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sábado, 26 de enero de 2013

Señales 001 (0.1.0)


Ayer le agregué al ensayo el 2º y el 3º párrafo:
Excedido ese tiempo, el conocedor vuelve a tocar el timbre que no puede oír y el nuevo pasa a golpear el vidrio. (Insisto: sólo para este último tipo de visitantes fue hecho y colocado el cartel, que también cumple el típico rol de informar al que no sabe.)
El promedio de esa duración el habitué lo extrae de su experiencia ante esa puerta; el primerizo, de su experiencia ante cualquier puerta. Si fue necesario poner el cartel, es porque esta duración era más breve que aquella y la impaciencia llegaba antes.

Identidades dobles 004 (3.0.0)


La nota que se abría al hacer click en la llamada con que terminaba el primer párrafo de la parte 2 de "Caso 5" pasó a ser la nueva parte 3 (la que era la 3, obviamente, ahora es la 4). No cambió nada en el contenido escrito, pero la relocalización de ese bloque en un plano de inscripción no oculto, y con la misma jerarquía que aquel en el que estaba incluido, es un cambio mayor.
Antes la parte 2 se veía así, con nota oculta incluida:
En rigor, Diego de la Vega no tiene una doble vida sino dos: una por ocultarse con el disfraz de Zorro y otra por disimular su valentía y su lucidez fingiendo ser un torpe inofensivo y un pusilánime: un mero letrado (todo por culpa de la agorafobia que le provoca cualquier otro mundo que no sea el de las artes y las ciencias, en cuyo aislamiento se le atrofian la motricidad y la audacia).*
Como me comentó Luz en un mail, también Superman tiene tres identidades: una nativa (la extraterrestre de Kal-El), otra naturalizada (la ordinaria de Clark Kent) y otra por opción (la extraordinaria de Superman, que no es hombre y sólo entre hombres es súper). De las dos electivas, hay una identidad en la que disimula los poderes con los que llega a la Tierra en un moisés interestelar, y otra en la que los usa. Análogamente, en Los Ángeles Diego de la Vega disimula con el disfraz de cordero letrado los poderes con los que vuelve de España –adquiridos en tres años de formación, no en la cuna–, y los usa convertido/disfrazado en el Zorro. Los desenmascaramientos de uno y otro tienen el mismo potencial de daño.

Sobre esas diferencias menores, relativas a cómo y de dónde provienen cada uno y sus poderes, se monta una diferencia mayor, relativa a las consecuencias y a la visibilidad de cada filiación u origen. Superman es un disfraz y un alter ego de Clark Kent, que es la impostura terrestre del extraterrestre Kal-El, que es la identidad originaria cuyo descubrimiento acarrea el de su vulnerabilidad (“no olvidemos que finalmente todos sus problemas graves –y los peores archienemigos– derivan de esta tercera identidad”, escribe Luz). Análogamente, el Zorro es un disfraz y un alter ego del Diego de la Vega regresado, que es la impostura californiana –cobarde y torpe– del Diego de la Vega que en España le sumó a su valentía juvenil, impulsiva, la destreza con la espada y la madurez de un estratega.
Pero al hijo de uno de los hacendados más importantes de California su origen (social, ya que no biológico), que en vez de secreto no deja de ser ostensible, lo dota de una inmunidad especial, una respetabilidad y una protección superiores: todo lo contrario de una vulnerabilidad.

Algún otro de su clase utiliza esas ventajas para consolidarlas con injusticias impunes, suelto o aliado a la autoridad de turno. Diego de la Vega, en cambio, las utiliza para insolentarse con la autoridad injusta bien inmunizado; o sea, para ser abiertamente la versión testimonial de una moral justiciera, de la que el Zorro es de un modo clandestino la versión ejecutiva.
La fuerza insuficiente de la primera versión, que es política, proviene de una pertenencia de clase; la fuerza exitosa de la segunda, que es guerrera, es mérito de un solitario, uno que está al margen de la ley y de la comunidad que con ella se controla y regula: un forajido con recompensa de captura, del que no se discute desde dónde actúa, sino sólo en contra o a favor de qué (de la ley y el orden, para quien los usa con la ambición de volverse más poderoso y más rico –Monasterio– o conspirando para uno así –los agentes del Águila–; o de una “verdadera” justicia, según aquellos para quienes el Zorro les da lo que la autoridad les niega, les quita o no evita ni revierte que otros –un patrón abusivo, un aventurero con codicia, un simple ladrón– les nieguen o les quiten).

