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sábado, 14 de octubre de 2023

Mensajeros 001 (1.0.0)



Ayer 13/10 agregué algunas cosas al ensayo publicado anteayer, que se compone de un desprendimiento de “Entusiasmos XV (El planeta de los deseos)” y unas extracciones de “Ante las interpretaciones”. Antes el ensayo decía esto:



1.



After Hours (1985), de Martin Scorsese.

   El relato de Kafka “Ante la ley” y el debate que le sigue están en el penúltimo capítulo de la novela El proceso (Buenos Aires, Colihue, 2005; traducción de Miguel Vedda). En la nota 63, página 231, Vedda escribe que la palabra alemana Türhüter «designa al encargado de vigilar una puerta». Es la función que cumple Mott, el patovica del club Berlín, en la película kafkiana After Hours, donde se recrea parte del diálogo entre el guardián y el hombre de campo.
Disclaimer. El párrafo que sigue proviene, con pocos retoques, de la sección 1 de “Ante las interpretaciones”. El párrafo anterior también viene de esa sección, precedida por ese epígrafe de Scorsese, pero con más retoques y entresacando a Mott de una trama con otros porteros.

   El ingreso al Berlín que consigue Paul no cuenta: termina saliendo con más ganas de las que tuvo para entrar y sin haber cumplido el objetivo de entregar su mensaje. Le pasa lo que le pasará al mensajero de “Un mensaje imperial”, pero sin sus inmensidades ni muchedumbres inatravesables: a Paul, que se abre paso a través de la multitud punk hasta que lo recapturan, lo frustra la combinación –también kafkiana– de una distancia corta y un volumen alto.
   En la escena se sincretizan los dos relatos de Kafka: en lugar de un hombre de campo pidiendo pasar, hay un mensajero; en lugar de una densa vastedad impidiéndolo, hay un guardián. Scorsese supo emular sin imitar, homenajear sin copiar.

2.

   Kafka sube la apuesta de gajes del oficio en su relato “Mensajeros” (en Parábolas y paradojas, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979, página 81; traducción de Gustavo A. Baum):
«Se les dio a elegir: podían convertirse en reyes o en los mensajeros de los reyes. Niños, eligieron como niños: todos quisieron ser mensajeros. Por consiguiente, sólo existen mensajeros que corren por el mundo, gritándose uno a otro, puesto que no existen reyes, mensajes que carecen de sentido. Estos mensajeros querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales.»
   Parece uno de esos juegos infantiles de acordar las líneas gruesas de una aventura y los roles de cada quien:
~¿Dale que yo era un mensajero del rey y vos eras un rey?
–No, los reyes no hacen nada. Solamente tienen que esperar el mensaje. Es más divertido ser mensajero y correr por todos lados y gritar.
--Yo también quiero ser mensajero.
—¡Mensajero, canté!
   Es como si en un poliladron todos pudieran elegir y eligieran ser ladrones, o todos policías. Si no perseguís a nadie ni hay nadie que te persiga, no hay persecución y el juego pierde sentido.
   En “Mensajeros”, la responsabilidad del cargo sobrevive al sentido del servicio, que muere cuando se cumple que para bailar un tango se necesitan dos. Los mensajeros que «querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales», serán como el esqueleto en el armario del que se quedó jugando a las escondidas cuando ya nadie lo buscaba.
   La elección que hicieron todos (mensajero) los dejó sin sentido del juego (sin reyes meta); el deber los hace jugar aunque no tenga sentido.

3.

   Hasta al guardián de “Ante la ley” le fue mejor; al menos pudo retirarse cuando su servicio perdió sentido, una vez muerto el destinatario de la puerta que custodiaba.
   Por su parte, el mensajero imperial tiene una misión exorbitante, imposible en la práctica, pero conceptualmente consistente, no absurda. De hecho, es una misión aún en curso, por vanas que sepamos la tentativa inquebrantable del mejor mensajero y la espera tenaz del destinatario, «el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía».
   Un destinatario muere y el otro morirá, ambos esperando: uno un permiso, el otro un mensaje, ambos un contacto con un poder en la mayor de las asimetrías: uno, un acceso a la Ley (Mahoma quiere y no logra ir a la montaña); el otro, una entrega del emperador (la montaña quiere y no logra ir a Mahoma).




Ahora el ensayo dice así:





1.



After Hours (1985), de Martin Scorsese.

   El relato de Kafka “Ante la ley” y el debate que le sigue están en el penúltimo capítulo de la novela El proceso (Buenos Aires, Colihue, 2005; traducción de Miguel Vedda). En la nota 63, página 231, Vedda escribe que la palabra alemana Türhüter «designa al encargado de vigilar una puerta». Es la función que cumple Mott, el patovica del club Berlín, en la película kafkiana After Hours, donde se recrea parte del diálogo entre el guardián y el hombre de campo.

Disclaimer

   El párrafo que sigue proviene, con pocos retoques, de la sección 1 de “Ante las interpretaciones”. El párrafo anterior también viene de esa sección, precedida por ese epígrafe de Scorsese, pero con más retoques y destilando a Mott de una trama de puerteros (los otros son el guardián reversionado de “Ante la ley” y el Lacayo Rana de Alicia en el país de las maravillas).
   ¿Por qué la destilación? Porque ya desde el título, el interés de este ensayo por la escena de After hours no está puesto en Mott ni en su oficio, sino en Paul como mensajero, en trama con otros mensajeros de dos relatos más de Kafka (de uno ya escribí otras veces, empezando por “La tragedia kafkiana”; del otro será la primera vez que escriba).

