Ayer, 1/4/23, hice cambios menores, el mayor de los cuales creo que es el de explicitar el carácter voluntario de Cervantes al escribir versus el azar de la combinatoria de la Biblioteca; transcribo sólo las zonas de cambios:
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Tan aleatoriamente que un cubilete escupiendo discos de metal podría, con tiempo, remedar «el divino desorden» y repetir la Biblioteca, lo mismo que “mil monos con mil máquinas de escribir”. Pierre Menard no tiene tanto tiempo;
Si tirás una moneda al aire, cada lado tiene, en teoría, la misma probabilidad de salir (0,5 o 50%); si la tirás reiteradamente, a la larga más o menos la mitad de las veces caerá cara. Aleatoriedad pura, ponele. En cambio, el modo de generar lenguaje de ChatGPT es una mezcla de aleatoriedad y apuesta probabilística:
Menard, por su parte, es pura apuesta probabilística. Vamos con él.«...seleccionaré una respuesta aleatoriamente de un conjunto de posibles respuestas, donde la probabilidad de elegir cada respuesta está determinada por una distribución de probabilidad predefinida».
3.
Por hipótesis, en la Biblioteca de Babel está el Quijote, como está cualquier otra combinación de letras, comas, puntos y espacios. Si disponemos de tiempo, es más «inevitable» o «fatal» que lo encontremos en su anaquel ignoto a que Cervantes lo escriba a principios del siglo XVII, o Pierre Menard a principios del XX. Si no disponemos de tiempo, es improbabilísimo que lo encontremos. Pero estar, está.
La «ley fundamental de la Biblioteca» hace que más tarde o más temprano la «divinidad que delira» se tope con el Quijote; no lo busca, lo produce a ciegas. A ojos del restringidísimo Menard, Cervantes tampoco «rehusó la colaboración del azar: iba componiendo la obra inmortal un poco à la diable, llevado por inercias del lenguaje y de la invención».
Pero por inerciales que sean, el manejo del lenguaje y la invención de personajes e historias suponen algo opuesto a un azar: una voluntad, que la Biblioteca no tiene (o su «divinidad que delira» tiene dañada) y que difiere de la que tiene Pierre Menard: «Yo he contraído el misterioso deber de reconstruir literalmente su obra espontánea», de «repetir en un idioma ajeno un libro preexistente», «simplificado por el olvido y la indiferencia».
Dificultad de magnitud kafkiana, como la que enfrentó Hladík en su sueño de la movida de ajedrez (lo llamaban las campanadas, corría por un desierto lluvioso hacia «la torre secreta» donde estaba el tablero, «y no lograba recordar las figuras ni las leyes del ajedrez»).
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Más allá de la última respuesta, que es cuasi delirante o burlona, en las respuestas globales de esta IA no hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales
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Termino con otra ensalada de metáforas, empezando por
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