En la serie, el proceso de “desforajización” del Zorro tiene su climax cuando, en vez de pelear contra los soldados del Rey, pelea junto con ellos contra un enemigo extranjero y su títere local, tiránico e inescrupuloso, según son representados los movimientos independentistas (la bandera española llega a ser arriada y reemplazada por la del Águila; la tiranía de Monasterio fue siempre la de un súbdito de la corona, injusto pero leal). En cambio, Superman es de entrada un justiciero también para las autoridades, que suelen verse superadas por los villanos y oportunamente asistidas por «el gran Boy Scout azul».

Con el disfraz de esa actuación de cordero, Diego de la Vega equidista de la cualidad del león que él esconde (la fuerza) y de la del zorro que lo esconde (la astucia), acaso porque estas carencias definen mejor que otras lo que es ser inofensivo. Como sea, en la mejor tradición de los personajes de Lewis Carroll, el Zorro es un personaje que nace de un dicho popular (un proverbio, en su caso).
El momento del nacimiento concluye con la adopción de una firma, que el parturiento Diego de la Vega hace y muestra por primera vez, a Bernardo y a los televidentes, sobre una partitura, es decir, sobre uno de los implementos del disfraz de cordero. A partir de ahí, darse la ocasión y la maña para trazar esa rúbrica de sus obras y marca de su castigo sobre puertas, panzas y uniformes, será una de las evidencias en vivo de la suficiencia y habilidad del Zorro en la esgrima.

jueves, 24 de enero de 2013

Identidades dobles 003 (2.0.1)


Acabo de agregarle el asterisco con la nota surgente a la primera frase del segundo párrafo de la sección "Caso 2, casi 6":

De un pulpo que se mimetiza al punto de cuasi metamorfosearse*
La perfección del mimetismo ya no es mimetismo: es cambio de identidad. El sueño de mayor naturalismo de un disfraz es hacerse carne y ser piel. Y esa metamorfosis es también su límite: ahí ya no hay un disfrazado, hay un transformado). Cuando el disfraz se hace indetectable (impercibible y no inferible), su existencia se hace conjetural, si es que llega a plantearse (probablemente en una discusión bizantina).
puede decirse que tiene una doble identidad:...

miércoles, 23 de enero de 2013

Duda 011 (5.0.1)


Acabo de agregarle al ensayo (sección 4.1) la nota que se abre al hacer click en el asterisco, sobre lo irrevocable:
En todo caso, hacer que pase algo (en lo inmediato, en lo mediato o en lo remoto, ya que en lo anterior no nos es dado: no podemos hacer que haya venido X, si no vino)*
No nos es dado a nosotros ni a nuestros dioses, parece:
«En la Suma Teológica se niega que Dios pueda hacer que lo pasado no haya sido...» (Jorge Luis Borges, “La otra muerte”)
No Dios pero sí «el destino» le trajo otra batalla de Masoller a Pedro Damián en 1946, para que pudiera corregir su cobardía de 1904. «La trajo en forma de delirio, pero ya los griegos sabían que somos la sombra de un sueño», atenúa el narrador, y del poder revocatorio también queda apenas una sombra, un como si dependiente de desatenciones, olvidos y muertes (sin estas fallas en el registro o en quienes lo conservan no se puede burlar lo irrevocable).
es el fin último de desear, pedir, exigir, recomendar, sugerir, etc.

martes, 22 de enero de 2013

Cambio en el Libro 3


Acabo de dividir el Libro 3, Deseo y saber (que tal vez cambie de nombre) en I y II, y de agregarle la parte II con los ensayos "Interacciones", "Duelista mínimo" y "Duda".

