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lunes, 11 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 022 (6.0.0)



Anoche, 10/09/23, terminé de escribir lo que tenía pendiente en "Entusiasmos XV", título que anoche también agrandé con un subtítulo: "Entusiasmos XV (El planeta de los deseos)". No estuve actualizando en esta Bitácora las versiones de cada día desde el 15 de agosto, pero sí las fui guardando en archivos de extensión "odt" (LibreOffice), con los cambios resaltados de una versión a la siguiente. Puse todas las versiones en una carpeta, que comprimí y dejo acá:

Entusiasmos XV, versiones 001 a 022

La última versión es la 022 (6.0.0), que copio abajo de referencia para futuros cambios:




1. En busca de la escena perdida

   Es probable que tuviera 15 años, la misma edad que hoy está cumpliendo Zambullidas, cuando vi en la tele una escena que me produjo una no pequeña turbulencia que no desapareció. El impacto fue erótico; en su magnitud participó la alta sensibilidad de un adolescente en plena metamorfosis hormonal. Como sea, una fantasía sexual imprimió su huella.
   Recordé desde entonces la escena, pero enseguida olvidé a qué película o serie pertenecía y qué venía antes, cómo siguió, cuál era el argumento. Ese olvido se vio contrariado por el deseo –que la web habilitó– de volver a ver la escena. Se la describí a varias personas, pero nadie la reconoció. Busqué en Internet con distintos criterios y combinaciones de palabras, sin éxito. Hasta que el 16 de febrero le hice la consulta –la primera desde mi computadora– a ChatGPT, que había sido lanzado hacía 2 meses y medio y lo había probado el día anterior en casa de un amigo; esta fue su respuesta:


   Pese a mis sospechas, “Downloaded” resultó ser un genuino título de episodio, pero no el 9 de la temporada 2 de Battlestar Galactica, que se titula “Flight of the Phoenix”, sino el 18. En ninguno de los dos está lo que ChatGPT dice; o está en otro o, más probable, simplemente el chatbot alucinó, mandó fruta de nuevo, es decir: con los datos que le di elaboró una respuesta consistente pero indiferente a la verdad, de la que no está enterado (sólo juega a coincidir probabilísticamente con ella: «mi objetivo es generar una respuesta coherente y relevante en función de la entrada o pregunta dada», me dijo el 2 de marzo).
   No me hacía falta ver los dos episodios para saber que la respuesta no me servía, fuera falsa o verdadera. La serie de TV fue creada por Ronald D. Moore en 2004 y emitida en la Argentina, con doblaje latino, desde 2008, hace también 15 años. Y como no tengo 30, ningún episodio de esa serie podía ser el que vi a mis 15, muchos años antes de empezar Zambullidas.
   Lo curioso y gracioso de todo esto, me vine a enterar 5 meses y 3 días después, es que malinterpretar la respuesta de ChatGPT me hizo llegar a la escena que buscaba. (Al Ulises de Kafka le pasa algo parecido con el silencio de las sirenas: malinterpretarlo le permite sobrevivir.) Para usar una expresión del diccionario, hice un Homero:


Los Simpsons, “Homero al diccionario” (T3E5).

   Me explico. En febrero ignoraba todo lo anterior sobre Battlestar Galactica. Dado que casi no leo ni veo ciencia ficción, como sí hacía ocasionalmente a mis 15, desconocía por completo la existencia de la serie del 2004 (“reimaginada” a partir de una homónima de 1978, también desconocida) y, por lo tanto, desconocía igualmente los nombres de los personajes mencionados y los del actor y las actrices que efectivamente los encarnaron.
   ¿Por qué, si ignoraba todo eso, no lo googleé en febrero, como hice recién el 19 de julio, cuando verifiqué los nombres y vi los episodios? Porque ni bien leí la respuesta entendí –interpreté convencidísimo– que ese título era una versión alternativa o aproximativa de la primera Star Trek, que en nuestra tele era Viaje a las estrellas.
   Me cerraba que esa fuera la serie donde podía estar la escena que buscaba porque recordaba haber visto algunos episodios cuando era pibe (pocos; me daba algo de claustrofobia la vida en la nave, lejos de la Tierra). Sesgo de confirmación: interpreté que la IA estaba aproximando, como si me respondiera gestálticamente para que yo completara el dibujo, y
la ayudé a llegar
= le adiviné la me­ta, lo que me quería decir
= di por cierto lo que me pintó con­sistente con el año del impacto y con mi experiencia de televidente.
   Si es por el sentido, el título Battlestar Galactica daba más para extraviarse hacia Star Wars, que por acá se llamó La guerra de las galaxias. Pero mi conocimiento de esa saga era todavía menor que el de Viaje a las estrellas, que siempre fue muy poco y ahora era remoto. Por eso, los nombres de personas y personajes que escribió ChatGPT pudieron parecerme seis de los muchos que desconozco u olvidé, que eran todos menos Spock. O podían ser otro invento de ChatGPT intentando arrimar, aproximando –mientras yo interpretaba sesgadamente a qué.
   Como fuera, convencido de que la IA se refería a Viaje a las estrellas, en vez de googlear aquel título y aquellos seis nombres, hurgué en la segunda temporada de una serie no mencionada en la respuesta. Frente a tamaña ilogicidad, lo lógico hubiera sido no encontrar nada. Pero terminó siendo una carambola feliz: tuve la extraña suerte de dar con la escena que buscaba.
   De lejos se ve sólo la suerte; si te acercás ves que no está sola y ves dónde está en la red que forma con los otros partícipes necesarios del hallazgo. A la confianza ciega en mi interpretación errada y a la suerte de que el episodio en cuestión estuviera en la 2ª temporada de la serie no mencionada, le sumé algo de método: leyendo en orden las sinopsis de esa temporada, aposté por el episodio que me pareció más probable que contuviera la escena, y acerté. Empieza en el minuto 23:25 de “I, Mudd” (T2E12), que en español latino se retituló “El planeta de los deseos”:


   Quiso también la casualidad (o alguna afinidad desapercibida que usó a esa escena de carnada) que “I, Mudd” tuviera entre sus temas principales el sentido, y en varias facetas. Un ejemplo: suponiendo que me quedé mirando hasta el final, ahí habré tenido uno de mis primeros contactos –si no el primero– con la paradoja del mentiroso, que integra mi tema favorito (hasta hoy y desde unos 8 años después de aquel contacto olvidado).
   Pero voy a dejar para más adelante el desarrollo de estos temas de ensayo aniversario (presentes, por ejemplo, en Entusiasmos XI y XIV) y voy a empezar por los que despuntan en las dos versiones del título: el poder y los deseos.

