto a C, la amiga con la que viajaba:
—Creo que dejé el ventilador prendido.
Enseguida sigo por acá, pero antes quiero completar las casualidades. Unos años después C sería la pareja del padre de Julieta. Más años después, uno y medio atrás, por segunda vez en Mendoza, C me lee de su celular el relato que Julieta le había mandado para que me lo mostrara. Pero lo más asombroso no es una casualidad; es una precocidad: Juli tiene 11 años cuando escribe esto.
Siguiendo con la frase coincidente, no la dije en un taxi, que puedo redestinar, sino en un micro ya encaminado y completo, en la 1ª de las 12 horas de viaje. No podía hacer parar el micro y bajarme: no podía dejar sola a C ni hacerla bajar conmigo. Ni podía ni quería. No era una opción volver a casa, pero a la vez las consecuencias –imaginaba y temía– podían llegar a ser incendiarias (al cabo de una semana). El primer día pregunté en una ferretería y me dijeron que no era probable que pasara eso por fundirse el motor. A la vuelta encontré el ventilador apagado, como lo había dejado.
Pero volvamos al micro, con poco menos de 1 hora de viaje y recién asaltado por la sensación dudosa de que no lo había apagado (y la temerosa de que eso y el saberlo me podían hacer responsable de un incendio en un departamento deshabitado). Volvamos a un poco antes de que acepto que voy a completar el viaje a Mendoza y ver ahí qué hago (decisión de patear la angustia de la decisión para adelante, lo que me relaja y me hará dormir bien esa noche de ruta).
Antes de ese alivio encapsulado, mientras el problema parecía insoluble sin alguna catástrofe, la sensación era que yo estaba donde no tenía que estar (en el micro), y donde tenía que estar no estaba (en mi casa). Pero si seguía ahí, con una reacción tan deliberativa, es que estaba donde quería, no donde debía. En cambio, el Fulano del cuento de Julieta estaba donde no quería y debía estar (en el taxi), no donde quería y no debía (en su casa). Hasta que lo resuelve encontrando la razón de fuerza mayor que lo obliga a cumplir su deseo de volver a su casa y a la inercia de lo seguro (lo conocido y reconocido: lo tranquilizador y lo confortable).

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