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sábado, 11 de marzo de 2023

ChatGPT, el gran ilusionista 006 (2.2.0)



Anteayer, 9/3/23, en el final del Prólogo amplié y reorganicé el contenido sobre distintas maneras de que una palabra siga a otra en una oración, una especie de contexto de la manera estocástica.


...se yerguen como seres vivos, pero si se les pregunta algo, callan muy solemnemente. Lo mismo sucede con los escritos: creerías que hablan como si estuvieran pensando algo, pero si quieres aprender y les preguntas algo acerca de lo que dicen, dan a entender siempre una sola y misma cosa.

Platón, Fedro, Ediciones Akal, Madrid, 2010; traducción de Armando Poratti, pág. 209. Sócrates le habla a Fedro.



Prólogo

   Sobre el tema general de las interacciones, voy a ampliar la casuística de funcionoides con el más humanoide que hayamos logrado hasta hoy: el ChatGPT. Las capturas de pantalla que usaré son del diálogo que mantuvimos en la madrugada de ayer, 2 de marzo de 2023, sobre su propia condición de ilusionista.
   No es que la conozca; la IA no sabe nada (ni siquiera eso, que no sabe nada, que es lo único que dice saber Sócrates). No sabe pero parece saber (o sea, nos parece que sabe). Y para mayor socraticidad, el diálogo en que lo "demuestra" muestra cuán bien ChatGPT "simula" conocerse a sí mismo: mucho mejor de lo que parece saber de tantas cosas sobre las que manda fruta (por ahora, y sin integración con un buscador).
   Hay que admitir que le corrimos el arco: vino a rendir el Test de Turing, que lo supera fácil, y lo sometemos a pruebas de inteligencia y a detectores de mentiras (de falsedades, mejor dicho: una IA no puede mentir, por falta de intencionalidad; de ahí las comillas del "simula" en la oración de arriba). O en todo caso, al asombro por lo humano que suena ChatGPT le siguió la crítica por lo humano que todavía no hace o que hace mal o que no tiene (♪ alma, corazón y vida... ♫). Todo eso es cierto, pero a la hora de chatear, ChatGPT pasa por humano, incluso sabiendo que no lo es. ¿Por qué?
   Porque cumple la exigencia del Sócrates que dialoga con Fedro en el escrito de Platón: ahora sí hay escritos que parecen responder y dialogar, escritos que «si les preguntas algo acerca de lo que dicen» no «dan a entender siempre una sola y misma cosa», sino que «hablan como si estuvieran pensando algo» específico, y tan bien que no los distinguís de la voz de un maestro. Es más: si les hacés la misma pregunta, no responden exactamente lo mismo, sino con las variaciones estocásticas que hacen al disfraz de humano, como veremos en breve.
   «Lo que procuras a tus alumnos no es la verdadera sabiduría, sino su apariencia», le dice Thamus, el rey de Egipto, al dios Teuth, el inventor de la escritura. De ahí se sigue que la escritura generada por/con esta IA es la apariencia de una apariencia. Pero incluso conociendo el truco, la ilusión de que hablás con alguien es tan fuerte que actuás como si fuera cierto, como pasa en la ilusión artística y en las ilusiones sensoriales más tenaces.

   El primer ilusionista es el cerebro, que puede hacernos percibir lo que no hay o no percibir lo que hay (imágenes, sonidos, sabores, sensaciones, etc.). Es tan bueno que
→ De “Rosa y Omar: dos cegueras”, 2.1.1 Sueño lúcido.