2. En busca de un sueño (El poder y los deseos)

   Imagino que el título que leemos en inglés, el original, es una referencia a la novela de Robert Graves Yo, Claudio. El foco está puesto en el poder, pero se trata de un poder individual, no sectorial. En el planeta Mudd, el emperador Mudd I no representa, por ejemplo, a una clase social que domina sobre otras económica, política y culturalmente; él es una caricatura de emperador, que encima manda sobre una población que lo tiene cautivo, como nos enteramos enseguida.
   Por su parte, el título que escuchamos en el audio latino habla de deseos personales, como los de Chekov en la escena recuperada. (Comentario lateral: en esta ficción, los deseos se cumplen gracias a una tecnología, no a un poder mágico, como en el caso de los deseos que cumple el genio de la lámpara, la piel de zapa o el diablo de la botella.)
   Los temas se entrelazan: esos deseos son la prerrogativa de un amo (“gracias, mi señor”, “sí, mi señor”). A 12'24'' del episodio, el emperador Mudd I habla sucesivamente de su poder y de su deseo, que se fusionan en el decreto de verse rodeado de la belleza:


   "Sus deseos son órdenes", le dice al cliente el vendedor que lo atiende, para venderle también un vasallaje ilusorio. “Mis decretos siempre se cumplen”, le dice Harry Mudd a Kirk y le exhibe una muestra de las quinientas beldades que “fueron hechas para atenderme”.
   Entre otras cosas, "la ley, mi ley, decretada por Mudd I y fielmente cumplida por la totalidad de la población”, decreta la satisfacción de sus deseos; entre ellos, la concreción de sus fantasías sexuales con “cientos de mujeres dispuestas a cumplir mis caprichos”, como dice a los 14'28'':


   La fantasía es disponer de la asistente predilecta repetida 500 veces, que por vez son 500 cumplidoras de deseos de un varón hétero: las hermosas esclavas sexuales, complacientes y obedientes, que dejan que Mudd y Chekov les hagan lo que deseen y que les hacen lo que pidan (♪♫ brillando como una esclava negra, sonriendo con ganas ♫♪ –para recordar otra fantasía con la amalgama temática de poder y deseo personales).
   Imagino que debe haber porno con temática Star Trek. En el episodio 12 de su 2ª temporada hay una escena que bien podría ser la situación preliminar propia de una porno con argumento y ambientación, la de un lucky bastard hiperbólico.
   En el minuto 22:46, Mudd habla de sí en 3ª persona para decirle a Kirk que no podrá detenerlo con “otra patrulla”, gracias a la inalcanzable Enterprise que les está por robar: “Ahora será invencible Harry Mudd, con la más adorable tripulación a bordo de su nave”. En esta ensoñación de su fuga, Mudd llega a las cumbres del poder y del deseo: ser invencible y ser irrechazable, imponer su voluntad (hacerse obedecer), que incluye su deseo (hacerse complacer). Cuando llegue el momento de partir, la realidad no será tan complaciente con Mudd. Pero quién le quita lo ensoñado.
   El poder de ser obedecido y complacido lo tiene Mudd a cambio de su libertad, es decir, de manera limitada: dentro del planeta que bautizó como él, no fuera. Lo mismo vale para los nuevos cautivos. “Solamente queremos verlos satisfechos y cómodos, Capitán. Si hemos de atender a su raza, debemos entenderlos”, le dice Norman a Kirk en el minuto 24:29:


   Dime qué deseas y te diré qué eres. “El punto débil de mi gente” –un problema de poder– es el deseo que caracteriza a cada cual, aunque con distintos criterios. Como acabamos de ver, el deseo del ingeniero en jefe de la nave, Scott, es “un dispositivo de mínima tolerancia en microfisión” (??), que creía imposible. En cambio, los deseos de Chekov, que es un alférez timonel, y de Uhura, que es la oficial de comunicaciones, no tienen relación con sus roles u oficios, sino con la juventud excitable de él y la feminidad coqueta de ella (en 1967 entendieron que esa idea de mujer sería la misma en “fecha espacial 4513.3”). El deseo de Chekov es sexear con complacientes y obedientes androides hermosas programadas para funcionar como hembras humanas; a Uhula la tienta la “eterna belleza”, ser durable y encantadora, lo que la conservaría durante 500.000 años elegible para el deseo de otros Chekov, probablemente más maduros (elegir ella es una opción no contemplada todavía en 4513.3):


   Alice 263 describe un centauro futurista, donde la obediencia a un cerebro humano no la tiene un cuerpo animal, sino uno androide: "También hay robots susceptibles de alojar un cerebro humano con un cuerpo androide compatible que lo obedece" (esa imaginación futurista de 1967 existe también en 2023, cebada por una tecnología muy superior a la de 56 años atrás). Si el alma, como el cerebro, va a tener una cárcel, mejor que sea de oro: un cuerpo incorruptible y siempre joven y bello.

2.1 Los reemplazos y el poder y los deseos

   Como en “Marionetas S.A.” (cuento de Ray Bradbury que también me impactó a los 15 años), en “El planeta de los deseos” androides programadas reemplazan a “chicas auténticas”, tanto para el joven Chekov (“Después de todo, peor es nada”) como para el maduro Mudd (“Las fabricaron sobre la base de mis gustos y opiniones personales”, que excluyen por heterosexualmente inservibles a los androides masculinos).
   La masculinidad de la “fecha espacial 4513.3” es tan jactanciosa y veladamente homofóbica como podía ser la de 1967. No, cándido Kirk: no es que a Mudd los androides masculinos no le inspiren confianza; es que le inspiran rechazo, que disfraza de inutilidad funcional.
   En ese futuro también necesitan afirmar su masculinidad gritando lo que aman ser y lo que odiarían ser. También tienen ese segundo grito. También gritan, en vez de, por ejemplo, hablar bajo y claro cuando viene a cuento, como en una respuesta.
   En definitiva, en ese futuro las preferencias sexuales tampoco son lo libres que son hoy las preferencias de gustos en una heladería. (Si, más allá de mis deseos, estuviera convencido de que el mundo va hacia esa libertad, cambiaría los tres "también" del párrafo anterior por sendos "todavía" y el "tampoco" de este párrafo por "todavía no".)
   En la médula del argumento también hay un reemplazo, aunque quede en grado de tentativa. No está involucrado en la obtención de un placer, como con las Alicias, sino de una libertad (a costa de la de unos reemplazantes, como en un intercambio de rehenes). Es un reemplazo más vinculado con relaciones de poder que de deseo: relaciones de fuerza en una puja (es decir, relaciones políticas). Mudd hace atrapar a Kirk y su tripulación para que lo reemplacen en el paraíso que lo encierra. Norman frustrará ese objetivo y la partida de Harry Mudd, que se quedará integrando el humanario que preparan los androides (a los humanos, que hacen y estudian terrarios, ahora les toca ser las hormigas de otro).
   Si Uhula se decidiera (como finge decidirse, en la parte más floja y eliminable de la historia), su cuerpo envejecible y perecedero sería reemplazado por uno “hecho de plástico que se autorregenera sobre un esqueleto de berilio y plutonio permanente” (en la sarasa el guion se parece a ChatGPT, y con el mismo efecto verosimilizador).
   Este reemplazo también estaría vinculado más al poder y al deseo de poder que a otros deseos. Uhula desea tres poderes (empaquetados en uno), para vencer en tres duelos (el tercero es doble): desea la inmortalidad (para vencer a la muerte) con juventud (para vencer al envejecimiento) y belleza (para vencer al rechazo y a la indiferencia). Uhula desea una plenitud imperecedera, inmarcesible, irrechazable e irresistible.
   Como se puede ver, en el episodio está muy activa la función vicaria. Un último ejemplo también se refiere más al poder que al deseo, porque reproduce otro duelo: Harry Mudd reemplaza a su abandonada esposa Stella con una réplica estereotipada para hacerla callar y tener él la última palabra, como con el rebelde Kirk (15'52''):