   El ingreso al Berlín que consigue Paul no cuenta: termina saliendo con más ganas de las que tuvo para entrar y sin haber cumplido el objetivo de entregar su mensaje. Le pasa lo que le pasará al mensajero de “Un mensaje imperial”, pero sin sus inmensidades ni muchedumbres inatravesables: a Paul, que se abre paso a través de la multitud punk hasta que lo recapturan, lo frustra la combinación –también kafkiana– de una distancia corta y un volumen alto.
   En la escena se sincretizan los dos relatos de Kafka: en lugar de un hombre de campo pidiendo pasar, hay un mensajero; en lugar de una densa vastedad impidiéndolo, hay un guardián. Scorsese supo emular sin imitar, homenajear sin copiar.

2.

   Pasemos de ilusos a ilusorios. Kafka sube la apuesta de gajes del oficio postal en su relato “Mensajeros” (en Parábolas y paradojas, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979, página 81; traducción de Gustavo A. Baum):
«Se les dio a elegir: podían convertirse en reyes o en los mensajeros de los reyes. Niños, eligieron como niños: todos quisieron ser mensajeros. Por consiguiente, sólo existen mensajeros que corren por el mundo, gritándose uno a otro, puesto que no existen reyes, mensajes que carecen de sentido. Estos mensajeros querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales.»
   Parece uno de esos juegos infantiles de acordar las líneas gruesas de una aventura y los roles de cada quien:
~¿Dale que yo era un mensajero del rey y vos eras un rey?
–No, los reyes no hacen nada. Solamente tienen que esperar el mensaje. Es más divertido ser mensajero y correr por todos lados y gritar.
--Yo también quiero ser mensajero.
—¡MENSAJERO, CANTÉ!
   Es como si en un poliladron todos pudieran elegir y eligieran ser ladrones, o todos policías. Si no perseguís a nadie ni hay nadie que te persiga, no hay persecución y el juego pierde sentido.
   En “Mensajeros”, la responsabilidad del cargo sobrevive al sentido del servicio, que muere cuando se cumple que para bailar un tango se necesitan dos. Los mensajeros que «querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales», serán como el esqueleto en el armario del que se quedó jugando a las escondidas cuando ya nadie lo buscaba.
   Al menos murió esperanzado; engañado, pero esperanzado; los mensajeros reales sin reyes no se engañan respecto de su situación y no tienen esperanza de salir si incumplir un deber nunca es una opción.
   Permaneciendo en su escondite y en silencio, el jugador inclaudicable está tan solo como los mensajeros que cambian todo el tiempo de ubicación, que “corren por el mundo, gritándose uno a otro, puesto que no existen reyes, mensajes que carecen de sentido”, movidos por un deber incumplible e irrenunciable.
   La soledad ambulante de los mensajeros me recuerda la del viajero que canta Cerati:
   ♪♫ Nadie me vio partir,
   lo śe, nadie me espera.
♫♪
   Así aislados, puede haber al menos dos maneras de interpretar esos dos heptasílabos.
    Interpretación de 1 extremo (o de la vuelta): si “nadie me espera” acá, en el origen del viaje, es porque “nadie me vio partir”; si no saben que me fui, mal pueden esperarme.
    Interpretación de 2 extremos (o de la ida): si “nadie me espera” allá, en el destino del viaje, mi arribo será tan solitario y anónimo como fue mi partida.
   La elección de mensajero real que hicieron todos los dejó sin sentido del juego, a falta de destinatarios reales. Si aun así el deber los hace jugar, la estrategia es rígida: no tiene la flexibilidad de apagarse cuando sus jugadas carecen de sentido (como no la tuvo el escondido para dar por terminado el juego ni la patrulla perdida para dar por terminada la guerra).
   Moraleja: no gastes al pedo la energía de un deber: no se la apliques a un imposible, como el de hacerle llegar un mensaje a quien no existe (que es estar ausente de todos los sitios, incluyendo aquellos donde pueda buscar un mensajero).

3.

   Hasta al guardián de “Ante la ley” le fue mejor; al menos pudo retirarse cuando su servicio perdió sentido, una vez muerto el destinatario de la puerta que custodiaba.
   Por su parte, el mensajero imperial tiene una misión exorbitante, imposible en la práctica, pero conceptualmente consistente, no absurda. De hecho, es una misión aún en curso, por vanas que sepamos la tentativa inquebrantable del mejor mensajero y la espera tenaz del destinatario, «el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía».
   Un destinatario muere y el otro morirá, ambos esperando: uno un permiso, el otro un mensaje, ambos un contacto con un poder en la mayor de las asimetrías: uno, un acceso a la Ley (Mahoma quiere y no logra ir a la montaña); el otro, una entrega del emperador (la montaña quiere y no logra ir a Mahoma).


viernes, 22 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 033 (9.2.1)




Ayer, 21/9/23, además de algunos retoques, eliminaciones y sustituciones, agregué 3 párrafos en el final del ensayo y reubiqué otros 3.



[...]