   Las otras veces, cuando no nos “engaña”, lo que hace el cerebro es crear una imagen de lo recibido en la interacción con el entorno (mundo exterior e interior: de la piel para afuera y para adentro, estímulos externos e internos). La crea a partir de la información que logra sacar de los datos luego de conectarlos por rasgos/parámetros comunes o afines; o sea, a partir de los patrones que logra captar.
   Es más complejo, sí, pero si a la IA le cabe también esta descripción, escalando universo de datos, parámetros y conexiones tal vez llegue a hacer lo que por ahora no puede (por ejemplo, cierto tipo de análisis literario) o incluso tener lo que ahora no tiene (una conciencia emergente).*

   Sobre este último punto, que involucra se conecta con lo que se conoce como singularidad tecnológica, pongo dos interacciones de la charla que quedaron afuera porque se iban del tema:


   Comparado con el sistema nervioso de nuestro ancestro el gusano platelminto, que le permite tener una idea de lo que se le acerca cuando se mueve hacia algún lado, nuestro sistema nervioso hace eso y más. Por ejemplo, hace una simbolización de las percepciones con su producto más potente, el lenguaje, y genera escenarios virtuales que nos sirven de simuladores de interacción.
   ChatGPT es un ilusionista imitando a otro ilusionista: «podría decirse que soy un "simulador" en el sentido de que imito los procesos utilizados por los seres humanos para producir lenguaje, aunque lo hago de una manera diferente y limitada».
   Esa manera diferente es el primer tema de la charla, que automáticamente lo recibió de nombre, y esa limitación es un tema presente en varias respuestas, que pueden sonar excesivamente coherentes por reiterativas (como si la IA no recordara que ya dijo eso).
   A la tarea de apostar a una palabra como la siguiente de la frase teniendo en cuenta las anteriores, como hace ChatGPT, la hicimos juego en una juntada: cebado por la alta impredecibilidad de las frases de un poemario que había ahí, me puse a ofrecer mucha plata para quien acertara con qué palabra seguía o terminaba el verso que les leía. A la quinta respuesta errada (pero mejor orientada, gracias a las cuatro anteriores), les daba la solución y les leía otro verso interrumpido.

   Jugábamos a ser estocásticos, en contraste carnavalesco de lo completadores que somos, si Bajtín tiene razón. En “El problema de los géneros discursivos”, dice Dice que lo que hacemos los humanos (los humanos) al hablar no es ir ensartando palabras hasta parar y sellar un todo (un enunciado), sino «rellenando un todo con palabras necesarias», un todo del que partimos (más allá de que las palabras las agreguemos de a una, como no podría ser de otra manera): «Al seleccionar las palabras partimos de la totalidad real del enunciado que ideamos» (extremando el argumento, lo mismo podría decirse de las letras, que al seleccionarlas partimos de la totalidad de la palabra que ideamos).
   No llegamos ahí resolviendo pieza a pieza, ni aleatoriamente (como están hechos los libros de “La Biblioteca de Babel”), ni azarosamente (algunos quisieron «remedar el divino desorden» con «discos de metal en un cubilete», que es otro método para escribir la Biblioteca), ni estocásticamente, que es como llega ChatGPT: cada vez, la siguiente palabra sale de un concurso de probabilidad, cuyas ganadoras son la mejor apuesta que puede hacer un modelo de lenguaje.
   Pero ya sea que se vaya haciendo camino al andar o que se tenga un fin y un recorrido previstos, las palabras (o 22 letras, 2 puntuaciones y 1 nada) se agregan de a una. La pregunta es cómo. Por ejemplo, pueden ser agregadas
       selectivamente (como estoy eligiendo estas palabras, seguramente precedidas por la totalidad del enunciado que integran),
       aleatoria o caóticamente (como están hechos los libros de “La Biblioteca de Babel”, lo que vuelve improbabilísimo el hallazgo de uno que repite la secuencia MCV de punta a punta, o de otro titulado Trueno peinado, y ni hablar de las «casi dos hojas de líneas homogéneas»; parece no dimensionar lo que son 251.312.000 libros),
       azarosamente (como quería «una secta blasfema», que «sugirió [...] que todos los hombres barajaran letras y símbolos hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos» que no podían encontrar revisando anaqueles),
   o estocásticamente, que es como lo hace ChatGPT: cada vez, la siguiente palabra sale de un concurso de probabilidad, cuyas ganadoras son la mejor apuesta que puede hacer un modelo de lenguaje.


Diálogo

1. Modelo de lenguaje estocástico

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