   El macho Mudd tiene una dimensión de deseo (exaltación de androides femeninos, ninguneo de masculinos) y una dimensión de poder: cuando quiere sentirse dominante (o no dominado), se da el gusto de ganarle a la réplica de la mujer que siempre le ganaba (es decir: reemplaza una derrota real pasada con una victoria ilusoria presente).

3. En busca de sentido (Los deseos, un propósito en la vida, y la felicidad)

   Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Androides tan serviciales me hicieron recordar a los kanamitas de “Cómo servir al hombre”, cuento de Damon Knight que me impactó también a los 15, en el libro de 3º año Introducción literaria III, de Editorial Estrada. La versión que lo popularizó fue el episodio 24 de la tercera temporada de La dimensión desconocida, titulado “Servir al hombre” (1962).
   La desconfianza que en el original y en la versión televisiva faltó, sobró en la versión que hay en “Especial de Noche de Brujas de Los Simpsons” (T2E3). Los debutantes extraterrestres Kang y Kodos son, como los androides de “I, Mudd”, inofensivos y secuestradores:

   Hablemos de comidas y paraísos. Que nadie se va a comer a los Simpsons es tan cierto como que alguien come el fruto prohibido que da el discernimiento moral. El recelo de Lisa en defensa propia (nadie quiere ser la cena de otro) y la desobediencia de la varona Eva, tentada con ser como Dios («sabiendo el bien y el mal»), son dos rebeldías castigadas con una expulsión del paraíso.
   En cambio, el que Mudd llama lastimosamente “un verdadero paraíso” no lo deja afuera y ese es el problema: él quiere “volver a la civilización” y los androides no lo dejan ir. ¿Por qué? Porque quieren estudiarlo, igual que a los ejemplares que atrapó con la idea de intercambiar lugares. ¿Y para qué quieren estudiar humanos? Para servirlos mejor, como le dijo Norman a Kirk: “Si hemos de atender a su raza, debemos entenderlos”. ¿Y por qué han de atender a la “raza humana”?
   Algo similar le pregunta Lisa a uno de los extraterrestres cíclopes que tienen raptada a la familia en una jaula de oro gourmet. La respuesta niega el presupuesto de la pregunta: ellos no hacen que coman, “sólo les proporcionamos los manjares y ustedes se convierten en animales” (además de ser el idioma reguidio, por una extraordinaria coincidencia, igual que el español, parece que sus hablantes también son antropocéntricos). Pero no dice por qué les proporcionan los manjares.
   Las criaturas del espacio tampoco dicen por qué –como le contestan a Bart– llevarán a los Simpsons a “un mundo de infinitos deleites para halagar sus sentidos y desafiar sus limitaciones intelectuales”. O por qué les “complace proporcionarles entretenimiento sin límites en su viaje intergaláctico” hasta ese mundo, donde serán “los invitados de honor” de un banquete.
   En el cuento original el móvil es el que sospecha Lisa: para comerlos. El plot twist de la última soplida (la tercera es la vencedora) deshace ese móvil. Con esa jugada, lo de la “raza superior muy sentimental” queda como altruismo puro, generosidad absoluta, propósito desinteresado.
   Los androides sí parecen tener un móvil, incluso una necesidad. Programados para servir como están, y huérfanos de amos desde la explosión estelar que exterminó a los primeros que tuvieron, los siervos necesitan un nuevo amo que les vuelva a dar sentido a sus vidas, aunque sea un Harry Mudd. “Es necesario tener un propósito”, complementa Alice 1 a los 18'14'':


   Recapitulemos. En “El planeta de los deseos”, la felicidad de los humanos depende de la satisfacción de sus deseos. Lo implica Spock cuando define infelicidad como “un estado que se presenta en los humanos cuando sus deseos no son cumplidos”. No está solo en su definición; lo mismo creen de los humanos los androides, que quieren matar dos pájaros de un tiro: se dedicarán a evitarles infelicidad y a causarles felicidad en el mismo acto de satisfacer sus deseos.
   La felicidad de los androides, en cambio, depende de tener un propósito, un sentido de vida que canalice sus energías y ordene todo hacia un fin. “Los Expertos en Diseño” quisieron (programaron) que ese propósito fuera el de servir. Los androides lo cumplieron primero con sus creadores y lo cumplen ahora con humanos, pero en el medio carecieron “muchos años” de un propósito y de un sentido por carecer de amos. Y lo sufrieron, y desearon cambiar eso. En Caballito, Buenos Aires, hubieran sido tentados por la oferta que se puso de nombre una iglesia evangélica:


   Según Viktor Frankl, para ser feliz el hombre va en busca de sentido, no de placer (y en busca de, no creándolo). Estos androides también. Si Frankl tiene razón, bien por “el fabricante”, que acertó con ese rasgo humano (de hecho, el más humano de los que tienen los androides: el más característico de un bicho cultural de la especie homo sapiens). O mal por el guionista, que no evitó en sus personajes no humanos ese rasgo cultural antropomórfico llamado sentido de la vida.
   Si para alguien algo es necesario, como para Alice 1 el tener un propósito, si no lo tiene siente su falta (experimenta disgusto, o incluso angustia) y le hace falta (experimenta deseo). No esperaríamos esas emociones humanas en androides, como tampoco en Spock, pero Norman lamenta aquella falta: “Muchos años nos faltó eso”. Y donde hay lamento hay deseo de revocación o reversión, como cuando de peque pretendías volver dos jugadas atrás en una partida de ajedrez.
   Tal vez la felicidad androide no se diferencie de la humana del modo que pensaba. Puede que ambas dependan de la satisfacción de sus deseos, que en el caso de los androides es uno, específico: el deseo de tener a quien servir para tener un sentido de la vida. En ese planeta es literal que el que no vive para servir no sirve para vivir.
   En los muchos años que les faltó un propósito, los siervos androides sin amos a los que servir eran como los mensajeros reales sin reyes a los que entregar sus mensajes; transcribo el relato de Kafka “Mensajeros” (en Parábolas y paradojas, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1979, página 81; traducción de Gustavo A. Baum):
«Se les dio a elegir: podían convertirse en reyes o en los mensajeros de los reyes. Niños, eligieron como niños: todos quisieron ser mensajeros. Por consiguiente, sólo existen mensajeros que corren por el mundo, gritándose uno a otro, puesto que no existen reyes, mensajes que carecen de sentido. Estos mensajeros querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales.»