Duda 010 (5.0.0)


Acabo de agregarle al ensayo la sección 4, que venía trabajando hacía tiempo:

4.

Metámonos un poco con la duda y el lenguaje.
Empecemos por una cuestión sobre palabras, significados y usos: no en toda expresión que contenga la palabra duda se estará hablando de la duda entendida como un no saber dilemático en flagrante insatisfacción. Sí, cuando por ejemplo decimos Estoy en la duda (...no sé qué hacer), o Tengo una duda (...no sé si A o B) o Quiero salir de la duda o La duda me carcome o Dudo entre ir y no ir. No, cuando por ejemplo decimos Dudo que X venga, que dice y hace lo mismo que No creo que X venga, que dice y hace lo mismo que Creo que X no va a venir: dicen y hacen un escepticismo respecto de la venida de X; un descreimiento, no un dudar, un no saber si (pensar que) X va a venir o no. No hay equidistancia entre las dos opciones, que es lo que define la posición del que duda; hay una inclinación clara (sea temerosa o esperanzada) para el lado de que X no va a venir.

4.1

Volvamos al tema de los selectores modales. En castellano hay dos modos básicos de poner el verbo –con la orientación temporal que sea– para significar qué hacemos al hablar: un modo observación (los gramáticos lo llaman Modo Indicativo) y un modo interacción (Modo Subjuntivo, que –siguiendo a Andrés Bello– incluye el Modo Imperativo).
En el corazón de la interacción con el mundo está el hacer que pase algo diferente a lo que sabemos o creemos que está pasando o pasará. En todo caso, hacer que pase algo (en lo inmediato, en lo mediato o en lo remoto, ya que en lo anterior no nos es dado: no podemos hacer que haya venido X, si no vino) es el fin último de desear, pedir, exigir, recomendar, sugerir, etc.
Otra forma de participar en el mundo, en lugar de limitarnos a registrarlo, es manifestando nuestra confianza o nuestro escepticismo respecto de una eventualidad, ya sea estimando su probabilidad de suceder o haber sucedido (Es probable [o puede] que X venga / haya venido) o manifestando nuestra sensación.
El descreimiento de un No creo [o dudo] que X venga es un posicionamiento ante una posibilidad, como lo es ante un hecho (futuro / presente / pasado) un Me alegra que venga / esté viniendo / haya venido. Como reacción que es, es una de las maneras que tenemos de interactuar con el mundo; ahí no nos limitamos a observar (selector verbal en Modo Indicativo): intervenimos, participamos, nos involucramos (selector verbal en Modo Subjuntivo).
La duda, en cambio, es un impedimento o una interrupción de la interacción con el mundo. Dudar es haberse quedado en modo observación, pero necesitando continuar en (o volver a) modo interacción; es tanto una observación estancada (hay A y B y o es A o es B, pero no sé si es A o es B...) como una intervención negada (...y entonces no puedo proceder).*
Pienso que esto es así con independencia de que sea o no la razón de que el desconocimiento dilemático que llamamos duda vaya en Modo Indicativo: No sé si X va a venir o no (uso que, por otra parte, puede variar regionalmente).

Cuentas regresivas 008 (2.0.2)


Ayer le agregué a la sección 2 del ensayo el epígrafe de "Canción para mi muerte".

jueves, 17 de enero de 2013

Duelista mínimo 001 (0.1.0)



Hace 3 días le agregué al ensayo dos frases. Una está al final del segundo párrafo: "Los factores de la pesadilla se van asociando como saben hacerlo los de una tormenta perfecta". La otra está al final del ensayo: "Sin la participación que estas fuerzas garantizan, a la pesadilla perfecta le habría faltado alguien que la sufriera".

