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miércoles, 20 de septiembre de 2023

Entusiasmos XV 031 (9.1.0)




En la madrugada del 19/9/23 hice algunas supresiones y agregados a la sección 5 del ensayo. Agregué la grabación desincronizada del subte A haciendo colapsar a los androides, para ilustrar su vulnerabilidad a las falsedades, incluso una involuntaria como esa. En el otro agregado relevante, a las campanas y los huesos sumé nuestro ADN y su delicado «equilibrio entre la exactitud y errores en la reproducción».



[...]
   Toda falsedad es un reemplazo de una verdad por otra cosa; según por cuál, tenés un tipo u otro de falsedad. Aun sin saber qué son (qué dicen) A, B, C, D..., podemos saber que si A es cierto, anti-A es automáticamente falso, y viceversa; están veritativamente entrelazados. En cambio, con B, C, D... se verá en cada caso qué tan cerca o lejos están de A. Pueden estar en cualquier punto de su esfera de interacción semántica, excepto en las antípodas, que son exclusivas de anti-A.
   Una vez convenido cuál es el reverso para un anverso, si anti-A se hace pasar por A, estamos en el Reino del Revés, donde –me dijeron– ♪♫ nada el pájaro y vuela el pez ♫♪ (para citar dos inversiones hermanas, con bichos y locomociones intercambiados). Si A es cierto (ya sea vuela el pájaro o nada el pez), está cantado que anti-A es falso. Pero es falso en un grado preciso: 180°, el medio giro del contrasentido. La falsedad de una ilogicidad tipo b es una media vuelta de campana.
   El grado de falsedad es distinto si B (o C o D...) se hace pasar por A (y, por lo tanto, anti-B por anti-A, porque en rigor el reemplazo es de una esfera conceptual por otra). La gradación de este gato por liebre puede ir desde una falsedad sensata (la agonía de Harry Mudd, la traición de Uhura) a una arbitraria (ilogicidad tipo c), pasando por una insensata pero racional y razonante, lógica ("ilogicidad" tipo a), a diferencia de la falsedad de peces voladores o pájaros nadadores (quimeras tipo b). Por ejemplo: ves volar un pájaro y en vez de decir que vuela un pájaro (lo lógico y verdadero),
    decís que vuela un avión o Superman (te confundís, pero mandás algo lógico dentro de tu tecnología o de tu mitología);
    o decís que en ese cielo nada un pez o corre un carpincho (delirás, pero al menos seguís en un eje bicho~locomoción, como esos dos de María Elena Walsh pero consistente);
    o decís que eso son truenos celestes (te fuiste al carajo: mandaste algo arbitrariamente falso, una sinestesia de lógica diurna pero inaplicable al caso: un sinsentido).
   Revisemos la autopsia de los androides. Hay una condición preexistente que favorece la letalidad del síndrome de abstinencia inmediato. La lógica de esa “gigantesca y extraordinaria mente” es tan rígida y literal que les impide tomar lo ilógico de cada caso como prueba o indicio de su falsedad, lo que evitaría que les afectara (sólo creyéndolo verdadero les puede afectar lo ilógico).
   La rigidez desproporcionada es fragilidad; vuelve a los androides vulnerables –porque los vuelve ciegos– a las falsedades más evidentes, que no ven. Los haría sonar o colapsar hasta la falsedad involuntaria de la voz grabada que anuncia “Estación Plaza Miserere” cuando el subte está parando en Alberti. Tranquilo, máquina; sólo anda mal la grabación, no te pongas así...
   Demasiado crédulos para ser tan superiores. Si fueran humanos, diríamos que les falta sentido común. Nadie que tuviera el suficiente creería que performances sesentosas del 4513.3 son declaraciones juradas, y menos siendo tan absurdas, locas, irracionales y/o ilógicas.
   La lógica de los androides está lejos de la proporción más funcional de rigidez y flexibilidad, como la que debe tener la aleación de bronce y hierro de las campanas (o la de colágeno y calcio de los huesos) para que no se quiebren fácilmente. O como «el equilibrio entre exactitud y errores en la reproducción» de nuestro ADN: «Si hay demasiados errores, el organismo no puede funcionar; pero si hay demasiado pocos, lo que se sacrifica es la capacidad de adaptación» (Bill Bryson, Una breve historia de casi todo, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2007). El mismo sacrificio hacen los hiperlógicos androides y Spock. La primera escena del episodio termina con una discusión sobre esas proporciones, donde McCoy le dice a Spock que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”, poco antes de que Norman tome el control de la nave y revele que es un androide:


   No soy quién para criticar la puntería que tuvo con Norman el detector de otredades McCoy, a pesar de que apuntó guiado por argumentos que “tienen muy graves defectos de orden lógico”. Puede parecer que también hizo un Homero, pero McCoy respondería que “para evaluar a un hombre no basta la lógica”: hace falta también la impresión, la intuición, la simpatía, o como gustes llamar al otro ingrediente de la aleación humana, del que carecen los no humanos (los androides y el vulcaniano Spock).
   Sin querer (pero dándose cuenta al terminar), McCoy describe la sociabilidad de Spock describiendo la del sospechoso Norman, que está a bordo hace 72 horas; más adelante, a los 14'01'', el emperador Mudd los igualará por la manera de hablar (“Spock, será feliz: aquí todos hablan a su estilo”). Y como ya vimos, en el contrapunto cerca del cercano al final del episodio, a los 44'15'', McCoy igualará explícitamente a Spock con los androides por sus “mentes muy parecidas a la suya: lógicas, sin emoción, por completo pragmáticas” (“de esa emoción humana no tengo el más mínimo conocimiento”, le responde Spock cuando McCoy lo supone triste por tener que partir, ya que “volverá a verse en medio de los ilógicos seres humanos”).

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