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martes, 6 de junio de 2017

Las direcciones del tiempo 004 (2.0.0)



En relación con la versión anterior, hoy le hice varios cambios al ensayo, todos agregados (en distintas partes levemente y mucho en la parte de los flujos de un blog). Ahora quedó así:



1.

Algo común a todas las figuraciones que nos hacemos del tiempo es que es un flujo, una corriente: “el tiempo pasa”. (Y gracias a eso –o por culpa suya–, “todo pasa”.) La pregunta es en qué dirección.
Pero una pregunta previa es cómo definimos la dirección, de qué a qué decimos que se mueve el tiempo. Borges, por ejemplo, en “Historia de la eternidad” ve igual de «ilógica» «la creencia común» de que fluye del pasado al futuro y «la contraria», que dice que fluye del futuro al pasado (la idea escolástica «del tiempo como fluencia de lo potencial en lo actual» «es afín» a la idea de los versos de Unamuno: “Nocturno el río de las horas fluye / desde su manantial que es el mañana / eterno...”).
En vez de pasado-futuro, en este ensayo los extremos del viaje serán 2 estados (estado de menor entropía-estado de mayor entropía) y 6 ubicaciones (izquierda-derecha, adelante-atrás, arriba-abajo).

2.

Si ninguna fuerza la contrarresta, la gravedad decide la dirección de un flujo de agua, como el de un río o el de un acueducto. En cambio, a la flecha del tiempo –tiempo que un río viene metaforizando hace siglos– la decide la segunda ley de la termodinámica: siempre se pasa de un estado menos aleatorio a otro más aleatorio (o sea, de un estado de menor a uno de mayor entropía); nunca al revés: es sentido único porque es irreversible.

Además de un cambio de estado, el flujo del tiempo puede definirse en términos de un cambio de ubicación (y no en 1 dirección específica, sino en cualquiera). A diferencia del tiempo físico, nuestras representaciones del tiempo y su movimiento tienen más de 1 dirección; de hecho, las tienen todas. El tiempo se mueve en todas las direcciones opuestas posibles (o sea, en todas las direcciones) cuando lo graficamos montándolo sobre los 3 carriles de nuestro espacio 3D: adelante-atrás, izquierda-derecha, arriba-abajo y 3 veces viceversa. Hay, entonces, 6 sentidos en el menú de los que una cultura puede atribuirle al flujo del tiempo cuando lo espacializa: cuando traduce o vuelca su unidimensionalidad en nuestra tridimensionalidad.

2.1

Empiezo por las 2 direcciones laterales. Elegimos una según en qué dirección se lea en nuestra cultura: si leemos de izquierda a derecha, como en la cultura occidental, pondremos el futuro a la derecha; si leemos de derecha a izquierda, como en la cultura árabe, lo pondremos a la izquierda. Dime cómo rastrillas leyendo y te diré cómo lateralizas el tiempo.

2.2

Pero el sentido en que escaneamos no decide también cuál de las 2 direcciones longitudinales elegimos, si con el futuro adelante o con el futuro atrás. Lo que decide acá –arriesgo– es si montamos el tiempo sobre rieles de conocimiento o sobre rieles de deseo o voluntad. Saber o querer: that is the question.

Por ejemplo, para la cultura aymara no sabemos (no vemos) lo que está detrás y no sabemos el futuro: por lo tanto, el futuro está detrás; sabemos (vemos) lo que está delante y sabemos el pasado: por lo tanto, el pasado está delante (si tuviéramos los ojos en la nuca, esa distribución sería la inversa). Nos movemos hacia el futuro, pero de espaldas, mirando (conociendo) el pasado que tenemos de frente y vamos dejando atrás. Para nuestra cultura, en cambio, nos movemos hacia el futuro de frente, dejando a nuestras espaldas el pasado (de nuevo: el futuro está delante porque miramos para adelante; si mirásemos desde la nuca, lo pondríamos atrás).
Estas metáforas del tiempo vienen a ser como los asientos de algunos colectivos (en Buenos Aires, al menos): están los que miran el venir de las cosas y los que miran el irse. La segunda situación, y no la primera, metaforiza no sólo el movimiento del tiempo, sino sus implicaciones gnoseológicas: el desconocimiento del futuro y el conocimiento del pasado, como le pasa al que viaja en uno de esos asientos que miran para atrás.
En un caso, el futuro es el tiempo de lo desconocido por conocer; en el otro, el tiempo de lo deseado o perseguido: metas, objetivos, propósitos, fines, etc. (todas cosas que conviene tener a la vista si vamos a probar puntería). En un caso se flota a la deriva, se sigue la corriente, que corre de lo desconocido a lo conocido, y se registran las novedades que va deparando el viaje; en el otro se navega hacia un destino y se agendan intenciones. En un caso somos recolectores; en el otro, cazadores.