Identidades dobles 002 (2.0.0)



Ayer a la tarde le agregué al ensayo su sección Caso 2, casi 6, a la que recién le hice unos cambios y le puse el video de la sinestesia del Cabo Reyes.

martes, 8 de enero de 2013

Duda 009 (4.2.0)


Entre anteayer y recién hice cambios acotados desde la sección 3.5.1, pero de importancia apreciable. Lo que había es lo que se puede leer en la versión anterior. Lo que quedó es esto:
3.5.1

Las miradas que cruzan son las primeras que no pertenecen a la situación de cacerías cruzadas. Lo que cada uno venía haciendo se suspende para volverse objeto de observación de los otros; los tres observan y los tres son observados, dudando primero y observando después. El desconcierto con que se miran (perplejidad recargada) es una emoción que se tiene fuera de la situación, observando la situación, constatando cada uno que no fue el único en detenerse, viéndose múltiplemente identificado. El nuevo dilema de si se saldrá o no del hueco es un meta-dilema, un dilema surgido de reflexionar sobre lo que se experimenta (o sea, sobre los dilemas en curso) y de advertir su simultaneidad de efectos.

Así es como el cuento nos pone a pensar en seis continuaciones, mientras hace entrar por arriba (topología del meta-X) una séptima inesperada: el estancamiento en los dilemas que parecían discurrir con fluidez hacia un lado.
Un nuevo nudo tiene lugar con la parálisis universal causada por la duda, y es su desatarse el que termina importando. Uno de los tres dilemas objeto se resolverá, pero ya no como un fin en sí mismo, sino como un medio para resolver otro, el que traba a la vida en su totalidad. Pasa de ser la meta de una averiguación a ser un medio de realización que no requiere que el blanco sea tal o cual, sino cualquiera.
Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es porque el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes.

3.5.2

Más por ser el primer movimiento que se atina a hacer que por el desparramo que ocasione, el disparo del cazador (mundo físico) implica la reanudación de la vida (mundo simbólico), como el cruce de la línea del arco por parte de la pelota implica la conversión de un gol. La diferencia es el juego cuyo reglamento configura el segundo término de la relación: en el caso del gol es el fútbol; en el caso de la reanudación de la vida, el juego del sentido (más específicamente, el de razones para su práctica).
De ahí tal vez que la situación de una duda y la irresolución que causa sean similares a las de una paradoja: un equilibrio de fuerzas opuestas que traba un movimiento (acá, el de la vida; allá, el del sentido del actuar). Pero en el caso de la paradoja la traba la ocasiona una contradicción de dos certezas y en el de la duda una falta de certeza. En el primer caso se peca por exceso de sentido; en el segundo, por carencia. El caso excluido da la regla de movimiento del juego del sentido: una u otra certeza, no una y otra o ni una ni otra (suponiendo que se excluyen recíprocamente).

Resumamos. Si toda duda es un desconocimiento dilemático (no sé –y necesito saber– si A o B), la inmovilidad que provoca es la de un estancamiento en la encrucijada, en el punto de desvío o bifurcación. Algo que debía continuar fluyendo se detuvo por no saber cómo o por dónde.
En el cuento, ese algo no está solo: lo acompañan todas las demás movidas interrumpidas, las de «todo ser animado que habita sobre la Tierra». Normalmente, una duda está rodeada de (es simultánea a) innumerables acciones resueltas; en “Perplejidad”, extraordinariamente, cualquier duda está rodeada de otras durante (y co-produciendo) «el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo».

viernes, 4 de enero de 2013

Duda 008 (4.1.0)


Las secciones 1 y 3.5, que no tenían subdivisiones, ahora la tienen. Para la 1, convertí en 1.1 lo que había insertado en un plano de inscripción oculto el 21 de diciembre. Ahora se ve así:
...era saliendo del baño y atendiendo (“¿X?” “No, equivocado”, fingía yo, y al rato escuchaba el segundo e indudable timbrazo al 14 B).