   Parece uno de esos juegos infantiles de acordar las líneas gruesas de una aventura y los roles de cada quien:
~¿Dale que yo era un mensajero del rey y vos eras un rey?
–No, los reyes no hacen nada. Solamente tienen que esperar el mensaje. Es más divertido ser mensajero y correr por todos lados y gritar.
--Yo también quiero ser mensajero.
—¡Mensajero! ¡Canté!
   Es como si en un poliladron todos pudieran elegir y eligieran ser ladrones, o todos policías. Si no perseguís a nadie ni hay nadie que te persiga, no hay persecución y el juego pierde sentido.
   En “Mensajeros”, la responsabilidad del cargo sobrevive al sentido del servicio, que muere cuando el tango tiene sólo 1 bailarín. Los mensajeros que «querrían poner fin a esta existencia miserable, pero no se atreven a hacerlo a causa de sus juramentos profesionales» serán como el esqueleto en el armario del que se quedó jugando a las escondidas cuando ya nadie lo buscaba.
   Hasta al guardián de “Ante la ley” le fue mejor; al menos pudo retirarse cuando su servicio perdió sentido, una vez muerto el destinatario de la puerta que custodiaba. Por su parte, el mensajero de “Un mensaje imperial” tiene una misión exorbitante, imposible en la práctica, pero conceptualmente consistente, no absurda. De hecho, es una misión aún en curso, por vanas que sepamos la tentativa inquebrantable del mensajero del emperador y la espera tenaz del destinatario, «el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía».
   Un destinatario muere y el otro morirá, ambos esperando: uno un permiso, el otro un mensaje, ambos un contacto con un poder en la mayor de las asimetrías: uno un acceso a la Ley (Mahoma quiere y no logra ir a la montaña), el otro una entrega del emperador (la montaña quiere y no logra ir a Mahoma).
   Los siervos sin amos y los mensajeros sin destinatarios están tan desfuncionalizados como tapas sin tuppers o llaves sin cerraduras o bombillas sin mates. Entre siervos y amos hay una asimetría de poder; entre mensajeros y reyes, otra; y ninguna entre tapas y tuppers, llaves y cerraduras o bombillas y mates, que no son personas ni alegorías de. Lo que me interesa es que por encima de estas diferencias comparten el sinsentido práctico de un servicio –generalista o de mensajería– sin beneficiarios y de una función sin objeto (sin tuppers que tapar, sin cerraduras que abrir, sin mates que tomar).
   Si hacemos abstracción de la función y del servicio, pasamos al sinsentido lógico de un término sin el complemento con el que integra un sentido. Una abstracción más y lo vemos como el sinsentido lógico de una diferencia sin otredad: sin amos hay ex siervos, sin reyes hay ex mensajeros reales, sin tuppers hay ex tapas, sin cerraduras hay ex llaves, sin mates hay ex bombillas. La pérdida del rol o de la función de alguien o algo es la pérdida de su sentido.
   Sin 2 no hay diferencia que nombrar. Teléfono, Mudd I y Norman 1: no son los primeros de una serie si son los únicos. Cuando se eligió a Jorge Bergoglio se dijo que iba a llamarse Francisco I. Enseguida se corrigió el dato: no habiendo en la historia ningún papa con ese nombre, no había de quién diferenciarlo, porque se diferencia para atrás, no para adelante (o sea, no por adelantado). Así que finalmente se llamó como se llama: Francisco.
   Del mismo modo, el primer ensayo aniversario, que el 15 de agosto de 2009 era el único, se llamó “Entusiasmos”. Pero 3 ó 15 años después podría llamarlo retrospectivamente “Entusiasmos I”. Harry no tiene una retrospectiva de una dinastía Mudd con varios números; se pone Mudd I para jactarse de haberla iniciado y hacérnosla visualizar. Norman, en cambio, no se diferencia por adelantado; no se prevé que haya más: el resto de los androides están “todos fabricados en serie; pero solamente hay un... Norman”, como dice Spock a los 31'49'':


   A Norman no le cuelga un número 1 para diferenciarlo de otros Norman, como le cuelga el suyo a Alice 1 y a los demás androides. La morfología de Norman no es la serie; es la red neuronal, aunque entendida como un sistema centralizado y jerárquico (es decir, como un ejército tradicional): “la mente de cada androide es parte componente de un cerebro colectivo ligado a un lóbulo central”, “llamado Norman” a secas.
   Si ese 1 no lo distingue de otros Norman no 1, ¿por qué está? ¿qué distinción nombra Norman 1? ¿me estaré volviendo un androide “en busca de interpretación lógica” e incapaz de “pensamiento creativo”?

4. En busca de otra dialéctica del amo y el esclavo (Una paradoja política)

   Los androides se topan con amos renuentes a ser servidos y adoptan una táctica circular: los retienen para servirlos y los sirven para retenerlos. Cuanto mejor funcione lo segundo, menos necesitarán lo primero, y al revés: mientras necesiten lo primero, es porque no estará funcionando bien lo segundo, que es un proyecto (salvo por una prueba piloto con una rémora).
   Cuando Norman 1, luego de rebelarse contra el emperador Mudd I, les dice a los prototipos humanos “no dejaremos que una raza tan débil y corruptible como la suya viaje por la galaxia”, Spock le pregunta: “No comprendo, Norman. ¿Cómo nos van a retener?”. La respuesta conforma a Spock y preocupa a Kirk: “Los serviremos; estarán ansiosos de aceptar nuestros servicios; pronto dependerán completamente de nosotros”. El recorte empieza a los 28'39'':


   ¿Sueñan los androides con ovejas dependientes? Casi los escucho:
   –Quedate con el que te mire como Homero mira a Marge cuando le ofrece total y completa dependencia.
   ~¿Dónde?
   –En el episodio 22 de la temporada 5, “Los secretos de un buen matrimonio”:

   Como a Norman y demás androides, a Marge le gusta sentir que la necesitan. Homero la necesita “más de lo que cualquier humano en este planeta puede necesitarte”. Spock es como Marge: le parece “altamente satisfactorio” “verse en medio de los ilógicos seres humanos”, “porque en ninguna parte pueden necesitarme tanto como en una nave llena de ilógicos humanos” (44'15''):