2.3

Las últimas direcciones del elenco 3D son las 2 verticales. Las introduzco con 2 ejemplos de sendas clases de asombro. Un asombro por acción es, por ejemplo, asombrarse de que en otra cultura se ponga al futuro atrás en vez de adelante o a la izquierda en vez de a la derecha, por ejemplo (o al revés, para completar los ejemplos). Un asombro por omisión es asombrarse porque te cae la ficha de que arriba o abajo no son posiciones donde las culturas suelan poner el futuro.
Es un eje poco o nada usado para representar al tiempo fluyendo. O al menos para hacerlo espontáneamente, por propia iniciativa. Porque si me preguntás te puedo decir si para mí el tiempo va para arriba o para abajo, pero si me dejás elegir te voy a decir que va para adelante o para la derecha, por ejemplo. E incluso quienes lo ven ir para atrás o para la izquierda seguramente preferirán uno de estos dos ejes para verlo moverse, y no el de arriba/abajo.
Quizás es esta falta de hábito y práctica lo que hace que acá no haya una dirección única y, en el peor de los casos, que distintos culturizados de la misma cultura repartan como al azar sus preferencias por un futuro elevado o por uno profundo (cosa que no pasa, en Occidente, con un futuro frontal o uno diestro, que más que preferidos son inadvertidamente obligatorios: saben a naturales). Podría poner a prueba esta afirmación con una encuesta, si no fuera porque va a quedar todo en 0%:*

Jueves 1 de junio de 2017. Acaba de cerrar la encuesta. Juro que ese voto no fue mío.



PD del 5-6-17: O podría ponerme a pensar por qué, sin el adiestramiento de un hábito, puede haber –si es que la hay– una preferencia por situar el futuro arriba. No sólo vemos al tiempo moviéndose; también nos vemos moviéndonos con él. Si tenemos que elegir entre elevarnos e internarnos en profundidades oceánicas o mineras, probablemente elegiremos la opción que a nuestra imaginación le resulte menos claustrofóbica.
Puede haber otra razón para la preferencia por un flujo ascendente. Todas las posiciones pueden estar connotadas, positiva o negativamente. En nuestra cultura, es bueno ser diestro y malo ser siniestro; si te dan la derecha te dan un OK y hacer algo por izquierda es ilegal. Y es bueno ir para adelante: retroceder, jamás. Pero me parece –pero puedo estar engañándome– que las posiciones arriba y abajo están más cargadas que las otras. Abajo es el infierno, la oscuridad, la confusión, la desaprobación, el castigo, la muerte... Arriba es el cielo, la luz, la verdad, la aprobación, el premio, la vida...
Qué destino de viaje preferir parece obvio, pero por las dudas lo digo así: puede que esas connotaciones contribuyan a que elijamos imaginar mayoritariamente el futuro arriba (no digo en un 100%, y menos reflejando 1 caso, pero sí mayoritariamente; al menos en una cultura con esas valorizaciones –u otras distintas pero del mismo signo: con el pulgar en la misma dirección).