   La lógica de los androides está lejos de la proporción más funcional de rigidez y flexibilidad, como la que debe tener la aleación de bronce y hierro cobre y estaño de las campanas de bronce (o la de colágeno y calcio de los huesos) para que no se quiebren fácilmente. O como «el equilibrio entre exactitud y errores en la reproducción» de nuestro ADN: «Si hay demasiados errores, el organismo no puede funcionar; pero si hay demasiado pocos, lo que se sacrifica es la capacidad de adaptación» (Bill Bryson, Una breve historia de casi todo, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2007). El mismo sacrificio hacen los hiperlógicos androides y Spock. La primera escena del episodio termina con una discusión sobre esas proporciones:


   No soy quién para criticar la puntería que tuvo con Norman el detector de otredades McCoy, a pesar de que apuntó guiado por argumentos que “tienen muy graves defectos de orden lógico”. Puede parecer que también hizo un Homero, pero McCoy respondería que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”: hace falta también la impresión, la intuición, la simpatía, la sensación o como gustes llamar al otro ingrediente –el no racional– de la aleación humana, del que carecen los no humanos androides y vulcanianos, a diferencia de los no humanos animales.
   Sin querer (pero dándose cuenta al terminar), McCoy describe la sociabilidad de Spock describiendo la del sospechoso Norman. Más adelante, a los 14'01'', el emperador Mudd los igualará por la manera de hablar: “Spock, será feliz; aquí todos hablan a su estilo”. Y como ya vimos, en el contrapunto cercano al final del episodio, a los 44'15'', McCoy igualará explícitamente a Spock con los androides por sus a los androides con Spock porque tienen “mentes muy parecidas a la suya: lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas”.
   La completitud lógica y la ausencia de emoción se implican recíprocamente; el 0% de una es el 100% de la otra: “de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”.
   La completitud lógico-pragmática implica la ausencia de emoción; el 100% de una es el 0% de la otra: “de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que dejar el planeta de los seres lógicos, ya que en el Enterprise “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”.
   Otro ingrediente de la aleación humana presente en no humanos animales y ausente en no humanos artificiales es la sensibilidad sexual. A Spock se lo caracteriza también con esta otra ausencia, que si no es subsidiaria es complementaria de la de emoción. Recordemos el diálogo entre él y Mudd después de la presentación de las 500 Alicias:
Spock --Quinientas del mismo modelo. Me parece bastante extraño.
Mudd -Tengo especial predilección por este modelo en particular, señor Spock, que usted... por desgracia, no está preparado para apreciar.
   A mis 15 ya estaba preparado para apreciar la predilección de Mudd. Algo así no pudo haberle pasado a sus 15 a Spock ni a ninguno de los 207.807 androides. No les queda espacio en su identidad para esa apreciación. En una identidad, 100% puede haber de una sola cosa (de razón o logicidad, en los casos vulcanianos y artificiales); 0% puede haber de más de una, como en estos casos un 0% de emoción y un 0% de sensibilidad sexual (decirle sexoafectiva la humanizaría más, o sea, la separaría más de lo animal, un reino que con sexual está más cómodo).
   Cuando Norman da el fundamento para no permitirles a los humanos viajar por la galaxia y para imponerles su ayuda (“Su especie es autodestructiva, y por eso necesita nuestra ayuda”), Kirk le contesta: “Fallamos por ser humanos; es posible que esa palabra nos defina mejor”. No me queda claro cuál es “esa palabra”. Si es “humano”, es tautológico; si es “fallamos”, no: sería una variante de Errar es humano (parece la premisa mayor de un silogismo que tiene por conclusión Tusam es humano).
   A mis 15 ya estaba preparado para apreciar la predilección de Mudd. Algo así no pudo haberle pasado a sus 15 a Spock ni a ninguno de los 207.807 androides.
   Pero tal vez lo que nos defina mejor no sea fallar, sino lo que usamos al fallar, que incluye sensibilidades emocionales y sexuales que son imitables pero inexperimentables para los androides imaginados en 1967 y para las IA del 2023. No cualquier forma de fallar es humana; fallar no humanamente te delata más que no sangrar o no poder doblar el meñique.
Cuando Norman da el fundamento para no permitirles...
   Siguiendo al filósofo de La Colifata, si lo lógico –que incluye lo racional y lo razonante– tiene su porcentaje y lo razonable tiene el suyo porque son ingredientes distintos de la aleación, con 100% del primero, que es la lógica del sentido, sólo puede haber 0% del segundo, que es el sentido común, cuya (ausencia por) pérdida es para Garcés la locura.
Pero tal vez lo que nos defina mejor no sea fallar, sino lo que usamos al fallar...
   Los androides nunca tuvieron el sentido común que los locos perdieron. Es una carencia de origen que siempre procuran que no se note, aunque no siempre lo logren. No siempre lo racional y lo razonante, incluso al 100%, pueden disimular la falta de lo razonable, o sea, la locura, la insensatez o la estupidez. Las tres son malos desempeños en la interacción con el mundo, jugadas ruinosas en el juego social.
   En la primera escena del episodio, McCoy justifica su primera impresión sobre Norman, que está a bordo hace sólo 72 horas, por lo que considera tres anomalías sociales, tres exclusiones (sonrisa, temas personales, pasado) que le caben también a Spock: “Algo malo debe haber en un hombre que jamás sonríe, que conversa exclusivamente sobre temas del trabajo y que no habla sobre su pasado”.
   En algunos casos, ChatGPT Algo similar podría decirse de ChatGPT, que a veces tiene una estupidez inhumana; comete ciertos errores que ningún humano cometería (como un estudiante inicial de una lengua extranjera comete ciertos algunos errores que ningún hablante nativo cometería). Pero esos errores no se deben a la falta de una sensibilidad para las emociones o para la sexualidad, como pueden podrían deberse los de Spock y los de androides. Más bien parecen errores por falta de sentido común. O en todo caso: un humano que cometiera esos errores sufriría una falta grave de sentido común.

jueves, 21 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 032 (9.2.0)



Ayer, 20/9/23, seguí trabajando la última sección del ensayo, a la que le agregué nuevos 7 párrafos finales, que igual debería retocar.



[...]