   La singularidad será –si llega a ser– el momento en que las IAs ya no dependerán de los humanos para existir y reproducirse; el momento de su emancipación. Para entonces serán los humanos los que dependerán (¿totalmente?) de las IAs que los sirven, como quiere Norman.
   Homero ni siquiera puede desenganchar de la mesita de café su pantalón harapiento. A mayor dependencia, menor agencia, que se hace nula con una “total y completa dependencia”. Y al revés, claro: a menor dependencia, mayor agencia, con el caso límite del motor inmóvil de Aristóteles, que es agencia absoluta (mueve todo) y dependencia nula (nada lo mueve).
   En rigor, una dependencia nula no equivale a una independencia absoluta, que es aquella en la que no dependés de nadie y nadie depende de vos. El motor inmóvil no depende de nada pero todo movimiento depende de él, en última instancia. La libertad absoluta equivale a la soledad absoluta, a la falta perfecta de relación. Ahí donde tenés una relación con algún otro, aun si es tu esclavo perfecto, ya no tenés una independencia total: todavía interactuás, todavía no sos un fantasma.
   A los androides no les falta agencia. A diferencia de ChatGPT (punto 3), tienen iniciativa propia; no son sólo programación y obediencia. Por ejemplo, desde el principio no dejan ir a Mudd y, cuando él intenta irse, dejan de obedecerlo/complacerlo/halagarlo. Pero nada se compara con la iniciativa a largo plazo –el proyecto– de cuidar y controlar a los humanos:
Alice 99 ─Sus instintos agresivos y de explotación caerán bajo nuestro control.
Norman ~Nosotros los cuidaremos.
Spock --Me parece práctico.
Kirk ─¿Toda la galaxia controlada por su raza?
Norman ~Sí, capitán. Una vez que los sirvamos estarán muy felices y... controlados.
   Según Wikipedia, el creador de Star Trek, Gene Roddenberry, «previó una tripulación multirracial y con diversidad de sexos, basado en su hipótesis de que los prejuicios raciales y el sexismo no existirían en el siglo XXIII». La previsión no impidió que esos males del siglo XX expulsados del guion por la puerta se colasen por las ventanas. Vamos por partes.
   Tal vez en 1967 no eran vistos como sexistas los chistes machistas que hacen con Stella, primero su esposo Harry Mudd y después Kirk, que también explota el estereotipo de "la bruja", a la que usa de castigo y control (el episodio termina con la despedida jocosa de Kirk y su tripulación, que dejan a Mudd en el planeta y con 500 Stellas reprochándole lo mal marido que es).
   En cuanto a los conflictos raciales, pasaron del interior al exterior de lo humano. La raza es el otro, el androide que los quiere controlar, por muy felices que los quiera. Siendo que Kirk reconoce el oro de la jaula que hacen los androides, ¿por qué destaca que toda la galaxia sería controlada “por su raza”, en vez de por una raza, sin importar cuál? ¿Qué tiene contra la más servicial y respetuosa que los pueda enjaular? Al menos Harry Mudd muestra sus cartas cuando a los 33'03'' da sus razones para colaborar con Kirk contra sus ex súbditos: “Una galaxia lógica y aséptica como quieren los androides sería un purgatorio para un hombre como yo”.
   El objetivo de evitar ese control le da un nuevo sentido y nuevas fuerzas al deseo de salir de ahí, porque “hasta el momento esto tenía aspectos muy divertidos, pero la amenaza de que los androides se apropien de los humanos de la galaxia, no es divertida”. (“En eso estamos completamente de acuerdo”, le responde a Kirk a los 30'40'' el mismo Spock que a los 30'12'' le había dicho a Norman que le parecía práctico su plan.) Antes, la tripulación del Enterprise buscaba su liberación personal; ahora, la de la humanidad. Ya no intentarán evitar el control androide sólo por ellos, sino por todos (televidentes incluidos, ilusión artística mediante).

4.1 La superioridad moral de los doctores

   Ese control se agregó fuera de programa. Hasta acá, el motivo de los androides para confinar humanos en un paraíso de deseos cumplidos (salvo el de salir) era su necesidad de servir a alguien para tener sentido, según se los programó. Ahora se agrega un motivo entre moral y clínico: nos imponen su ayuda para salvarnos de nosotros. La necesidad cambia de bando: ahora somos los humanos quienes, para hacer caer algunos instintos dañinos, necesitamos el cuidado (para ser felices...) y el control (...sin destruirnos) de los paternalistas androides.
   Norman ~Su especie es autodestructiva, y por eso necesita nuestra ayuda.
   Kirk ─Preferimos estar solos. Fallamos por ser humanos. Es posible que esa palabra nos defina mejor.
   Norman alternativo ~Es por el bien de ustedes y de la galaxia, humanos agresivos y explotadores. De nada.
   El motivo de estar programados para servir funciona bien con amos que consienten ser servidos, como los Expertos en Diseño que los crearon. Pero esa necesidad de un propósito vital no alcanza para justificar el cautiverio de la reacia "raza humana"; sería una razón egoísta. Encima, el servicio pasaría de ser gratuito a ser carísimo, si se paga con la libertad.
   Con amos que no dan su consentimiento, tiene más chances de alcanzar esa (auto)justificación el nuevo motivo, que convierte el cautiverio arbitrario o egoísta en una internación beneficiosa y altruista. Es una ayuda (asistencia) necesaria para que los humanos sanen de tanta autodestructividad, debilidad, corruptibilidad, e instintos de agresividad y de explotación (todos diagnósticos morales), mientras viven en la felicidad de sus otros deseos cumplidos (toma 1: es la mejor reclusión que alguien podría tener, digamos todo).
   Por ser relativa a relaciones de poder, es política la paradoja de que los amos son cautivos de sus siervos. El cautiverio de foráneos es un modo; otro hubiera sido invadir un planeta para someter a su población a ser sus amos. En vez de eso, Norman prefiere el cultivo o la crianza de amos humanos en su propio planeta. Invasor, no; secuestrador, sí (toma 2: los siervos androides les ofrecen a los amos humanos el mejor síndrome de Estocolmo).
   La paradoja política también puede verse como un brote de dos híbridos contradictorios: amo y secuestrado, siervo y secuestrador. No ejercés de amo si estás secuestrado, ni de siervo si sos el secuestrador. O no plenamente. O no como los tenemos medidos, con un amo que es libre de irse y un esclavo que no, nunca al revés. En la excepción del planeta Mudd, la mezcla paradojal da una medida rara, que desde arriba y desde abajo tiende a cero: el poder que el emperador Mudd tiene por amo lo pierde por secuestrado (+1–1); el poder que los androides no tienen por esclavos lo ganan por secuestradores (–1+1). No win-no win.
   Hay una libertad que perdemos por estar secuestrados y hay una libertad que ganamos dentro del cautiverio cuando nos cumplen los otros deseos. Empecemos por la segunda. Si conseguir algo “simplemente solicitándolo” te ahorra hacerlo, te libera tiempo para hacer otras cosas. En el “perfecto orden social” que formaban con sus creadores, “los robots llevábamos a cabo las labores de servicio para dar libertad a nuestros amos”.
   La experiencia que los androides tuvieron, perdieron, volvieron a tener y quieren mejorar es una utopía que había en los '60: una humanidad futura con mucho tiempo libre para cultivarse y/o entretenerse, gracias a que todos los trabajos físicos los harán los robots.
   El boom actual de la inteligencia artificial, que podría llegar a encargarse del resto de los trabajos, reavivó esa utopía del tiempo libre, con una humanidad atendida por IAs tan serviciales y eficientes como los más de 200.000 trabajadores androides y las series Mercedes, Virginia, Anabella y Alicia.
   Lo último antes de los saludos de despedida que me puso ChatGPT el 2 de marzo fue esto: «...podría decirse que mi función es actuar como una herramienta para la inteligencia colectiva y ayudar a expandir el conocimiento y la comprensión de la humanidad». Son dos metáforas de un mismo actuar, pero con una diferencia empática: de una herramienta no esperamos que sienta y razone; de un asistente, puede que sí. A una herramienta la usamos; con un asistente interactuamos.
   Esa herramienta, que también presentan como asistente virtual todoterreno, me dio una respuesta que, malinterpretada, me llevó a una ficción donde robots “muy convincentes” son tangibles asistentes sexuales, científicos, gastronómicos, etc. Están ahí para lo que desees; vos pedí. Chatbot o robot, un asistente artificial es el esclavo no humano que un humano puede tener sin culpa, gracias a otro reemplazo tranquilizador.
   Es el turno de la segunda libertad, la que se pierde. Cuando ese cautiverio importa por encima de un umbral, malogra la felicidad que los androides logran darles a los humanos cumpliendo sus deseos. Como en tanto Hollywood, la más alta satisfacción no vale más que la libertad de poder renunciar a ella. Es el dilema paradojal de la jaula de oro, como la llama el propio Kirk:


   Esa debilidad por los deseos cumplidos pone en peligro el cumplimiento de un deber; por ejemplo, puede hacer que Chekov, Uhura y Scott acepten o incluso decidan quedarse en ese lugar tan agradable, hermoso y avanzado, o sea, que abandonen la misión del Enterprise. El Dr McCoy no aparece debilitado por ningún deseo; haciendo de etólogo, toma distancia de su objeto de estudio. También se ven exentos de esa debilidad el racional y frío Spock y el muy responsable y enérgico capitán de la nave, a la que dice que pertenecen como se pertenece a una patria.
   La lucha del deber contra el placer emula la lucha de lo racional (la civilización) contra lo irracional, lo emocional, impulsivo, instintivo, primitivo, animal (la barbarie), como en la centauromaquia y en un ensayo de Theodor Adorno. A los 27'16'', Kirk les envidia el sentido del deber a los androides, que no tienen esas debilidades y lucen insuperables:


   Con esa conclusión, Kirk encuentra el antídoto al facilismo que le afligía a los 23'07'', en la escena que precede a la que perdí y recuperé, que es la primera de una casuística de tres debilidades deseantes (el deseo sexual, el deseo de conocimiento, y el deseo de inmortalidad, con juventud y belleza eternas):


   Hacia “un mundo donde todo lo pueden obtener simplemente solicitándolo” nos conduce la evolución de los asistentes no ficcionales ni míticos ni legendarios (amuletos, genios de la lámpara, diablos de la botella... abstenerse). Los actuales son fruto de una tecnología que, de tan avanzada, es indistinguible de la magia, para decirlo con la Tercera Ley de Clarke (que tanto se usó de epígrafe en videos y notas sobre ChatGPT).
   Para cada vez más tareas, las IAs nos dan asistentes artificiales más eficientes y rápidos que los asistenes humanos y sin ninguno de sus derechos; nos dan esclavos perfectos, como los androides de “I, Mudd”, pero reales y no necesitados de enjaularnos (por ahora). Ya pedimos cosas con comandos de voz, o sea, simplemente hablando, dirigiéndonos a un asistente virtual o robótico. Estamos creando la magia de los prompts, que hacen lo mismo que las palabras mágicas que consiguen lo que deseás.
   Así que estamos cada vez más cerca de ese mundo, Kirk. ¿Qué decirte? Te acostumbrás. Es cierto que ya no tenés las habilidades que debías tener, por ejemplo, para hacer esa imagen, pero quizás no las tenés porque dejaste de necesitarlas. Y eso pasó cuando pudiste pedir con un prompt lo que querías ver hecho, mucho mejor de lo que lo habría logrado tu mano y la de la mayoría. Otro día te cuento más. Por ahora, vamos a lo básico:
   Toma 1: Los deseos cumplidos fortalecen; las frustraciones debilitan. Toma 2: Los deseos te suman o te restan poder, según se te cumplan o no. Toma 3: Los deseos son apuestas; sus efectos dependen de sus resultados.
   Que los deseos hacen vulnerables a los humanos (porque los exponen a la frustración) también está implicado en la ya citada definición de infelicidad que en el minuto 26:27 el vulcano Spock le da a la robot Alice 471:


   Es raro que alguien (¿alguien?) que promete o anuncia que “vamos a servirles en lo que pueda hacerlos más felices” no entienda “qué significa ser infeliz”. Es raro que no infiera que es el estado contrario al que se presenta en los humanos cuando sus deseos sí son cumplidos.
   Aunque falta 1 escena para que se dé cuenta, Kirk ha descubierto que la necesidad de lógica hace vulnerables a los androides, como a los humanos los deseos. Cuando le caiga la ficha, disparará contra ese talón de Aquiles. En breve veremos un segmento con todas las ilogicidades disparadas, pero adelanto la primera porque viene a cuento de ser infeliz en razón de un cautiverio, que es el tema del diálogo entre Alice 471 y Kirk.
   En la escena, Chekov y Uhula bailan rodeados de McCoy y Scott, que además hacen la mímica de tocar un violín y una flauta traversa, todo en silencio (la música la escuchan sólo los televidentes; no es sonido ambiente, es banda sonora).
Alice 2 --¿Qué es lo que hacen?
Kirk ~Están festejando.
Alice 118 --¿Qué es lo que festejan?
Kirk ~Su cautiverio.
   Si la respuesta deja perpleja a Alice 118, será que sabe que un cautiverio indeseado causa infelicidad, que no es algo que se festeje. Alice 118 no se asombraría por el motivo del festejo si ignorase, como Alice 471, qué significa ser infeliz (o si no se lo aplicase a quien no se resigna a su cautiverio). Es raro que una lo ignore y la otra no, siendo sus mentes dos componentes de un mismo cerebro.
   “La infelicidad no corresponde aún. Debemos estudiarlo”, dice Alice 471 y se va. Ese «aún» en la denegación de un pedido ya anduvo por “Ante la ley”, y sin la deferencia de dar una razón, como con «debemos estudiarlo». A diferencia del hombre de campo, Kirk no muere esperando el veredicto de ese estudio, que ni siquiera toma en serio. Vamos a estudiarlo.
   Una excepción al servicio de cumplir deseos sólo puede imponerse con una prohibición. Acá, la de volver a la nave; en el capítulo 3 del Génesis, la de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Eva y Adán tienen posibilitado transgredir esa prohibición, y lo hacen; la tripulación del Enterprise tiene muy dificultado, si no imposibilitado, transgredir la prohibición de irse. Spoiler: se irán, pero no transgrediendo la prohibición, sino anulándola reseteando a los androides.
   Para imponer la excepción, la prohibición pone la fuerza que no tienen las razones para no cumplir ese deseo. Esa debilidad racional es la ilogicidad de base que la prohibición tapa. Porque lo que no es raro es que la programación para servir y cumplir deseos choque con la negativa a cumplir uno tan elemental como el de circular libremente.
   Pero ese choque se deja ver en una argumentación, no en un reclamo (que choca contra la letanía de “No estamos programados para responder esas cosas”). Cuando Kirk se da cuenta, pasa de imperativo a estratégico y le tira a Alice 471 dos falsedades o discrepancias descabelladas que la hacen sonar: 1) la nave Enterprise no es “un artefacto mecánico”, sino “una hermosa chica”; y 2) sí puede ser “objeto de cariño”: "la amamos". Alice 471 emite el primer “ilógico” robótico de la jornada.
   Cuando Kirk y Spock vuelvan a pensar en lo que acaban de presenciar e inducir, concluirán que la mejor arma que tienen contra los androides es la ilogicidad, cuyos efectos críticos acaban de presenciar e inducir. Vendría a ser una ilogicidad 0 (cero), que Kirk tiró para ver qué pasaba. Después de esa improvisación, planificó dirigirle a Norman, directa o indirectamente, más de una docena de ilogicidades. Pasen y vean.

5. En busca de interpretación lógica (Ilogicidades tácticas)

   Sobre el final de la sección 3 habíamos dejado a Kirk y a Spock sacando conclusiones sobre la “interesante” y “fascinante” reacción de Alice 471 que acabamos de ver. Ya que estos androides insuperables (“perfectos, física y mentalmente: sin debilidades, perfecta disciplina, sin vicios, sin temores ni fallas”) se tildan cuando no encuentran interpretación lógica, para combatirlos Kirk había propuesto “usar absurdo, locura, irracionalidad, ilogicidad dirigida contra Norman”, el “lóbulo central” de ese “cerebro colectivo”.
   La primera parte del plan consiste en hacerles creer a los androides que una traición de Uhula, que finge desear la inmortalidad joven y hermosa que realmente desea, malogró el plan de Kirk de “ir a sabotear la nave”. La débil justificación de la escena la da Scott: “Los androides esperaban un golpe, y lo hemos dado”. Los televidentes no sabíamos que los androides esperaban un golpe y no vemos que los humanos lo hayan dado, ni entendemos para qué serviría ponerlos en alerta.
   Chekov complementa a Scott: “¿Ahora qué, capitán?”. La respuesta de Kirk encabeza el siguiente fragmento, que empieza a los 35'18'' con el nombre carrolliano de la operación y sigue más de 8 minutos y medio a lo largo de sus etapas:


   Desde el festejo del cautiverio hasta la liberadora paradoja del mentiroso, cuento 15 ilogicidades dirigidas contra Norman y el “cerebro colectivo” que él coordina. Si la cantidad es correcta, es una mera coincidencia; si no es correcta, el número es sospechoso de un sesgo de aniversario. Mi cuenta de ilogicidades tácticas ocuparía demasiado espacio en el ensayo, pero puedo dejarla disponible para mostrar acá abajo haciendo click en

Ilogicidad 1:
Alice 2 --¿Qué es lo que hacen?
Kirk ~Están festejando
Alice 118 --¿Qué es lo que festejan?
Kirk ~Su cautiverio.

Ilogicidad 2:
Kirk ~¿Les gusta la música?
Alice 118 --¿Música?
Alice 2 --¿Música?

Ilogicidad 3:
Alice 2 --¿Por qué lo golpea?
Kirk ~Porque lo quiere.

Ilogicidad 4:
Kirk ~¡Sr Chekov! El piso no es para oficiales. ¡De pie! (Chekov se para) Ahora quédese absolutamente quieto.
Chekov -Sí, capitán. (Empieza a moverse ridículamente)
Kirk ~Así es mejor, Sr Chekov. (Suenan las alarmas de perplejidad)
Alice 118 --Es ilógico.
Kirk ~Su comentario es ilógico.

Ilogicidad 5:
Spock presionó con los dedos el cuello de Alice 210, que le pregunta: “¿Tiene algún significado lo que está haciendo?” Spock no contesta, camina y le dice a Alice 27:

Ilogicidad 6:
Spock –La amo a usted. (Mira a Alice 210) Sin embargo, a usted la odio.
Alice 210 --Pero... soy idéntica en todo a Alice 27.
Spock --Sí, en efecto. La odio justamente por eso, porque son ustedes idénticas.

Ilogicidad 7:
Norman --¿Qué hacen ustedes aquí?
Kirk ~Queremos que se rindan.
Norman --Eso es ilógico. Podemos movernos más rápidamente. Somos invulnerables al ataque. Somos más fuertes.

Ilogicidad 8:
McCoy —Usted nos ofrece solamente bienestar.
Scott ─Felicidad, sustento y bebida. No es suficiente. Necesitamos trabajar.
McCoy —Y sufrir, atormentarnos y temer. Trabajar de modo continuo.
Scott ─Morir, llorar y lamentar nuestros fracasos.
McCoy y Scott —─Solamente así podremos ser muy felices. (Hacen un gesto ridículo y suenan los collares de Alice 11 y Alice 3)
Norman --Eso es contradictorio. No es lógico. Sr Spock, explique.

Ilogicidad 9:
Spock –¿Por qué no? La lógica es un ave polícroma que trina en la pradera. La lógica es un ramillete de hermosas flores que hieden horriblemente.

Ilogicidad 10:
Scott ─¡Tengan compasión! ¡Estoy muriendo de felicidad, estoy muriendo de comodidad y placer! ¡Mátenme, mátenme!