1.1

En esas respuestas se mezclaba algo verdadero con algo falso: la comunicación estaba equivocada, pero porque también lo estaba la atendida, no el llamado (como es más frecuente).
Si alguna vez se hubiera dado la coincidencia de que un visitante mío tocase por error el 14 B estando yo en el baño, el viaje de verificación habría terminado como siempre en una atendida equivocada (no llamaron a mi timbre...), pero por primera vez también en una atendida exitosa (...pero era para mí).
Como sucede con las sobreestimaciones y las subestimaciones de una cantidad a estimar, acá los errores se anulan: el que debería haber llamado al 14 D y no lo hizo y el que no debería haber atendido ese llamado y lo hizo terminan encontrándose, como si hubieran acertado; el desencuentro que debía ocasionar el llamado equivocado es corregido por la atendida equivocada.

También dividí la sección 3.5, le agregué la última frase del penúltimo párrafo ("Si toda duda es... bifurcación") y le quité la frase con que terminaba en la versión anterior ("Para el talante paradojal de la duda no es menos importante la necesidad que la imposibilidad de superar ese equilibrio"). Ahora se ve así:
3.5

Imaginemos este ejercicio de escritura: componer un relato con un enigma cuya solución, que se da, termina no importando. “Perplejidad” aumenta la dificultad de la consigna antes de cumplirla. La intriga del argumento, hecha de tres nudos, abre un menú de seis posibles continuaciones o desenlaces: el cazador matará a la cierva o matará al león; el león insistirá con la madre o irá por sus hijos; la cierva intentará impedirlo o seguirá huyendo.
No interesa ahora que las opciones vengan inclinadas, sino el hecho de que no tanto como para haber provocado ya una resolución; ninguna inclinación se materializó todavía. Aun siendo una fuerza minoritaria en cada uno de los tres casos testigo, la duda gravita lo suficiente como para causar (o sintomatizarse a través de) la paralización de los infectados. Una sincronización fortuita hace el resto. La perciben cierva, león y cazador, que, «desconcertados, se miran».

3.5.1

Las miradas que cruzan son las primeras que no pertenecen a la situación de cacerías cruzadas. Lo que cada uno venía haciendo se suspende para volverse objeto de observación de los otros; los tres observan y los tres son observados, dudando primero y observando después. El desconcierto con que se miran (perplejidad recargada) es una emoción que se tiene fuera de la situación, observando la situación, constatando cada uno que no fue el único en detenerse, viéndose infinitamente identificado. El nuevo dilema de si se saldrá o no del hueco es un meta-dilema, un dilema surgido de reflexionar sobre lo que se experimenta (o sea, sobre los dilemas en curso) y de advertir su simultaneidad de efectos.

3.5.2

Así es como el cuento nos pone a pensar en seis continuaciones, mientras hace entrar por arriba (topología del meta-X) una séptima inesperada: el estancamiento en los dilemas que parecían discurrir con fluidez hacia un lado. Un nuevo nudo tiene lugar con la parálisis universal causada por la duda, y es su desatarse el que termina importando. Uno de los tres dilemas objeto se resolverá, pero ya no como un fin en sí mismo, sino como un medio para resolver otro, el que traba a la vida en su totalidad. Pasa de ser la meta de una averiguación a ser un medio de realización que no requiere que el blanco sea tal o cual, sino cualquiera.
Más por ser el primer movimiento que se atina a hacer que por el desparramo que ocasione, el disparo del cazador (mundo físico) implica la reanudación de la vida (mundo simbólico), como el cruce de la línea del arco por parte de la pelota implica la conversión de un gol. La diferencia es el juego cuyo reglamento configura el segundo término de la relación: en el caso del gol es el fútbol; en el caso de la reanudación de la vida, el juego del sentido. De ahí que la situación de una duda y la paralización que causa sean iguales que las de una paradoja: un equilibrio de fuerzas opuestas que traba un movimiento (acá el de la vida, allá el del sentido). Si toda duda es un desconocimiento dilemático (no sé –y necesito saber– si A o B), la inmovilidad que provoca es la de un estancamiento en la encrucijada, en el punto de desvío o bifurcación.
Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes.

jueves, 3 de enero de 2013

Ilusiones intelectivas 001 (0.0.1)


Le agregué al ensayo el plano de inscripción que se abre con el asterisco que cierra el "Caso 2" y que dice esto:
En la novela de Puig los paquetes son dos:
Las cartas atadas con la cinta rosa cayeron al fuego y se quemaron sin desparramarse. En cambio el otro grupo de cartas, sin la cinta celeste que lo uniera, se encrespaba al quemarse y se desparramaba en el horno incineratorio.
En lugar de elegir una de las dos duplas estado del paquete-modo de quemarse, Torre Nilson armó una nueva combinando por el absurdo las dadas: paquete atado-desparramo.