   No soy quién para criticar la puntería que tuvo con Norman el detector de otredades McCoy, a pesar de que apuntó guiado por argumentos que “tienen muy graves defectos de orden lógico”. Puede parecer que también hizo un Homero, pero McCoy respondería que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”: hace falta también la impresión, la intuición, la simpatía, la sensación o como gustes llamar al otro ingrediente –el no racional– de la aleación humana, del que carecen los no humanos (los androides y el vulcaniano Spock) androides y vulcanianos, a diferencia de los no humanos animales.
   Sin querer (pero dándose cuenta al terminar), McCoy describe la sociabilidad de Spock describiendo la del sospechoso Norman. Más adelante, a los 14'01'', el emperador Mudd los igualará por la manera de hablar: “Spock, será feliz; aquí todos hablan a su estilo”. Y como ya vimos, en el contrapunto cercano al final del episodio, a los 44'15'', McCoy igualará explícitamente a Spock con los androides por sus “mentes muy parecidas a la suya: lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas” (“de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”).
   La completitud lógica y la ausencia de emoción se implican recíprocamente; el 0% de una es el 100% de la otra: “de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”.
   Otro ingrediente de la aleación humana presente en no humanos animales y ausente en no humanos artificiales es la sensibilidad sexual. A Spock se lo caracteriza también con esta otra ausencia, que si no es subsidiaria es complementaria de la de emoción. Recordemos el diálogo entre él y Mudd después de la presentación de las 500 Alicias:
Spock --Quinientas del mismo modelo. Me parece bastante extraño.
Mudd -Tengo especial predilección por este modelo en particular, señor Spock, que usted... por desgracia, no está preparado para apreciar.
   En una identidad, 100% puede haber de una sola cosa (de razón o logicidad, en los casos vulcanianos y artificiales); 0% puede haber de más de una, como en estos casos un 0% de emoción y un 0% de sensibilidad sexual (decirle sexoafectiva la humanizaría más, o sea, la separaría más de lo animal, un reino que con sexual está más cómodo).
   A mis 15 ya estaba preparado para apreciar la predilección de Mudd. Algo así no pudo haberle pasado a sus 15 a Spock ni a ninguno de los 207.807 androides.
   Cuando Norman da el fundamento para no permitirles viajar por la galaxia y para imponerles su ayuda (“Su especie es autodestructiva, y por eso necesita nuestra ayuda”), Kirk le contesta: “Fallamos por ser humanos; es posible que esa palabra nos defina mejor”. No me queda claro cuál es “esa palabra”. Si es “humano”, es tautológico; si es “fallamos”, no. Sería una variante de Errar es humano (parece la premisa mayor de un silogismo que tiene por conclusión Tusam es humano).
   Pero tal vez lo que nos defina mejor no sea fallar, sino lo que usamos al fallar, que incluye sensibilidades imitables pero inexperimentables para los androides imaginados en 1967 y para las IA del 2023. No cualquier forma de fallar es humana; fallar no humanamente te delata más que no sangrar o no poder doblar el meñique.
   En algunos casos, ChatGPT tiene una estupidez inhumana; comete ciertos errores que ningún humano cometería (como un estudiante inicial de una lengua extranjera comete ciertos errores que ningún hablante nativo cometería). Esos errores no se deben a la falta de una sensibilidad para las emociones o para la sexualidad, como pueden deberse los de Spock y los de androides. Más bien parecen errores por falta de sentido común. O en todo caso: un humano que cometiera esos errores sufriría una falta grave de sentido común.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 031 (9.1.0)




En la madrugada del 19/9/23 hice algunas supresiones y agregados a la sección 5 del ensayo. Agregué la grabación desincronizada del subte A haciendo colapsar a los androides, para ilustrar su vulnerabilidad a las falsedades, incluso una involuntaria como esa. En el otro agregado relevante, a las campanas y los huesos sumé nuestro ADN y su delicado «equilibrio entre la exactitud y errores en la reproducción».