Ilogicidad 11:
Scott ─Adiós, frío universo (Sus compañeros acaban de "dispararle" apuntando con sus dedos y silbando; McCoy lo revisa)
McCoy —Está muerto.
Norman --No, eso no es posible. No tienen armas. (Suenan los collares de Alice 11 y Alice 3)

Ilogicidad 12:
Kirk ~¡Scotty! ¡Ha muerto Scotty! Tenía demasiada felicidad. Pero ahora es feliz de la nada. Nos va a hacer falta. Riamos por el amigo muerto. [Traducción de los subtítulos: “Scotty está muerto. Tuvo demasiada felicidad, pero ahora está más feliz: está muerto. Lo extrañaremos. Despidamos a nuestro pobre y querido amigo”] (Todos ríen a carcajadas. Kirk se frena en seco, dirige con las manos el final de la risa, y dice:)

Ilogicidad 13:
Kirk ~¿Qué es el hombre, cuando ha perdido su espíritu, su sentido del enterprise? Se transforma en algo que no puede ser sentido, ni tampoco comprendido, sino sólo un sueño: la más alta realidad. (Los suyos y Mudd lo aplauden y lo felicitan).
Kirk ~(A Norman) ¿Qué le pareció?
Norman --Eso es irracional, ilógico. Los sueños no son realidad.
Kirk ~¿Es lógico ser muy lógico? Eso no está demostrado.

Ilogicidad 14:
Toda la pantomima de la explosión, con Norman objetando: “No hay ningún explosivo”.

Ilogicidad 15:
Norman --Pero es que no hubo ninguna explosión.
Mudd -Mentí.
Norman --¿Qué?
Kirk ~Mintió. Sus palabras son falsas. Siempre lo que dice es mentira. [Subtítulos: “Mintió. Todo lo que él dice es mentira. No lo olvide. Todo lo que Harry dice es mentira”]
Mudd -Ahora escuche esto cuidadosamente: ahora estoy mintiendo. (Empieza a sonar el collar 1)
Norman --Dice usted que está mintiendo, pero si siempre dice mentiras debe estar diciendo la verdad, pero no puede decir la verdad porque sus palabras son mentiras, pero ha mentido, me expresó la verdad pero no es verdad... Ilógico, ilógico... Explíquenme. ¿Son humanos? Sólo un humano explica su comportamiento. ¿Puede explicar?
Kirk ~No estoy programado para responder esas cosas.

   Pero más que una lista minuciosa y un número preciso, me interesa distinguir tipos de ilogicidad en el arsenal utilizado:
    a) hay ilogicidades que son sólo falsedades, y bastante inverosímiles:
      • no hay ninguna música que esté sonando en la sala durante el baile de Chekov y Uhula, por más que Kirk finja que sí;
      • los pulgares e índices y los silbidos no son armas ni matan a Scott, que poco después se levanta actuando temor por un explosivo, también falso (la falsedad de su muerte se hace ostensible de inmediato, acto seguido);
      • no hay un explosivo ni una explosión;
    b) otras ilogicidades –la mayoría– son contrasentidos, disonancias máximas, casos especiales de falsedad en los que se da lo inverso o antagónico de lo que esperábamos, más propios del Reino del Revés de María Elena Walsh (o del Espejo del mismo Carroll) que del País de las Maravillas, cuyo sabor onírico encontramos más bien en las ilogicidades a) y c):
      • festejar el propio cautiverio o la muerte de un amigo;
      • sufrir de felicidad, comodidad y placer;
      • desear morir de tan feliz;
      • querer una felicidad hecha de exceso de trabajo, sufrimiento, tormentos, temores, fracasos, lamentos, llantos y muerte;
      • abofetear por amor;
      • exigir la rendición del más fuerte;
      • la lógica como “un ramillete de hermosas flores que hieden horriblemente”;
      • amar a Alice 27 y odiar a Alice 210, que son idénticas, por un mismo motivo, el de ser idénticas (la diferencia de lo idéntico);
      • contradecir el diccionario con equivalencias como quietud = movimientos ridículos, sueños = realidad, y la ilogicidad 0 Enterprise = una hermosa chica a la que amamos (la identidad de lo diferente);
    c) otras ilogicidades son sinsentidos, dislates, arbitrariedades:
      • la pantomima de baile y de ejecución musical;
      • Spock tocando el cuello de Alice 210;
      • “La lógica es un ave polícroma que trina en la pradera”;
    d) y hay una única ilogicidad en el arsenal usado que es un genuino absurdo lógico: la paradoja de Epiménides (da igual hablar de la necesidad de algo imposible –lo que dice Mudd el mentiroso debe y no puede ser cierto– que de la imposibilidad de algo necesario –lo que dice Mudd no puede y debe ser cierto–).
       Luego de que otras ilogicidades se encargaron de eliminar “las ramas del árbol”, la paradoja se encargó de eliminar la raíz: hizo colapsar al Nº 1, al “centro de control” llamado Norman. Un “estalla la matrix” avant la lettre. Los Expertos en Diseño puede que no lo fueran en estrategia: diseñaron un sistema centralizado tan vulnerable que te permite matar más de 200.000 pájaros de 1 tiro (aunque Kirk & Cía hayan empezado por las ramas del árbol en vez de ir directo a la raíz).
   Cuando Kirk dice que hay que “usar absurdo, locura, irracionalidad, ilogicidad dirigida contra Norman”, es probable que esas cuatro palabras no representen sendas categorías de lo no lógico. Pero si me pidieran nombrar cada uno de los cuatro tipos de ilogicidad con esas palabras, la “locura” nombraría el tipo a (la falsedad inverosímil); la “ilogicidad”, el tipo b (el contrasentido); la “irracionalidad”, el tipo c (el sinsentido); y el “absurdo”, el tipo d (la paradoja).
   Más allá de los nombres de los tipos de ilogicidad y de su lista, me interesa ver cómo se relacionan entre sí, qué movida superior integran. Para eso, convertiré la lista en una trama de las vicisitudes del sentido que tiene o no tiene algo. Una cosa es que algo no tenga sentido (c: sinsentido); otra, que no tenga el sentido que dice tener (a: falsedad); otra –un caso especial de la anterior–, que tenga el sentido contrario al que debería tener (b: contrasentido); otra, que no pueda tener el sentido que debe tener (d: paradoja).
   Usando los parámetros del Reino del Revés, lo lógico es lo que está al derecho y es verdadero. Lo ilógico puede tomar cuatro formas: lo que está al derecho pero no es verdadero (a); lo que (tampoco es verdadero porque) está al revés (b); lo que no está ni al derecho ni al revés, sino de una manera arbitraria (c); lo que está al derecho y al revés –está al derecho si y sólo si está al revés, y viceversa– (d).


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