2.3.1

Pero que sea la corriente menos (o nada) usada para poner a fluir el tiempo no significa que no sea usada (o esté implicada) en el diseño de otras cosas. O en la manera de llamarlas: hablar de un ascensor (o elevador) es privilegiar una de las dos metas que puede tener ese subibaja vertical, la que ubica el futuro del viaje arriba. De modo similar, el futuro de una suma –su resultado– está abajo para algunos y arriba para otros. El tiempo pasó de ser algo a definir o graficar a ser un insumo de otra cosa.
Agrego otros 2 ejemplos de orientación implícita en el diseño. Para el primero vuelve a decidir la dirección con que leemos y escribimos, que es doble: además de izquierda a derecha o de derecha a izquierda en el renglón, de arriba abajo o de abajo arriba en la página. En las culturas donde escribimos y leemos de arriba abajo, el pasado está arriba (por ahí empezamos un CV o una cronología biográfica, si no la hacemos regresiva) y el futuro –o su víspera, el presente– está abajo (y a partir de ahí sólo se puede seguir a pura imaginación o conjetura).

2.3.2

Para el segundo ejemplo, en la otra dirección vertical, está el apilamiento que hace un blog. Al apilar entradas las ordenamos de la más reciente a la más antigua: el pasado abajo, el futuro arriba. Pero al pasar de página con la barra de navegación –flujo horizontal– avanzamos hacia el pasado (descendemos en la pila con "Página siguiente") o retrocedemos hacia el futuro (ascendemos en la pila con "Página anterior"). Así de enrevesadas son las cosas en esta ensalada de metáforas. Vamos de nuevo.
Recorremos la pila, cuya cronología fluye de abajo arriba, con la metáfora libresca de pasar las hojas de un libro (a nuestro modo: con la siguiente a la derecha). Nótese que para moverse entre entradas no es relevante en qué dirección leemos/barremos un renglón, sino un libro. La navegación de un blog en árabe, si apilan y hojean como nosotros, debería ser igual que la nuestra.
Otra metáfora de navegación podría tener una corriente en sentido inverso. O la misma metáfora libresca, pero en una cultura que pase las hojas de atrás para adelante (es decir, con las novedades a la izquierda). Como sea que la flecha horizontal se invierta, los flujos se amigan: ya no hay uno cuyo avance es un retroceso en la cronología de la pila y otro cuyo retroceso es un avance en ella; con ese cambio hay un flujo cuyo avance (un deslizamiento hacia la izquierda) es un avance (un ascenso) en la cronología y otro cuyo retroceso lateral (hacia la derecha) es un retroceso cronológico (un descenso en la pila). Y esto es la mitad del asunto, porque aquella discordancia se disipa con cualquiera de estas dos modificaciones: como recién, cambiando la orientación de la barra (hacerla fluir de derecha a izquierda); o cambiando la orientación de la pila (hacerla fluir de arriba abajo).

Imagino que es la comodidad de tener lo último a mano o a la vista lo que nos hace preferir apilar; imaginate si el post nuevo lo tuvieras que ir a buscar siempre al fondo de todo. La novedad abajo es la distribución propia de una página o de un libro (a lo rollo: "como dijimos más arriba", escribe a veces el infrascrito); y es también la que hay dentro de cada post. Pero dentro de la colección de entradas que es un blog la novedad conviene dejarla arriba, bien visible. Así ubicada, librificar un blog requiere publicar al revés de como se va a leer: si querés hacer de cada post el capítulo de una obra, para que te queden ordenados (Capítulo I, II, III...) el mayor lo tenés que publicar primero y el menor último (como hizo Anto en su novela Más grande que El Globo).

Lo reciente es lo más cercano que podemos estar del presente, de tan fugaz que es. Todo lo que hay acá (todo lo que está presente) es pasado: hay un ensayo que es el último y lo siguen debajo los otros. El futuro es eventual, nunca real: es el próximo ensayo que publique, que todavía no existe. Como vos, yo y cualquiera, el blog morirá cuando ya no tenga más futuro: cuando ya no haya ningún ensayo pendiente sobrevolando la línea de flotación (que tiene de ancho la brecha entre la fecha actual y la del último ensayo publicado; debajo empiezan las profundidades del pasado).


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