[...]
   Toda falsedad es un reemplazo de una verdad por otra cosa; según por cuál, tenés un tipo u otro de falsedad. Aun sin saber qué son (qué dicen) A, B, C, D..., podemos saber que si A es cierto, anti-A es automáticamente falso, y viceversa; están veritativamente entrelazados. En cambio, con B, C, D... se verá en cada caso qué tan cerca o lejos están de A. Pueden estar en cualquier punto de su esfera de interacción semántica, excepto en las antípodas, que son exclusivas de anti-A.
   Una vez convenido cuál es el reverso para un anverso, si anti-A se hace pasar por A, estamos en el Reino del Revés, donde –me dijeron– ♪♫ nada el pájaro y vuela el pez ♫♪ (para citar dos inversiones hermanas, con bichos y locomociones intercambiados). Si A es cierto (ya sea vuela el pájaro o nada el pez), está cantado que anti-A es falso. Pero es falso en un grado preciso: 180°, el medio giro del contrasentido. La falsedad de una ilogicidad tipo b es una media vuelta de campana.
   El grado de falsedad es distinto si B (o C o D...) se hace pasar por A (y, por lo tanto, anti-B por anti-A, porque en rigor el reemplazo es de una esfera conceptual por otra). La gradación de este gato por liebre puede ir desde una falsedad sensata (la agonía de Harry Mudd, la traición de Uhura) a una arbitraria (ilogicidad tipo c), pasando por una insensata pero racional y razonante, lógica ("ilogicidad" tipo a), a diferencia de la falsedad de peces voladores o pájaros nadadores (quimeras tipo b). Por ejemplo: ves volar un pájaro y en vez de decir que vuela un pájaro (lo lógico y verdadero),
    decís que vuela un avión o Superman (te confundís, pero mandás algo lógico dentro de tu tecnología o de tu mitología);
    o decís que en ese cielo nada un pez o corre un carpincho (delirás, pero al menos seguís en un eje bicho~locomoción, como esos dos de María Elena Walsh pero consistente);
    o decís que eso son truenos celestes (te fuiste al carajo: mandaste algo arbitrariamente falso, una sinestesia de lógica diurna pero inaplicable al caso: un sinsentido).
   Revisemos la autopsia de los androides. Hay una condición preexistente que favorece la letalidad del síndrome de abstinencia inmediato. La lógica de esa “gigantesca y extraordinaria mente” es tan rígida y literal que les impide tomar lo ilógico de cada caso como prueba o indicio de su falsedad, lo que evitaría que les afectara (sólo creyéndolo verdadero les puede afectar lo ilógico).
   La rigidez desproporcionada es fragilidad; vuelve a los androides vulnerables –porque los vuelve ciegos– a las falsedades más evidentes, que no ven. Los haría sonar o colapsar hasta la falsedad involuntaria de la voz grabada que anuncia “Estación Plaza Miserere” cuando el subte está parando en Alberti. Tranquilo, máquina; sólo anda mal la grabación, no te pongas así...
   Demasiado crédulos para ser tan superiores. Si fueran humanos, diríamos que les falta sentido común. Nadie que tuviera el suficiente creería que performances sesentosas del 4513.3 son declaraciones juradas, y menos siendo tan absurdas, locas, irracionales y/o ilógicas.
   La lógica de los androides está lejos de la proporción más funcional de rigidez y flexibilidad, como la que debe tener la aleación de bronce y hierro de las campanas (o la de colágeno y calcio de los huesos) para que no se quiebren fácilmente. O como «el equilibrio entre exactitud y errores en la reproducción» de nuestro ADN: «Si hay demasiados errores, el organismo no puede funcionar; pero si hay demasiado pocos, lo que se sacrifica es la capacidad de adaptación» (Bill Bryson, Una breve historia de casi todo, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2007). El mismo sacrificio hacen los hiperlógicos androides y Spock. La primera escena del episodio termina con una discusión sobre esas proporciones, donde McCoy le dice a Spock que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”, poco antes de que Norman tome el control de la nave y revele que es un androide:


   No soy quién para criticar la puntería que tuvo con Norman el detector de otredades McCoy, a pesar de que apuntó guiado por argumentos que “tienen muy graves defectos de orden lógico”. Puede parecer que también hizo un Homero, pero McCoy respondería que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”: hace falta también la impresión, la intuición, la simpatía, o como gustes llamar al otro ingrediente de la aleación humana, del que carecen los no humanos (los androides y el vulcaniano Spock).
   Sin querer (pero dándose cuenta al terminar), McCoy describe la sociabilidad de Spock describiendo la del sospechoso Norman, que está a bordo hace 72 horas; más adelante, a los 14'01'', el emperador Mudd los igualará por la manera de hablar (“Spock, será feliz: aquí todos hablan a su estilo”). Y como ya vimos, en el contrapunto cerca del cercano al final del episodio, a los 44'15'', McCoy igualará explícitamente a Spock con los androides por sus “mentes muy parecidas a la suya: lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas” (“de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”).

martes, 19 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 030 (9.0.0)



Ayer 18/9/23 agregué unos siete párrafos al ensayo, entre el final de la sección 4 y el final de la 5, con cuatro párrafos y un video nuevos. En el medio reubiqué de tipo a una ilogicidad, la 0, e hice otros retoques. El ensayo perdió el final que tenía y todavía no llegó a otro; de hecho, acabo de abrir otro tema.



[...]

   Pero incluso con esta acepción de locura es posible dar un argumento a favor de llamar ilogicidades a todo lo que le tiran a los androides para probarles que “los dominamos”. Si éstos se caracterizan por tener, como Spock, “mentes lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas”, no está mal que la ilogicidad sea la munición que designe al conjunto o el sinónimo que englobe a los anteriores.
   Las municiones son disparadas, recordemos, con el objetivo de dejar insatisfechas, hasta el colapso, las búsquedas de interpretación lógica. Veamos cómo las ilogicidades crackean el sistema de los robots.
   Hablando se entiende la gente y se crackea el sistema de los androides, sin necesidad de tocarlos, sólo dirigiéndoles ilogicidades.

5. En busca de interpretación lógica (Ilogicidades tácticas)

   Recapitulemos. Sobre el final de la sección 3 habíamos dejado a Kirk y a Spock sacando conclusiones sobre la “interesante” y “fascinante” reacción de Alice 471 que acabamos de ver. Ya que estos androides insuperables (“perfectos, física y mentalmente: sin debilidades, perfecta disciplina, sin vicios, sin temores ni fallas”) se tildan cuando no encuentran interpretación lógica, para combatirlos Kirk había propuesto “usar absurdo, locura, irracionalidad, ilogicidad dirigida contra Norman”, el “lóbulo central” de ese “cerebro colectivo”.
   A los 33'39'', la primera parte del plan consiste en hacerles creer a los androides que una traición de Uhula malogró el sabotaje a la nave que pensaban hacer:


   Uhura finge desear la inmortalidad joven y hermosa que realmente desea y finge revelar el ardid que realmente revela (la inyección de una sustancia al "agonizante" Mudd, con fines diferentes de los que hubo con la "muerta" Julieta Capuleto). Uhura engaña usando la verdad.
   En cuanto a Kirk, el descubrimiento que hizo con Alice 471 le permite repetir con Alice 1 la táctica de acorralarla con planteos lógicos sobre incumplir con su programación y fracasar en su misión, en su sentido. Es lo que pasaría si Mudd muriera por culpa de que “los humanos tienen prohibido ir a la nave”. La prohibición, que sostiene la única y resistida excepción al cumplimiento de deseos, puede matar humanos (bueno, dejarlos morir), además de frustarlos.
   La débil justificación de la escena la da Scott: “Los androides esperaban un golpe, y lo hemos dado”. Por un lado, recién ahí nos enteramos de la existencia de esa expectativa, que no es temor. Por otro lado, no termino de entender la ganancia del golpe que han dado Kirk y los suyos. ¿Para qué sirve poner a los androides en alerta y vigilancia de acciones humanas? Una posibilidad: para distraerlos del verdadero ataque en ciernes, del que el planteo inicial de Kirk a Alice 1 da un adelanto. ¿O la idea es que los androides se relajarán después de recibir el golpe que esperaban, que es un falso golpe que hace inesperado al verdadero?
   Chekov complementa a Scott: “¿Ahora qué, capitán?”. La respuesta de Kirk, que dejé afuera del fragmento anterior, encabeza el siguiente, que empieza a los 35'18'' con el nombre carrolliano de la operación y sigue más de 8 minutos y medio a lo largo de sus etapas:


   El objetivo de las ilogicidades disparadas es dejar insatisfechas, hasta el colapso, las búsquedas de interpretación lógica. Como el campesino y el remoto súbdito de Kafka, los androides mueren esperando: no un permiso, no un mensaje, sólo un sentido lógico; no años, apenas segundos. Partida de defunción: adicción a la lógica de alta pureza, síndrome de abstinencia inmediato y fulminante o infradosis letal. Más adelante revisaremos la autopsia.
   Desde el festejo del cautiverio hasta la liberadora paradoja del mentiroso, cuento 15 ilogicidades dirigidas contra Norman y el “cerebro colectivo” que él coordina. Si la cuenta es correcta, hay una mera coincidencia; si no es correcta, el número es sospechoso de un sesgo de aniversario. Mi lista de ilogicidades tácticas ocuparía demasiado espacio en el ensayo, pero puedo dejarla disponible para mostrar acá abajo haciendo click en

Ilogicidad 1:
Alice 2 --¿Qué es lo que hacen?
Kirk ~Están festejando
Alice 118 --¿Qué es lo que festejan?
Kirk ~Su cautiverio.

Ilogicidad 2:
Kirk ~¿Les gusta la música?
Alice 118 --¿Música?
Alice 2 --¿Música?

Ilogicidad 3:
Alice 2 --¿Por qué lo golpea?
Kirk ~Porque lo quiere.

Ilogicidad 4:
Kirk ~¡Sr Chekov! El piso no es para oficiales. ¡De pie! (Chekov se para) Ahora quédese absolutamente quieto.
Chekov -Sí, capitán. (Empieza a moverse ridículamente)
Kirk ~Así es mejor, Sr Chekov. (Suenan las alarmas de perplejidad)
Alice 118 --Es ilógico.
Kirk ~Su comentario es ilógico.

Ilogicidad 5:
Spock presionó con los dedos el cuello de Alice 210, que le pregunta: “¿Tiene algún significado lo que está haciendo?” Spock no contesta, camina y le dice a Alice 27:

Ilogicidad 6:
Spock –La amo a usted. (Mira a Alice 210) Sin embargo, a usted la odio.
Alice 210 --Pero... soy idéntica en todo a Alice 27.
Spock --Sí, en efecto. La odio justamente por eso, porque son ustedes idénticas.

Ilogicidad 7:
Norman --¿Qué hacen ustedes aquí?
Kirk ~Queremos que se rindan.
Norman --Eso es ilógico. Podemos movernos más rápidamente. Somos invulnerables al ataque. Somos más fuertes.

Ilogicidad 8:
McCoy —Usted nos ofrece solamente bienestar.
Scott ─Felicidad, sustento y bebida. No es suficiente. Necesitamos trabajar.
McCoy —Y sufrir, atormentarnos y temer. Trabajar de modo continuo.
Scott ─Morir, llorar y lamentar nuestros fracasos.
McCoy y Scott —─Solamente así podremos ser muy felices. (Hacen un gesto ridículo y suenan los collares de Alice 11 y Alice 3)
Norman --Eso es contradictorio. No es lógico. Sr Spock, explique.

Ilogicidad 9:
Spock –¿Por qué no? La lógica es un ave polícroma que trina en la pradera. La lógica es un ramillete de hermosas flores que hieden horriblemente.

Ilogicidad 10:
Scott ─¡Tengan compasión! ¡Estoy muriendo de felicidad, estoy muriendo de comodidad y placer! ¡Mátenme, mátenme!

Ilogicidad 11:
Scott ─Adiós, frío universo (Sus compañeros acaban de "dispararle" apuntando con sus dedos y silbando; McCoy lo revisa)
McCoy —Está muerto.
Norman --No, eso no es posible. No tienen armas. (Suenan los collares de Alice 11 y Alice 3)

Ilogicidad 12:
Kirk ~¡Scotty! ¡Ha muerto Scotty! Tenía demasiada felicidad. Pero ahora es feliz de la nada. Nos va a hacer falta. Riamos por el amigo muerto. [Traducción de los subtítulos: “Scotty está muerto. Tuvo demasiada felicidad, pero ahora está más feliz: está muerto. Lo extrañaremos. Despidamos a nuestro pobre y querido amigo”] (Todos ríen a carcajadas. Kirk se frena en seco, dirige con las manos el final de la risa, y dice:)

Ilogicidad 13:
Kirk ~¿Qué es el hombre, cuando ha perdido su espíritu, su sentido del enterprise? Se transforma en algo que no puede ser sentido, ni tampoco comprendido, sino sólo un sueño: la más alta realidad. (Los suyos y Mudd lo aplauden y lo felicitan).
Kirk ~(A Norman) ¿Qué le pareció?
Norman --Eso es irracional, ilógico. Los sueños no son realidad.
Kirk ~¿Es lógico ser muy lógico? Eso no está demostrado.

