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sábado, 3 de junio de 2017

Las direcciones del tiempo 002 (1.1.0)



En relación con la versión de esta mañana, agregué algo de texto y los links que tenía pendientes. Ahora el ensayo se ve así:



1.

Algo común a todas las figuraciones que nos hacemos del tiempo es que es un flujo, una corriente: “el tiempo pasa”. (Y gracias a eso –o por culpa suya–, “todo pasa”.) La pregunta es en qué dirección.
Pero una pregunta previa es cómo definimos la dirección, de qué a qué decimos que se mueve el tiempo. Borges, por ejemplo, en “Historia de la eternidad” plantea si fluye del pasado al futuro («es la creencia común») o del futuro al pasado (el «tiempo como fluencia de lo potencial en lo actual», para los escolásticos y Unamuno). En este ensayo, los extremos del viaje serán estado de menor entropía-estado de mayor entropía, izquierda-derecha, adelante-atrás, arriba-abajo.

2.

Si ninguna fuerza la contrarresta, la gravedad decide la dirección de un flujo de agua, como el de un río o el de un acueducto. En cambio, a la flecha del tiempo que un río viene metaforizando hace siglos la decide la segunda ley de la termodinámica: siempre se pasa de un estado menos aleatorio a otro más aleatorio (o sea, de un estado de menor a uno de mayor entropía).

Además de un cambio de estado (de sentido único u obligado), el flujo del tiempo puede definirse en términos de un cambio de ubicación (y no en 1 dirección específica, sino en cualquiera). A diferencia del tiempo físico, nuestras representaciones del tiempo y su movimiento tienen más de 1 dirección; de hecho, las tienen todas. El tiempo se mueve en todas las direcciones opuestas posibles (o sea, en todas las direcciones) cuando lo graficamos montándolo sobre los 3 carriles de nuestro espacio 3D: adelante-atrás, izquierda-derecha, arriba-abajo y 3 veces viceversa. Hay, entonces, 6 sentidos en el menú de los que una cultura puede atribuirle al flujo del tiempo cuando lo espacializa: cuando traduce o vuelca su unidimensionalidad en nuestra tridimensionalidad.

2.1

Empiezo por las 2 direcciones laterales. Elegimos una según en qué dirección se lea en nuestra cultura: si leemos de izquierda a derecha, como en la cultura occidental, pondremos el futuro a la derecha; si leemos de derecha a izquierda, como en la cultura árabe, lo pondremos a la izquierda. Dime cómo rastrillas leyendo y te diré cómo lateralizas el tiempo.

2.2

Pero el sentido en que escaneamos no decide también cuál de las 2 direcciones longitudinales elegimos, si con el futuro adelante o con el futuro atrás. Lo que decide acá –arriesgo– es si montamos el tiempo sobre rieles de conocimiento o sobre rieles de deseo o voluntad. Saber o querer: that is the question.
Por ejemplo, para la cultura aymara no sabemos (no vemos) lo que está detrás y no sabemos el futuro: por lo tanto, el futuro está detrás; sabemos (vemos) lo que está delante y sabemos el pasado: por lo tanto, el pasado está delante (si tuviéramos los ojos en la nuca, esa distribución sería la inversa). Nos movemos hacia el futuro, pero de espaldas, mirando (conociendo) el pasado que tenemos de frente y vamos dejando atrás.
Para nuestra cultura, en cambio, nos movemos hacia el futuro de frente, dejando a nuestras espaldas el pasado (de nuevo: el futuro está delante porque miramos para adelante; si mirásemos desde la nuca, lo pondríamos atrás).
En un caso el futuro es el tiempo de lo desconocido por conocer; en el otro, el tiempo de lo deseado o perseguido: metas, objetivos, propósitos, fines, etc. (todas cosas que conviene tener a la vista si vamos a probar puntería).
Estas metáforas del tiempo vienen a ser como los asientos de algunos colectivos (en Buenos Aires, al menos): están los que miran el venir de las cosas y los que miran el irse. La segunda situación, y no la primera, metaforiza no sólo el movimiento del tiempo, sino sus implicaciones gnoseológicas: el desconocimiento del futuro y el conocimiento del pasado, como le pasa al que viaja en uno de esos asientos que miran para atrás.

2.3

Las últimas direcciones del elenco 3D son las 2 verticales. Las introduzco con 2 ejemplos de sendas clases de asombro. Un asombro por acción es asombrarse de que en otra cultura se ponga al futuro atrás en vez de adelante o a la izquierda en vez de a la derecha, por ejemplo (o al revés, para completar los ejemplos). Un asombro por omisión es asombrarse porque te cae la ficha de que arriba o abajo no son posiciones donde las culturas suelan poner el futuro. Eso hace que no haya una preferencia definida y que distintos culturizados de la misma cultura repartan como al azar sus preferencias por un futuro elevado o por uno profundo (cosa que no pasa, en Occidente, con un futuro frontal o uno diestro, que más que preferidos son inadvertidamente obligatorios: saben a naturales). Podría poner a prueba esta afirmación con una encuesta, si no fuera porque va a quedar todo en 0%:*

Jueves 1 de junio de 2017. Acaba de cerrar la encuesta. Juro que ese voto no fue mío.



2.3.1

Pero que sea la corriente menos (o nada) usada para poner a fluir el tiempo no significa que no sea usada (o esté implicada) en el diseño de otras cosas. O en la manera de llamarlas: hablar de un ascensor (o elevador) es privilegiar una de las dos metas que puede tener ese subibaja vertical, la que ubica el futuro del viaje arriba. De modo similar, el futuro de una suma –su resultado– está abajo para algunos y arriba para otros.
Agrego otros 2 ejemplos de orientación implícita en el diseño. Para el primero vuelve a decidir la dirección con que leemos y escribimos, que es doble: además de izquierda a derecha o de derecha a izquierda en el renglón, de arriba abajo o de abajo arriba en la página. En las culturas donde escribimos y leemos de arriba abajo, el pasado está arriba (por ahí empezamos un CV o una cronología biográfica, si no la hacemos regresiva) y el futuro –o su víspera, el presente– está abajo (y a partir de ahí sólo se puede seguir a pura imaginación o conjetura).

2.3.2

Para el segundo ejemplo, en la otra dirección, está el apilamiento que hace un blog. Al apilar entradas las ordenamos de la más reciente a la más antigua: el pasado abajo, el futuro arriba. Pero al pasar de página con la barra de navegación –flujo horizontal– avanzamos hacia el pasado (descendemos en la pila con "Página siguiente") o retrocedemos hacia el futuro (ascendemos en la pila con "Página anterior").

Lo reciente es lo más cercano que podemos estar del presente, de tan fugaz que es. Todo lo que hay acá (todo lo que está presente) es pasado: hay un ensayo que es el último y lo siguen debajo los otros. El futuro es eventual, nunca real: es el próximo ensayo que publique, que todavía no existe. Como vos, yo y cualquiera, el blog morirá cuando ya no tenga más futuro: cuando ya no haya ningún ensayo pendiente sobrevolando la línea de flotación (que tiene de ancho la brecha entre la fecha actual y la del último ensayo publicado; debajo empiezan las profundidades del pasado).


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