Duda 007 (4.0.0)


Le agregué al ensayo el último párrafo de la sección 3.3:
...la decisión que supusimos tomaría.
Cierva, león y cazador se detuvieron sin haber tomado una decisión. Pero si la hubieran tomado (y nada impide que al mismo tiempo) también se habrían detenido: la cierva para sacrificarse, el león para reorientarse y el cazador apuntando a uno de los dos.
y la sección 3.5 (adonde pasó la frase entre paréntesis que cerraba la sección 3.4 y el ensayo: "...ya no importe. (Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes.)"):
El cuento se cierra con la resolución de una duda que no se revela y la astucia de que ya no importe.

3.5

Imaginemos este ejercicio de escritura: componer un relato con un enigma cuya solución, que se da, termina no importando. “Perplejidad” aumenta la dificultad de la consigna antes de cumplirla. La intriga del argumento, hecha de tres nudos, abre un menú de seis posibles continuaciones o desenlaces: el cazador matará a la cierva o matará al león; el león insistirá con la madre o irá por sus hijos; la cierva intentará impedirlo o seguirá huyendo.
No interesa ahora que las opciones vengan inclinadas, sino el hecho de que no tanto como para haber provocado ya una resolución; ninguna inclinación se materializó todavía. Aun siendo una fuerza minoritaria en cada uno de los tres casos testigo, la duda gravita lo suficiente como para causar (o sintomatizarse a través de) la paralización de los infectados. Una sincronización fortuita hace el resto. La perciben cierva, león y cazador, que, «desconcertados, se miran».
Las miradas que cruzan son las primeras que no pertenecen a la situación de cacerías cruzadas. Lo que cada uno venía haciendo se suspende para volverse objeto de observación de los otros; los tres observan y los tres son observados, dudando primero y observando después. El desconcierto con que se miran (recarga de perplejidad) es una emoción que se tiene fuera de la situación, observando la situación, constatando cada uno que no fue el único en detenerse, viéndose infinitamente identificado. El nuevo dilema de si se saldrá o no del hueco es un meta-dilema, un dilema surgido de reflexionar sobre lo que se experimenta (o sea, sobre los dilemas en curso) y de advertir su simultaneidad de efectos.

Así es como el cuento nos pone a pensar en seis continuaciones, mientras hace entrar por arriba (topología del meta-X) una séptima inesperada: el estancamiento en los dilemas que parecían discurrir con fluidez hacia un lado. Un nuevo nudo tiene lugar con la parálisis universal causada por la duda, y es su desatarse el que termina importando. Uno de los tres dilemas objeto se resolverá, pero ya no como un fin en sí mismo, sino como un medio para resolver otro, el que traba a la vida en su totalidad. Pasa de ser la meta de una averiguación a ser un medio de realización que no requiere que el blanco sea tal o cual, sino cualquiera.
Más por ser el primer movimiento que se atina a hacer que por el desparramo que provoque, el disparo del cazador (mundo físico) implica la reanudación de la vida (mundo simbólico), como el cruce de la línea del arco por parte de la pelota implica la conversión de un gol. La diferencia es el juego cuyo reglamento configura el segundo término de la relación: en el caso del gol es el fútbol; en el de la reanudación de la vida, el juego del sentido. De ahí que la situación de una duda y la paralización que causa sean iguales que las de una paradoja: un equilibrio de fuerzas opuestas que traba un movimiento (acá el de la vida, allá el del sentido).
Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes. Para el talante paradojal de la duda no es menos importante la necesidad que la imposibilidad de superar ese equilibrio.