Ilogicidad 14:
Toda la pantomima de la explosión, con Norman objetando: “No hay ningún explosivo”.

Ilogicidad 15:
Norman --Pero es que no hubo ninguna explosión.
Mudd -Mentí.
Norman --¿Qué?
Kirk ~Mintió. Sus palabras son falsas. Siempre lo que dice es mentira. [Subtítulos: “Mintió. Todo lo que él dice es mentira. No lo olvide. Todo lo que Harry dice es mentira”]
Mudd -Ahora escuche esto cuidadosamente: ahora estoy mintiendo. (Empieza a sonar el collar 1)
Norman --Dice usted que está mintiendo, pero si siempre dice mentiras debe estar diciendo la verdad, pero no puede decir la verdad porque sus palabras son mentiras, pero ha mentido, me expresó la verdad pero no es verdad... Ilógico, ilógico... Explíquenme. ¿Son humanos? Sólo un humano explica su comportamiento. ¿Puede explicar?
Kirk ~No estoy programado para responder esas cosas.

   Pero más que una lista minuciosa y un número preciso, me interesa distinguir tipos de ilogicidad en el arsenal utilizado:
    a) hay ilogicidades que son sólo locas falsedades, mentiras cuasi-artísticas o bastante inverosímiles como para no sospechar de ellas (o sea, en las antípodas de la mentira sobre la salud de Mudd que revela Uhula a cambio de juventud, belleza y eternidad, que es verosímil y no levanta las sospechas de Alice 1, al igual que la falsa traición):
      • no hay ninguna música que esté sonando en la sala durante el baile de Chekov y Uhula, por más que Kirk finja que sí;
      • los pulgares e índices y los silbidos no son armas ni matan a Scott, que poco después se levanta actuando temor por un explosivo, también falso invisible (la falsedad de su muerte se hace ostensible de inmediato, acto seguido, desmentida que debería revocar la perplejidad sufrida);
      • no hay un explosivo ni una explosión;
    b) otras ilogicidades –la mayoría– son contrasentidos, disonancias máximas, casos especiales de falsedad en los que se da lo inverso o antagónico de lo que esperábamos, más propios del Reino del Revés de María Elena Walsh (o del Espejo del mismo Carroll) que del País de las Maravillas, cuyo sabor onírico encontramos más bien en las ilogicidades a) y c):
      • festejar el propio cautiverio o la muerte de un amigo;
      • sufrir de felicidad, comodidad y placer;
      • desear morir de tan feliz;
      • querer una felicidad hecha de exceso de trabajo, sufrimiento, tormentos, temores, fracasos, lamentos, llantos y muerte;
      • abofetear por amor;
      • exigir la rendición del más fuerte;
      • la lógica como “un ramillete de hermosas flores que hieden horriblemente”;
      • amar a Alice 27 y odiar a Alice 210, que son idénticas, por un mismo motivo, el de ser idénticas (la diferencia oposición de lo idéntico);
      • contradecir el diccionario con equivalencias contradictorias como quietud = movimientos ridículos, sueños = realidad, y la ilogicidad 0 Enterprise = una hermosa chica a la que amamos (la identidad de lo diferente lo opuesto);
    c) otras ilogicidades son sinsentidos, dislates, arbitrariedades:
      • Spock tocando el cuello de Alice 210, que reacciona buscando algo aun más básico que una interpretación lógica: un sentido (“¿Tiene algún significado lo que está haciendo?”);
      • “La lógica es un ave polícroma que trina en la pradera” (“Y mi abuela patea calefones”, le habrían contestado años atrás);
      supernumeraria en la lista, la ilogicidad 0 le atribuye al Enterprise ser “una hermosa chica a la que amamos”, algo que dista mucho, y en una dirección random, de “un artefacto mecánico” que sirve para navegar;
    d) hay una única ilogicidad en el arsenal usado que no es la frustración de una expectativa generada por hábitos y rutinas, sino un genuino absurdo lógico: la paradoja de Epiménides. Para retratarla, da igual hablar de la necesidad de algo imposible (lo que dice Mudd el mentiroso debe y no puede ser cierto) que de la imposibilidad de algo necesario (lo que dice Mudd no puede y debe ser cierto).
       Luego de que las otras ilogicidades se encargaron de eliminar “las ramas del árbol”, la paradoja se encargó de eliminar la raíz: hizo colapsar al Nº 1, al “centro de control” llamado Norman. Un “estalla la matrix” avant la lettre. Los Expertos en Diseño puede que no lo fueran en estrategia: diseñaron un sistema centralizado tan vulnerable que te permite matar más de 200.000 pájaros de 1 tiro (aunque Kirk & Cía hayan empezado por las ramas del árbol en vez de ir directo a la raíz).
   Cuando Kirk dice que hay que “usar absurdo, locura, irracionalidad, ilogicidad dirigida contra Norman”, es probable que esas cuatro palabras no representen sendas categorías de lo no lógico, o que lo hagan con superposiciones, incluso tantas que se trate de cuatro maneras de decir lo mismo (es decir, una sinonimia). Pero si me pidieran nombrar cada uno de los cuatro tipos de ilogicidad con esas palabras, mi lecho de Procusto quedaría así: la “locura” nombraría el tipo a (la falsedad inverosímil); la “ilogicidad”, el tipo b (el contrasentido); la “irracionalidad”, el tipo c (el sinsentido); y el “absurdo”, el tipo d (la paradoja). (Aceptaría que la “ilogicidad” y el “absurdo” intercambiasen sus tipos.)
   Más allá de los nombres de los tipos de ilogicidad y de su lista, me interesa ver cómo se relacionan entre sí, qué movida superior integran. Para eso, convertiré la lista en una trama de las vicisitudes del sentido que tiene o no tiene algo. Una cosa es que algo no tenga sentido (c: sinsentido); otra, que no tenga el sentido que dice tener (a: falsedad); otra, que tenga el sentido contrario al que debería tener (b: contrasentido); otra, que no pueda tener el sentido que debe tener o que deba tener el sentido que no puede tener (d: paradoja).
   La gran mayoría de las ilogicidades son de tipo b, aquel donde se encuentra lo contrario de lo que se espera. ¿Por qué? Primera respuesta: no sé. Segunda respuesta: tal vez sea porque preferimos cualquier orden a ninguno, aunque sea el orden del Reino del Revés. El contrasentido tiene un patrón y es previsible, al igual que el sentido al que pone patas para arriba y a diferencia del sinsentido, que no tiene un patrón ni, por lo tanto, es previsible.
   Usando los parámetros del Reino del Revés, el sentido certero es lo que está al derecho (es lógico) y es verdadero. Hay cuatro formas de diferenciarse de ese combo: lo que está al derecho pero no es verdadero (a); lo que está al revés (b); lo que no está ni al derecho ni al revés, sino de una manera arbitraria (c); lo que está al derecho y al revés –está al derecho si y sólo si está al revés, y viceversa– (d). En este corto menú caben tantas ilogicidades como años llevo por acá tratando de entenderlas.

   De las cuatro diferencias respecto del combo correcto del sentido certero (A), la segunda (anti-A) tiene un tipo de falsedad distinto a la primera y a la tercera (B, C, D...); la cuarta es veritativamente indecidible. Veamos la distinción entre las tres falsedades.
   Toda falsedad es un reemplazo de una verdad por otra cosa; según por cuál, tenés un tipo u otro de falsedad. Aun sin saber qué son (qué dicen) A, B, C, D..., podemos saber que si A es cierto, anti-A es automáticamente falso, y viceversa; están veritativamente entrelazados. En cambio, con B, C, D... se verá en cada caso qué tan cerca o lejos están de A. Pueden estar en cualquier punto de su esfera de interacción semántica, excepto en las antípodas, que son exclusivas de anti-A.
   Una vez convenido cuál es el reverso para un anverso, si anti-A se hace pasar por A, estamos en el Reino del Revés, donde –me dijeron– ♪♫ nada el pájaro y vuela el pez ♫♪ (para citar dos inversiones hermanas, con bichos y locomociones intercambiados). Si A es cierto (ya sea vuela el pájaro o nada el pez), está cantado que anti-A es falso. Pero es falso en un grado preciso: 180°, el medio giro del contrasentido. La falsedad de una ilogicidad tipo b es una media vuelta de campana.
   El grado de falsedad es distinto si B (o C o D...) se hace pasar por A (y, por lo tanto, anti-B por anti-A, porque en rigor el reemplazo es de una esfera conceptual por otra). La gradación de este gato por liebre puede ir desde una falsedad sensata (la agonía de Harry Mudd, la traición de Uhura) a una arbitraria (ilogicidad tipo c), pasando por una insensata pero racional y razonante, lógica ("ilogicidad" tipo a), a diferencia de la falsedad de peces voladores o pájaros nadadores. Por ejemplo: ves volar un pájaro y en vez de decir que vuela un pájaro (lo lógico y verdadero),
    decís que vuela un avión o Superman (te confundís, pero mandás algo lógico dentro de tu tecnología o de tu mitología);
    o decís que en ese cielo nada un pez o corre un carpincho (delirás, pero al menos seguís en un eje bicho~locomoción, como esos dos de María Elena Walsh pero consistente);
    o decís que eso son truenos celestes (te fuiste al carajo: mandaste algo arbitrariamente falso, una sinestesia de lógica diurna pero inaplicable al caso: un sinsentido).
   Revisemos la autopsia de los androides. Hay una condición preexistente que favorece la letalidad del síndrome de abstinencia inmediato. La lógica de esa “gigantesca y extraordinaria mente” es tan rígida y literal que les impide tomar lo ilógico de cada caso como prueba o indicio de su falsedad, lo que evitaría que les afectara (sólo creyéndolo verdadero les puede afectar lo ilógico).
   La rigidez desproporcionada es fragilidad; vuelve a los androides vulnerables –porque los vuelve ciegos– a las falsedades más evidentes. Demasiado crédulos para ser tan superiores. Si fueran humanos, diríamos que les falta sentido común. Nadie que tuviera el suficiente creería que performances sesentosas del 4513.3 son declaraciones juradas, y menos siendo tan absurdas, locas, irracionales y/o ilógicas.
   La lógica de los androides está lejos de la proporción más funcional de rigidez y flexibilidad, como la que debe tener la aleación de bronce y hierro de las campanas (o la de colágeno y calcio de los huesos) para que no se quiebren. La primera escena del episodio termina con una discusión sobre esas proporciones, donde McCoy le dice a Spock que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”, poco antes de que Norman tome el control de la nave y revele que es un androide:


   Sin querer, McCoy describe la sociabilidad de Spock describiendo la del sospechoso Norman, que está a bordo hace 72 horas; más adelante, a los 14'01'', el emperador Mudd los igualará por la manera de hablar (“Spock, será feliz: aquí todos hablan a su estilo”). Y como ya vimos, en el contrapunto cerca del final del episodio, a los 44'15'', McCoy igualará explícitamente a Spock con los androides por sus “mentes muy parecidas a la suya: lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas” (“de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”).